Las Pymes y el precio de los combustibles

Cuando sube el combustible las empresas de menor tamaño son generalmente las primeras y las más castigadas.

Conupia reiteradamente ha señalado que el impuesto específico debe ser eliminado, recordemos que siempre se planteó que su implementación sería temporal.

Situación similar ocurre con los impuestos al uso de las vías concesionadas que se establecieron para reemplazar este tributo por un plazo limitado y se están convirtiendo en permanentes.

Los gobiernos de la concertación y la alianza se han negado a eliminar el impuesto específico, argumentan que no pueden renunciar a los 1.500 millones de dólares que se recaudan, por eso, han inventado “creativos” modelos de compensación de precios que no reducen las alzas, sólo las atenúan, es decir, aspirinas y no antibióticos.

El alza sistemática del valor del petróleo incide directamente en el de sus derivados y pone en jaque a un número importante de pymes.

Esta situación no afecta por igual a las empresas grandes, pues el costo del petróleo y la bencina, así como la gran mayoría de los insumos, tiene una relación inversamente proporcional a los volúmenes comprados por los empresarios.

La gran empresa consigue significativos descuentos por volumen y plazos especiales de pago.

Los pequeños, sin embargo, no podemos acceder a esas rebajas, cancelamos el valor total y al contado, a lo más a 30 días si el proveedor es amable.

Esta situación afecta incluso a las estaciones de venta al detalle de combustible, que tampoco logran volúmenes importantes, padecen el alza y la baja del consumo, es decir, están obligados a aumentar su capital de trabajo para vender menos.

Los ingresos que necesita un gobierno para sus inversiones y gastos sociales deben originarse principalmente en los impuestos por las utilidades de las grandes empresas.

En Chile las empresas que venden sobre 50 millones de dólares, no superan las 2.000, y concentran sobre el 85 % del PIB.

En el caso del impuesto específico, es exactamente lo contrario, éste es porcentualmente el mismo para todo tipo de contribuyente, con la excepción de las generadoras de energía y la gran minería, que lo recuperan íntegramente.

Por otro lado, los transportistas y dueños de buses, reciben una compensación vía devolución de pagos de peajes.

Los legisladores, el poder ejecutivo, el mundo académico y los partidos políticos, concuerdan que las empresas de menor tamaño deben ser tratadas de manera diferenciada respecto de las empresas grandes.

Lo que se pide es que apliquen discriminación positiva, esto es respaldado por la Ley 20.416, conocida como Estatuto Pyme o Estatuto de las Empresas de Menor Tamaño (EMT).

Este Estatuto, sin embargo, hasta la fecha no ha permeado el ámbito de las legislaciones específicas tales como la laboral, tributaria, financiera, sanitaria, medioambiental y energética, las que deben adecuar su normativa al concepto de discriminación positiva hacia las EMT.

Es hora de que las autoridades asuman que los problemas de la pymes son urgentes y que deben apurar el tranco.

Es cierto que el sector genera empleo, principalmente trabajadores por cuenta propia, que en realidad más que ser empresarios, en el sentido que la mayoría de las personas reconocen en el, son trabajadores que a diferencia de los asalariados, no cuentan con ingresos fijos, estabilidad, ni previsión, en resumen son “empresarios” super precarios.

La situación de las EMT no ha mejorado en los últimos años.

Los diferentes gobiernos “toman medidas”, hacen “planes”, crean “instrumentos”, todas estas iniciativas son válidas, pero que no van al fondo del problema.

Si de verdad deseamos tener Pymes fuertes, deben generar políticas públicas que permitan abordar en forma estructural las llamadas “asimetrías de mercado”, generar y proteger espacios de mercados “para los chicos”, permitiéndoles acceder al crédito y a costos similares a la gran empresa, facilitando su acceso a la información, al conocimiento y a la tecnología

Regular el funcionamiento de las empresas dominantes que impiden la competencia, reglamentar las relaciones entre empresas grandes y chicas, evitar que aumente la concentración económica de los mercados, son entre otras sin lugar a dudas las primeras tareas de la hora presente.

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