A un año del mayo chilote, uno de los mayores levantamientos sociales de la historia por los conflictos socio ambientales en Chile, no solo las causas del desastre ecológico que enfrentó el sur de Chile siguen sin ser esclarecidas, o quizás, asumidas por las autoridades, sino que además los únicos beneficiados son los mismos de siempre: los empresarios del salmón, quienes suman más de US$1.000 millones de capitalización bursátil en los últimos 12 meses.
Recapitulemos brevemente. En mayo de 2016, el sur de Chile, puntualmente la Región de Los Lagos y de forma especial Chiloé, vivió tres fenómenos que encendieron las alarmas.
El primero fue la mortandad y el desecho de varias miles de toneladas de salmones muertos por una floración del alga Afidoficea Chattonella sp, que en condiciones irregulares y desentendiéndose de los protocolos internacionales de manejo de residuos fueron arrojados frente a la Isla Grande.
El segundo, fue la presencia sin precedentes de marea roja, originada por el dinoflagelado Alexandrium Catenella, que afectó fuertemente a la mitilicultura y a los recolectores de orillas, y el tercero fue la masiva varazón de fauna marina en las costas insulares.
Nos concentraremos en las dos primeras que aparentemente no han podido ser conectadas entre sí, o al menos las autoridades no han querido hacerse cargo de dichas conexiones.
Ciertamente si la marea roja era previa al vertimiento de salmones (y de hecho lo era), y no fue la marea roja la que provocó la muerte de salmones, sino la Chattonella sp, pareciera ser que son dos hechos desafortunados, pero independientes. Lo que la autoridad pesquera se ha esforzado en ocultar es que la conexión es previa, pues es la eutrofización del mar o la abundancia de nutrientes en el mismo, provocado por los desechos del funcionamiento habitual de la industria del salmón, la que en definitiva fue el factor decisivo para la reproducción abundante y dañina tanto del alga Afidoficea Chattonella sp (que mató a los salmones), como del dinoflagelado Alexandrium Catenella (que provocó la marea roja).
Ahora bien ¿En qué medida esto podría beneficiar a la Industria del salmón, por mucho que ella sea la responsable?, para ello nos debemos remontar un poco más atrás, a fines del año 2015, cuando Victor Hugo Puchi, Presidente de la productora de salmones Aqua Chile, en una entrevista a Blomberg pidió la intervención del Estado para regular la producción de salmones, ya que el elevado volumen de producción, que conllevaba enormes problemas sanitarios y el uso desmesurado de antibióticos, estaba afectando de manera negativa el volumen de ganancia de la industria[1]. Nada muy nuevo viniendo del sector privado, tan liberal para concentrar ganancias y tan socialista para repartir pérdidas.
Aquel llamado de auxilio, no hubiese sido sospechoso si algunos meses después, a comienzos de 2016, y ante la ausencia de regulación estatal, no hubiesen empezado a morir salmones por toneladas, bajando forzosamente el volumen de producción. No obstante, hasta acá todo siguió pareciendo una de las tantas crisis sanitarias que lógicamente va a experimentar una industria que ni siquiera cuenta con los estudios de carga de los cuerpos de agua en las que produce (responsabilidad, por cierto, de SUBPESCA).
La noticia vino este 12 de abril de 2017, en el cuerpo de economía de El Mercurio[2]. A un año de la movilización popular en el sur de Chile, con miles de cesantes de la industria del salmón, pero también de aquellos cuya fuente de producción era el mar afectado por la marea roja, millones de peces muertos y con un territorio económicamente decaído, las salmoneras casi duplicaron su valor, alcanzando su nivel más alto desde 2010.
El valor bursátil de la industria en su conjunto subió un 96,67% y el precio de venta de sus productos hoy es casi el doble que en el período 2015-2016, obteniendo más de 1.000 millones de dólares de capitalización en lo que va del año.
Sin arrugas en el rostro, desde la salmonera Australis afirman que esto se debe en gran medida a los efectos del “bloom de algas” (floración de Chattonella sp), que no es otro que la mortandad de salmones. De ahí en más, fue echar a correr las leyes del mercado: a una baja violenta de la oferta y una mantención o aumento de la demanda, no podía suceder otra cosa que el aumento de los precios.
No seré yo el que diga que la muerte de los salmones fue provocada por la industria en pos de bajar intencionadamente el volumen de producción, invirtiendo la relación desfavorable entre oferta y demanda, aún cuando de hecho ese haya sido el balance final. Pero de lo que no cabe duda es una cosa: quienes pierden son las personas, la ciudadanía, el medioambiente; y quienes ganan, por cierto, son los empresarios salmoneros.
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