"Profe, no encontré a alguien que me cuide a mi hijo, no voy a poder ir a la clase". Como la frase anterior, tengo cientos en mi cabeza. En general, siempre pienso en aquellas alumnas que también son mamás, dueñas de casa y sustento de su hogar.
Para ellas a veces la situación se torna muy pesada, haciendo de cada semestre casi un calvario. Pero lo importante es que más allá de lo dramático que pueda ser, no debemos olvidar que la mayoría son personas que le tratan de dar vuelta la mano al destino, aprovechando la oportunidad que les hemos brindado para que desarrollen su talento profesional. Y es que más del 70% estudia gracias a la gratuidad, de otra forma, no podrían.
Pero ¿basta la gratuidad para que ellos tengan un mejor futuro? Veamos algunos números: 59,2% de la matrícula de primer año en la educación superior corresponden a alumnos que optan por CFTs o IPs para estudiar una carrera profesional o técnica. Para este año fueron 318.473 matriculados. De ellos, la mayoría adquiere la gratuidad al estar dentro del 60% de condición socioeconómica más baja, según la ficha de protección social.
Si uno observa las cifras anteriores, es un mérito para el país el poder contar con una política pública que permita esta oportunidad, pues la educación es una determinante social del bienestar. Es decir, a mayores años de estudio mejor será el nivel socioeconómico en el futuro. Sin embargo, la educación es una condición necesaria pero no la única. Ejemplo de lo primero es que en los IP la deserción fue de 27,6% y en CFT de 29,5%, según cifras del informe de retención SIES 2019. Además, esa deserción es mayor en los primeros deciles o en aquellos jóvenes que tienen un bajo rendimiento PSU.
En definitiva, los datos nos muestran la importancia de considerar otros factores que ayuden a que las personas de los primeros deciles saquen sus carreras adelante. Y para ello, nuestro país tiene un importante avance en la materia; la forma de medir la pobreza -de manera multidimensional- es un instrumento que permite focalizar aún más las políticas públicas orientadas a superar ciertas carencias relacionadas al éxito futuro. Sacándole lustre a esta medición, sobre todo en las dimensiones de vivienda y entorno, por un lado, y redes y cohesión social, por el otro, es posible disminuir estas privaciones que, desde luego, son factores esenciales para que la educación superior sea un plus y no un lastre para nuestros jóvenes más vulnerables.
Atendiendo estas falencias, la gratuidad en la educación superior se convertirá en una real oportunidad para aquellos que inician su carrera profesional pensando en un mejor futuro para ellos y sus familias, logrando así la tan anhelada movilidad social.
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