La inteligencia artificial (IA) se ha convertido en una realidad que llegó para quedarse. El impacto que tiene en la educación es cada vez más evidente, pues la IA está cambiando la forma en que enseñamos y aprendemos, desde la automatización de tareas administrativas hasta el desarrollo de entornos educativos. Sin embargo, este rápido avance tecnológico plantea importantes interrogantes sobre su impacto en la formación del conocimiento, especialmente entre los estudiantes en pleno proceso de aprendizaje. En nuestro rol de educadores, ¿cómo podemos utilizar estas herramientas para fomentar el pensamiento crítico de los estudiantes sin comprometer la esencia del proceso de enseñanza-aprendizaje?
La respuesta es compleja, ya que es necesario reflexionar profundamente porque debemos asegurarnos de que la IA se utilice como un complemento al aprendizaje en lugar de como un sustituto. Esto implica diseñar estrategias didácticas que fomenten la curiosidad, el pensamiento crítico y la resolución de problemas al mismo tiempo que aprovechamos las ventajas de la tecnología para enriquecer la experiencia educativa.
La Unesco reconoce que la inteligencia artificial ofrece el potencial necesario para abordar algunos de los mayores desafíos de la educación actual, innovar las formas de enseñar y aprender y acelerar el progreso hacia la consecución del Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS 4). Sin embargo, los avances tecnológicos implican una serie de obstáculos que, hasta el momento, han superado las discusiones políticas y las regulaciones. Según plantea Unesco, esta se compromete a ayudar a los Estados miembros a aprovechar el potencial de la IA en la Agenda de Educación 2030, asegurando que su aplicación en la educación responda a los principios fundamentales de inclusión y equidad.
Aunque la IA tiene muchas ventajas en la educación, su uso excesivo podría causar inconvenientes, especialmente para los estudiantes en formación. Si se acostumbran a depender de la IA para obtener respuestas rápidas y soluciones automáticas, existe la posibilidad de que pierdan la oportunidad de desarrollar habilidades como el análisis crítico, la interpretación de datos y la toma de decisiones informadas. Aprender a pensar críticamente es una habilidad crucial para convertirse en ciudadanos informados y capaces de enfrentar los desafíos de la sociedad actual.
Además, estar constantemente en contacto con la IA puede provocar que los estudiantes adopten una actitud pasiva hacia el aprendizaje, que podría significar que esperen que la IA haga el trabajo por ellos en lugar de esforzarse por comprender y aplicar las ideas por sí mismos. Esto puede resultar en conocimiento y comprensión superficial de los temas. Sumado a lo anterior, dado que no todos los estudiantes tienen el mismo acceso a tecnologías avanzadas y no reciben la orientación adecuada sobre su uso, existe el riesgo de que se amplíen las brechas de inequidad educativa.
"La tecnología no debe ser un sustituto del esfuerzo y la dedicación, sino una herramienta que acompañe el proceso de aprendizaje", dice Alicia Delibes, quien fuera educadora y miembro de la delegación de España ante la OCDE y la Unesco.
En consecuencia, es fundamental que como educadores enfoquemos nuestros esfuerzos en enseñar a los estudiantes no solo a usar la IA, sino también a desarrollar habilidades críticas que les permitan cuestionar, evaluar y complementar la información proporcionada por estas tecnologías. Solo de esta manera podremos garantizar que los estudiantes se beneficien de la IA y desarrollen las habilidades necesarias para usarla de manera ética y efectiva en el camino de la construcción de su propio conocimiento.
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