Al colegio no solo se va a estudiar

El eslogan se define como una fórmula breve y original que se emplea con propósitos comerciales, publicitarios u otros. En el ámbito comercial un buen eslogan se caracteriza por ser simple, conciso, tajante, directo, apropiado, ingenioso, impactante y difícil de olvidar.  

El problema surge cuando un eslogan es tan directo e impactante que se le otorga  una calidad de verdad y se le utiliza para argumentar defendiendo ideas que no siempre han sido suficientemente reflexionadas y sometidas a juicio. 

Es el caso del eslogan que surgió con ocasión de un recrudecimiento de la violencia escolar en algunos establecimientos de Santiago: “al colegio se va  a estudiar”  y que  muchos hicieron  suyo como una declaración de principios acerca del verdadero objetivo de la educación escolar, el éxito académico.

Las autoridades educacionales actuales afirman con énfasis que  estudiar es un mérito y debe ser premiado, lo que motiva hoy el proyecto denominado Admisión Justa. 

Pero al afirmar que al colegio se va a estudiar se procede pars pro toto, empleando una parte, el estudio. para designar la totalidad, que es el derecho de todos los alumnos a  una formación integral.

Todos los niños, exceptuando aquellos que nacen con daños cerebrales muy  severos, poseen un potencial intelectual espléndido, que se presenta como talentos que deben ser enriquecidos por las experiencias y las oportunidades y protegidos contra la vulneración.

Uno de estos talentos potenciales, pero no el único, es la inteligencia académica, que se refleja en el niño “estudioso”, que obtiene excelentes notas en aquellas áreas del saber que son medidas por pruebas estandarizadas.

Pero los niños aportan a la escuela un crisol de inteligencias:  artística manual y visual, musical, social, naturalística, deportiva, introspectiva, espiritual, digital, etc.,  las que se organizan en un perfil propio de cada niño y pueden alcanzar una gran expresión en aquellos con capacidades diferentes.

No todos los niños pueden ser medidos solo por su inteligencia académica, la que se expresa en los resultados de pruebas estandarizadas como el SIMCE o la PSU.

El éxito no pertenece solo a esa minoría que va a desayunar con el gobernante de turno porque obtuvo puntajes nacionales en la PSU. 

Hay niños que destacan tempranamente en arte, música,  baile, deportes, liderazgo social. Muchos de estos talentos son el material para  tener éxito en las carreras técnico profesionales y artísticas.

Este abanico de talentos  interpela al sistema educacional  exigiendo una educación no solo académica - pars - sino integral - toto - y comprometida con cada niño.

Es en esta integralidad de la formación del niño donde el sistema educacional chileno ha estado y sigue estando al debe.

No hemos respetado el derecho a una educación integral, igualitaria y que valore tanto lo académico como los oficios y la preparación técnica y artística, y es en esta deuda social donde las políticas públicas centradas en calidad educativa  deben poner la mirada.

En esta perspectiva,  tanto la afirmación de que al colegio “se va a estudiar” como el retorno a  la selección por mérito académico a través de admisión “justa”,  responden sin duda alguna a la necesidad de acoger a ese gran contingente de alumnos destacados en lo académico, pero esto es una parte del todo

No es posible que una autoridad educacional afirme que los alumnos se dividen en un grupo de estudiosos y un grupo de vagos sin mérito académico.

Un país honesto con sus niños tendría que invertir en colegios emblemáticos en lo deportivo, en lo artístico, en lo musical, en liderazgo, etc., porque todos los niños llegan al primer año de escuela con un crisol de talentos que esperan ser enriquecidos.

Indudablemente, en vez de seguir segregando, tiene mucho más sentido trabajar por una educación integral e igualitaria en todas las aulas, que desarrolle y enriquezca todas las capacidades, no solo las académicas, con énfasis en  los primeros 10 años de la vida, para así favorecer que cada alumno pueda ir gradualmente descubriendo sus intereses y sus habilidades para la vida.

Al finalizar cada año, el presidente de la nación debería sentarse a desayunar con decenas de chicos y chicas que han descollado en lo deportivo, las artes, la música, la literatura, la poesía, las ciencias, el voluntariado social, el artesanado y tantos otros ámbitos de lo humano gracias a haber recibido una educación integral, igualitaria y gratuita de gran calidad.

Este sueño es posible, fue una realidad la primera mitad del siglo XX, cuando la educación escolar estuvo en manos de los profesores normalistas, y hoy podría comenzar a germinar si se protege con políticas de Estado, con visión y con voluntad ajena a todo partidismo.

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