El verdadero debate: La necesidad de atraer a más jóvenes a las pedagogías

La postergación de la entrada en vigencia del aumento de requisitos para el ingreso a la pedagogía nos da tranquilidad, pero también nos insta a continuar reflexionando y proponiendo un sistema de admisión a esta importante carrera que valore aquellos factores que son realmente determinantes en la búsqueda de un desarrollo pertinente que permita contar con mejores profesores y profesoras en las aulas chilenas. La pregunta es si para aquello es determinante contar con estudiantes con los mejores puntajes en una prueba de admisión a la Educación Superior, o si es más relevante el compromiso social y ciudadano, o ciertas habilidades emocionales, o la capacidad de liderar el proceso de enseñanza.

Hay evidencia que respalda cada uno de los enfoques. Sin embargo, tenemos la convicción de que lo realmente importa es abrir nuevas posibilidades para que más personas se sientan llamadas e interesadas a estudiar pedagogía. Hay evidencia de que faltan docentes en las aulas en distintos territorios a lo largo del país, por lo que es más importante que nunca convocar a más estudiantes a un desafío fundamental. De no intervenir en esta realidad, en el mediano plazo, poco podremos hacer para fortalecer nuestro sistema escolar.

Sabemos que los mejores puntajes no necesariamente escogen una carrera de pedagogía y más bien suelen escoger carreras de más prestigio social, las que generalmente están asociadas a mejores remuneraciones. Sin embargo, también sabemos que para quienes tienen real interés en estudiar pedagogía el aspecto remuneracional no es el primer factor para tomar la decisión, sino más bien son variables sociales, de compromiso o de interés las que hacen que se opte por seguir la carrera docente.

La necesidad de revisar esta ley y su prórroga nos pone frente a la exigencia de repensar el nuevo contexto en que está la escuela chilena post pandemia, en la que se ha develado una gran problemática de salud mental, así como de convivencia, los grandes desafíos como la IA, el cambio climático, etc., pero también, de una cierta tristeza o sin sentido de algunos jóvenes respecto de estudios prolongados. Hay una serie de cuestiones necesarias de revisar para generar una respuesta pertinente, distinta y creativa y entender por qué la juventud no está eligiendo ser profesor y profesora, fenómeno que no solamente se observa en Chile, sino que en distintas partes del mundo.

Las pedagogías ya son a esta alturas -sin definir mayores exigencias de entrada a las y los estudiantes- las carreras más reguladas del sistema educativo superior chileno, ya que además de tener pruebas de ingresos como la PAES u otros mecanismos de evaluación o permanencia en programas alternativos de ingreso, las universidades están obligadas normativamente a hacer pruebas diagnósticas y levantar programas de acompañamiento para superar brechas que presenten los y las estudiantes en primer año. Asimismo, las y los estudiantes de pedagogía deben participar de la Evaluación Nacional Diagnóstica al final de la formación en octavo semestre, para luego integrarse a la carrera docente que cada cuatro años evalúa al profesorado. Estos procesos, con luces y sombras, generalmente se justifican en torno al valor social de la educación, pero también requiere una reflexión profunda sobre la sobrerregulación que, presente en las pedagogías, no la encontramos en otras carreras, todas ellas con su respectivo valor social. Esta reflexión resulta relevante por el estrés que genera en el sistema este proceso de revisión, que, a la fecha, no ha demostrado tener mayores resultados.

Por último, hay evidencia que muestra que los y las estudiantes con mejores resultados en pruebas estandarizadas tienen una mejor trayectoria académica, pero también hay evidencia que quienes no tienen necesariamente los mejores rendimientos académicos al ingreso, al segundo año o tercer año de formación alcanzan a sus compañeros y compañeras que entraron por vía regular de puntaje. Abanderarse por una de esas evidencias limita la posibilidad de discutir la mejor solución para el ingreso a la formación inicial docente. Al contrario, tenemos la convicción de que debemos revisar rigurosa y creativamente, más allá de modelos rígidos, la complejidad de lo que significa formarse como profesora y profesor, los desafíos de una formación de calidad y la necesidad que tiene el país de atraer a más jóvenes a esta hermosa carrera.

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