En los primeros dos años de la pandemia SARS-CoV-2, los establecimientos educativos (tanto escolares como de educación superior) debieron modificar su forma de funcionamiento, transitando de una modalidad históricamente presencial a una online, y posteriormente, en algunos casos, híbrida.
Esto hizo que los docentes tuvieran que modificar sus metodologías de enseñanza para así lograr el aprendizaje de cada uno de sus estudiantes.
Estas modificaciones implicaron la asistencia a jornadas de capacitación y actualización, lo que permitió que el paradigma de la clase tradicional mutara a uno más activo, en donde la innovación pedagógica estuvo presente y fue crucial en este período.
El uso de herramientas tecnológicas, como creación de cápsulas, uso de sitios web educativos y plataformas de conectividad comenzaron a ser parte del día a día del trabajo de los profesores. A su vez, el proceso de enseñanza-aprendizaje, que por años se caracterizó por ser centrado fuertemente en el docente, cambió su orientación permitiendo a los estudiantes ser los protagonistas de su propio aprendizaje.
Uno de los grandes cambios se caracterizó por integrar la tecnología y las metodologías activas a las aulas, en donde los profesores comenzaron a trabajar, por ejemplo, en base a ABP (aprendizaje basado en proyectos) o a realizar aulas invertidas (flipped classroom), siendo los estudiantes los responsables de gran parte de los módulos de clases.
Este 2022, los establecimientos educativos volvieron a la presencialidad apareciendo con esto la amenaza de que se tienda a regresar a las antiguas tradiciones que los establecimientos escolares utilizaron por décadas, en donde existe la posibilidad de perder rápidamente lo aprendido en la pandemia. Un ejemplo de esto podría ser el relegar nuevamente a los estudiantes a un rol secundario o a utilizar el pizarrón como herramienta principal y única del proceso de enseñanza. Lo anterior hace que sea importante resistirse y darle espacio a lo aprendido, relevando de esta manera el aprendizaje activo, para mantener de esta forma al estudiante como protagonista de su propio proceso de aprendizaje.
Algunos colegios han establecido la permanencia de las innovaciones pedagógicas que utilizaron en la pandemia. Por ejemplo, el Colegio Carmen Teresiano de La Reina señala que durante la pandemia se produjo un proceso de instalación y aprendizaje de usos de herramientas tecnológicas, tanto para las familias y estudiantes como para los docentes. Un ejemplo concreto es que la comunicación institucional ya no se realiza por libreta de comunicaciones, sino que a través de Classroom y por el correo electrónico institucional.
El colegio avanzó también en la implementación de recursos tecnológicos para el uso en la sala de clases, ampliando la cobertura de internet y el uso de dispositivos celulares como herramienta pedagógica que potencien el aprendizaje de sus estudiantes.
Como este establecimiento, hay muchos más que han integrado innovaciones a su funcionamiento cotidiano por lo que resulta importante que estos modelos se mantengan para así promover espacios de aprendizaje que sea óptimos y efectivos, especialmente en estos tiempos en que el desafío estará en comenzar a cerrar las brechas dejadas por los dos primeros años de pandemia.
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