En medio de la vorágine digital que nos envuelve, el debate sobre el uso de los teléfonos móviles en las aulas se intensifica, debido a los problemas de atención y ansiedad que este dispositivo provoca en el contexto de aprendizaje. Recientemente, hemos sido testigos de casos de violencia que se gestan y proliferan en entornos digitales, mientras que algunos estudios vinculan el uso excesivo de dispositivos móviles con graves problemas de salud mental, principalmente entre niños y adolescentes.
En Chile, esta discusión ha llegado incluso al Congreso Nacional, donde se analizan dos propuestas para regular o incluso prohibir el uso de celulares en las escuelas. Y es que los datos respaldan la preocupación: Según un estudio de PISA en 2023, el 65% de los estudiantes de 15 años en países de la OCDE admite distraerse con dispositivos tecnológicos durante las clases, lo que afecta directamente su aprendizaje. Varios estudios ya nos alertan sobre el impacto negativo que los móviles tienen en el desarrollo cognitivo, la concentración y el proceso de aprendizaje de nuestros jóvenes.
Pero el problema va más allá de las aulas. Expertos -como el psicólogo Jonathan Haidt- señalan que la llegada masiva de smartphones en 2007 desencadenó una crisis de salud mental entre los jóvenes, con niveles de ansiedad y depresión sin precedentes. Sin embargo, aunque existe evidencia de una asociación entre el uso de tecnología y ciertos problemas de salud mental, es importante no simplificar el problema culpando exclusivamente a las pantallas. Factores como el contexto socioeconómico y el estrés familiar también juegan un papel crucial.
Enfrentar este problema requiere un enfoque multisistémico, que incluya educación digital, reforzamiento de habilidades parentales y una actitud seria de volver a valorar el juego en la infancia. Propuestas como retrasar la entrega del primer celular con acceso a internet hasta los 16 años, limitar el acceso a las redes sociales hasta la adolescencia, enseñar a los jóvenes a identificar qué aplicaciones son beneficiosas, y cuáles son tóxicas, y valorar el juego libre y social son medidas preventivas importantes.
Pero no podemos olvidar el papel crucial que desempeñamos los adultos. Debemos ser modelos a seguir y reflexionar sobre nuestros propios hábitos digitales. ¿Estamos utilizando la tecnología de manera equilibrada y consciente?
Es alentador considerar el potencial de la educación digital en positivo para ayudar a las nuevas generaciones a utilizar la tecnología de manera saludable y beneficiosa. Las tecnologías aportan mucho en la vida cotidiana y el acceso a ellas puede ofrecer un abanico de oportunidades para mejorar el aprendizaje si se utilizan adecuadamente. Existen políticas de Estado cuyo objetivo es promover el acceso a las nuevas tecnologías, entendiendo que, bien empleadas, éstas pueden ser herramientas poderosas para el desarrollo educativo. El teléfono móvil nos aísla a la vez que nos comunica y entretiene. Ahí radica la dificultad de su regulación.
En última instancia, si logramos retrasar el uso de tecnologías hasta entrada la adolescencia, revaloramos el juego libre en la infancia y trabajamos fuertemente los lazos sociales y comunitarios, estaremos reconstruyendo ese tejido social que el excesivo uso de teléfonos ha venido dañando en los últimos años.
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