El fin paulatino de los Liceos Bicentenarios anunciado por el ministro de Educación es una estocada directa al corazón de la principal vía de movilidad e inclusión social, que se traduce en bajar a miles de jóvenes de los patines que les garantizan mejores trayectorias futuras. Esta decisión política no es la primera que atenta contra una de las más exitosas políticas educativas de las últimas décadas, ya en el segundo gobierno de Michelle Bachelet (2015-2018) se redujo su presupuesto a cero y se quitó la coordinación nacional que apoyaba su instalación e implementación.
No obstante, estos lograron sobrevivir y en el segundo gobierno de Sebastián Piñera (2018-2021) se amplió su cobertura, llegando a 320, entre ellos, Liceos Técnico-Profesionales, Científico-Humanistas y Artísticos, distribuidos en todas las regiones del país. Más del 70% de ellos son de dependencia municipal o de un servicio local de educación que concentran altos índices de vulnerabilidad escolar. Es importante mencionar que no son instituciones altamente selectivas porque bajo la nueva Ley de Inclusión pasaron a conformar el nuevo Sistema de Admisión Escolar (SAE) que limita la selección académica.
En este sentido, es importante mencionar que muchos de estos liceos trabajan con estudiantes con promedios Simce bajo el promedio nacional, con necesidades educativas especiales y altos índices de vulnerabilidad escolar. Un ejemplo de esto es el Liceo Bicentenario Indómito de Purén, con un proyecto educativo orientado al desarrollo integral e intercultural con excelencia académica, que trabaja con 88% de vulnerabilidad social, 63% de alumnos prioritarios y 17% de ascendencia mapuche.
Por otra parte, un estudio de la PUC llamado "Análisis del Estado de Implementación del Programa Liceos Bicentenario de Excelencia (2014)" concluye que los resultados intermedios del programa han mejorado notoriamente (retiro, asistencia, reprobación, variación de puntajes Simce y PSU). Más importante aún, se constata que los Liceos Bicentenario están generando una revaloración y confianza en la educación pública. Por tanto, al fortalecerla, entregando una oferta de alta calidad, los padres modifican sus preferencias y trasladan a sus hijos desde instituciones particulares subvencionadas a las aulas estatales.
Revisemos otros datos que sustentan el alto impacto de los Liceos Bicentenario en la población estudiantil más vulnerable del país. Los resultados Simce de los Liceos Bicentenario rompen el paradigma de que una educación de calidad es privilegio del sistema particular pagado. Por ejemplo, en el año 2019 en el Simce de 8° Básico los Liceos Bicentenario aumentan su desempeño en 37,6; incremento significativo en todos los niveles socioeconómicos. Adicionalmente, logran un promedio de 290 con un máximo 350 puntos. En el Simce de 2° Medio del mismo año, siete Liceos Bicentenario superaron al Instituto Nacional. Por otra parte, los Liceos Bicentenario aumentan sistemáticamente sus resultados Simce y PSU. Un estudio de la Universidad del Desarrollo (UDD) demuestra que un alumno(a) bicentenario obtiene entre 20 y 50 puntos más en el Simce que un egresado de un establecimiento no bicentenario (Araya y Dussaillant, 2018). Además, en la última década algunos Liceos Bicentenario aumentan en 120 puntos su promedio lenguaje–matemáticas en la Prueba de Selección Universitaria (PSU).
Junto con lo anterior, el programa amplió su cobertura hacia liceos de Educación Media Técnico-Profesional, subsistema escolar que concentra en promedio 92% de vulnerabilidad, donde el 86% está adscrito a la Ley SEP y 91% está en la categoría de emergente, es decir, no han mostrado sistemáticamente buenos resultados educativos, de acuerdo con las mediciones que efectúa el Mineduc. Lo anterior demuestra que el programa se focaliza en sectores sociales prioritarios donde una educación de calidad se transforma en un potente motor de movilidad social. Además, entrega una oportunidad real de calidad y prestigio para más del 40% de la matrícula que opta por esta modalidad de enseñanza.
Así, a la luz de todos estos antecedentes, resulta evidente que esta política es altamente eficiente, contando con sólidos argumentos empíricos para conseguir que Hacienda apruebe una partida presupuestaria que permita su permanencia y fortalecimiento.
Por último, es relevante mencionar que los Liceos Bicentenario se configuraron como un programa gubernamental que promueve la calidad escolar e inclusión social, principios fundamentales de nuestro sistema de educación y que fueron las banderas de lucha de los movimientos secundarios (2006) y universitarios (2011), misma generación que hoy ostenta el máximo poder político de la República de Chile. A la luz de estos datos, no se entiende esta dicotomía ideológica que parece fundarse exclusivamente en subestimar una exitosa iniciativa diseñada por un adversario político y, peor aún, sin una propuesta alternativa que permita conseguir los mismos o mejores resultados.
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