Los resultados Simce de cuarto básico y segundo medio aplicados en 2022 son una tragedia con enormes impactos negativos sobre la adquisición de aprendizajes significativos, reflejados en un profundo descenso en matemáticas, y con un importante sesgo de género en contra de las mujeres. La principal explicación es, sin duda, el cierre sostenido de las escuelas durante la pandemia. En este sentido, es importante recordar que el Banco Mundial y el Mineduc, determinaron que los estudiantes que perdieron el 60% de clases presenciales aprendieron 40% menos que en un año académico normal, resultados que se incrementan por nivel socioeconómico y en colegios públicos.
Lo que impacta y molesta es que estos resultados pudieron evitarse o reducirse si tan solo las escuelas hubiesen retornado a clases cuando lo permitía la autoridad sanitaria. Recordemos que, en noviembre de 2020, cuando se permitió el retorno, tan solo 1.143 de más de 12.000 establecimientos escolares del país habían solicitado su reapertura al Mineduc. En este sentido, la experiencia de medidas exitosas tomadas en pandemias anteriores, con menos recursos económicos y tecnológicos, nos pueden dar luces.
En 1918 Nueva York enfrentaba con éxito la pandemia de la gripe española, una de la más devastadora en la historia humana, aplicando -entre otras medidas- un estricto protocolo sanitario en las escuelas que frenara la proliferación del virus y garantizara la entrega del servicio educativo. Si bien el ausentismo escolar aumentó considerablemente, en las escuelas se redujeron al máximo posible los periodos sin clases, lo que permitió, al menos, el avance de un grupo de estudiantes. Acciones del pasado con consecuencias del presente que debemos hacernos cargo.
Veamos el hoy. Sin duda, la Política de Reactivación Educativa Integral "Seamos Comunidad" del Mineduc va por el camino correcto al definir como ejes de acción la convivencia escolar y salud mental, la recuperación integral de aprendizajes, la mejora en las condiciones de infraestructura, la conectividad y transformación digital, y la retención de los estudiantes en el sistema educativo. No obstante, para no cometer el mismo error, lo que debemos hacer complementariamente es analizar qué políticas o programas luego del fin de otras pandemias fueron exitosos y qué se puede aprender y rescatar para la recuperación de los aprendizajes luego de la pandemia del Covid-19. Esto es, es sin duda, una tarea pendiente de los académicos e investigadores en la que no podemos perder tiempo.
En términos de salud pública, por ejemplo, al finalizar la gripe española se generó una mayor conciencia sobre la importancia de la salud y la higiene en el entorno educativo y algunos países tomaron decisiones: reevaluaron la infraestructura escolar para adaptarlas con un foco preventivo frente a emergencias futuras; promovieron desde el currículum la prevención de enfermedades a través de hábitos saludables y/o establecieron protocolos para el manejo de futuras situaciones de emergencia y acciones de coordinación con las autoridades sanitarias.
La educación sanitaria debe estar presente para generar cambios culturales y prepararnos para futuros pandemias que permitan mitigar consecuencias negativas en distintas áreas, como el aprendizaje.
Frente a la actual emergencia sanitaria que experimenta Chile por el auge de los virus respiratorios y el colapso de los centros asistenciales, es plausible afirmar que no aprendimos esta lección y que deberemos repasar la materia para aprobar el examen. Sobre todo cuando ya se volvió al uso de mascarilla obligatorio en los colegios y se evalúa el cierre de escuelas, extensión de las vacaciones u otras medidas que van en detrimento de la recuperación de los aprendizajes que hoy, más que nunca, debe ser prioridad para enfrentar el sostenido estancamiento de los resultados en el Simce de lenguaje y la baja estrepitosa en matemáticas.
Por último, es posible prever el futuro en base a los sucesos del siglo XX y las implicancias de la gripe española u otras pandemias similares, pero también gracias a los efectos del Covid-19 que ya observamos en los aprendizajes y en el desarrollo socioemocional de los educandos. Esto es suficiente evidencia para sostener con fuerza que la suspensión de clases debe ser la última opción, si de verdad queremos recuperar y reactivar los aprendizajes.
Los resultados del Simce muestran que, como adultos, no hemos sido capaces de diseñar una estrategia efectiva y coherente con el contexto para disminuir el impacto de la pandemia en la educación. Y nuestra falta de acción repercute directamente, en las futuras generaciones.
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