La chispa global que incendió el emprendimiento

En la última década, internet ha pasado de ser un canal de comunicación a la columna vertebral del emprendimiento global. Hoy, lanzar una idea en Tokio o Ciudad del Cabo es tan sencillo como hacer unos clicks, y validar un producto en Seattle puede ocurrir simultáneamente a la prueba de concepto en Sidney. Esta hiperconectividad ha creado un laboratorio de innovación mundial, derribando muros geográficos y democratizando el acceso a recursos antes concentrados en unos pocos polos tecnológicos.

La alfabetización digital -tan esencial como leer y escribir- es ya el pasaporte de cualquier emprendedor. No basta con "estar en línea": hay que orientar esa conectividad hacia metas claras, ya sea expandir mercados, mejorar procesos o formar comunidades que co-creen soluciones. Esta habilidad se traduce en ventaja competitiva: el emprendedor digital capta oportunidades antes que otros.

Con más del 94 % de la población online y casi una línea móvil por persona, Chile lidera la región. Sin embargo, persisten diferencias de velocidad y estabilidad en varias comunas del Gran Santiago y en ciudades intermedias, lo que limita el alcance de proyectos con ambición internacional. Esto implica que en zonas rurales y comunas periféricas, muchos emprendimientos aún no acceden a plataformas y mercados globales.

Internet es el desde que nos invita a preguntarnos hacia dónde vamos. No se trata sólo de consumir contenido, sino de transformar ese caudal de información en ideas con propósito. Convertir datos en decisiones ágiles y centradas en el usuario es la nueva competencia fundamental. Esa transición convierte al emprendimiento en un mindset: un enfoque creativo y resiliente para enfrentar desafíos urbanos, sociales y ambientales.

La plataforma global ofrece hoy un abanico de ideas y recursos: repositorios de código abierto, mercados internacionales, redes de mentoría y herramientas colaborativas. Estos recursos, combinados con la experiencia local, pueden generar soluciones que reflejen nuestra identidad cultural y respondan a desafíos concretos. Aprovecharlos es una obligación para quien busca competir en igualdad de condiciones en el mercado mundial.

En Santiago, tenemos la oportunidad de convertir esta ventaja en mejoras tangibles: reducir la congestión, optimizar servicios y hacer la ciudad más inclusiva. No se trata de lanzar la próxima novedad, sino de desarrollar proyectos con impacto real en la calidad de vida de nuestra comunidad. Emprendamos con audacia y responsabilidad, sabiendo que cada innovación construye el legado digital de Chile.

El futuro del emprendimiento chileno depende de nuestra capacidad para reescribir las reglas de la conectividad, fusionar ese "saber digital" con un propósito claro y proyectar nuestras innovaciones al mundo. La chispa está encendida: es hora de avivarla y convertirla en una llama de alcance global.

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