La formación de nuevas generaciones de profesoras y profesores ha sido tema de interés especial en el ámbito de la investigación social y educativa durante las últimas décadas.
Diversas actualizaciones en los planes de estudio, en los requisitos para entrar y cursar carreras de Pedagogía y discusiones sobre la carrera docente misma son sólo algunos de los tópicos de preocupación. Múltiples debates emergen cuando aparecen nuevos resultados de evaluaciones docentes y distintas miradas buscan responder a la necesidad de mejorar la calidad de educación y de los procesos de enseñanza-aprendizaje que reciben niños, niñas y jóvenes.
Sin embargo, a pesar de este foco en que los jóvenes estudiantes de pedagogía comprendan el currículum nacional, las formas de evaluación, la didáctica de las asignaturas y los contenidos disciplinares que correspondan, las mejoras del sistema en su conjunto no son sustanciales.
Así, otro foco de la investigación social, ligada a lo que es la Sociología de la Educación y lo juvenil, viene a problematizar la formación universitaria, considerando distintas dimensiones de la vida cotidiana y del contexto político-social que influye en la construcción identitaria de los posibles futuros profesores y profesoras:
¿Quiénes están eligiendo estudiar pedagogía? ¿Por qué lo hacen? ¿De dónde vienen estos futuros profesores/as? ¿Cómo el contexto político y social impacta en la decisión de querer estudiar pedagogía? ¿Cómo influyen fenómenos como el estallido social o la crisis constitucional en la decisión de convertirse en profesor/a? ¿Cuáles son las principales necesidades que requieren estos jóvenes que están dispuestos a convertirse en docentes? ¿Qué esperan de la carrera docente y de las condiciones laborales futuras? ¿Por qué a pesar de las dificultades materiales y subjetivas de la carrera docente están dispuestos a cursarla?
Estas preguntas no resultan azarosas, si pensamos también en el déficit de profesores proyectado para el sistema educativo en un corto plazo y en el bajo interés en estudiar carreras de pedagogía (aun cuando existe una leve mejoría respecto a años anteriores). A esto se suma la fuga de profesores jóvenes en el contexto escolar.
El estudio de la condición juvenil ligada a la construcción de la identidad docente y de su respectivo quehacer puede ayudar a comprender no solo trayectorias biográficas, experiencias de vida o expectativas de la población joven, sino que también significaría abrir los espacios universitarios para realizar modificaciones ya no sólo ligadas a los planes de estudio o a la disciplinas a estudiar, sino que también a las necesidades sociales que las y los jóvenes hoy en día experimentan en sus territorios y biografías.
Por ejemplo, mirar la realidad con estos lentes puede empujar a las universidades y a los jóvenes a emprender un trabajo intergeneracional contundente y que a su vez ayude a construir espacios más democráticos no solo a nivel de universidades y carreras de educación, sino que también en los contextos escolares, donde la investigación también nos evidencia la dificultad de construir espacios con liderazgos democráticos y participaciones amplias de la totalidad de estamentos que lo componen.
Conocer el contexto actual de lo juvenil será una condición sine qua non para comenzar a transformar desde un nivel aún más profundo tanto la formación de profesores como también la integración de los jóvenes al mundo del trabajo, donde además aún hay mucho que mejorar para las y los profesores.
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