Una de las preguntas que no deja de llamarme la atención, y que se hace reiteradamente en los medios, es respecto a la evolución que tendrá la pandemia en nuestro país. ¿Cuándo será el peak? ¿Cuándo podremos volver a la “normalidad”? Algunos médicos han tratado de responderla, a partir de su intuición y experiencia de trabajo con otras enfermedades, mientras que algunos especialistas se han aventurado a dar pronósticos a partir de la escasa información disponible.
Dada la alta incertidumbre en el mediano plazo, una de las preguntas que debiéramos tratar de responder es si los pronósticos tienen alguna utilidad.
En primer lugar, analicemos algunos pronósticos que se han realizado. La Universidad de Tecnología y Diseño de Singapur pronosticó en el mes de abril que el Covid-19 debiera ser superado en Chile en el mes de octubre, con un peak de la pandemia alrededor del 20 de abril, nada más alejado de la realidad.
Ese mismo mes, el Dr. Felipe Collado presentaba un artículo respecto a predicciones sobre la expansión en Chile de la enfermedad a partir de modelos matemáticos. Señalaba que, con la información disponible al 28 de marzo, se podría esperar un máximo de 160.000 contagiados y de 2.188 nuevos contagios por día, en la actualidad tenemos más de 4.500 nuevos contagios por día.
También en abril, el Instituto para la Métrica y Evaluación de la Salud (IHME) de la Universidad de Washington, pronosticó entre 60.000 y 82.000 muertos para EEUU, lo cual se aleja también de la realidad, considerando que actualmente el número de fallecidos en ese país llega a más de 100.000.
Esa misma institución tiene una proyección actualizada del número de muertos en EEUU, que se estima en 131.715 al 1 de agosto (con un rango de 115.777 – 172.049 muertes). En Chile su pronóstico es de 11.273 muertes para el 1 de agosto, con un rango que va entre 3867 y 29.391 fallecidos. Es difícil aventurarse respecto al nivel de error que podría tener esa nueva estimación.
¿Qué hace tan difícil poder pronosticar a mediano plazo? Lo primero es la falta de información, entendiendo que al ser una enfermedad nueva, no se conoce exactamente cómo evolucionará.
Lo segundo, es que la evolución dependerá de una serie de factores, como las medidas que se adopten en cada país (como cuarentenas), las condiciones sociales y/o climatológicas de cada entorno y la colaboración de la ciudadanía, entre otros.
Por lo tanto, respecto a la pregunta inicial de la utilidad de los pronósticos, la respuesta es que efectivamente son útiles, pero principalmente en el corto plazo (una a tres semanas), donde tienen una mayor probabilidad de éxito los modelos (dada la alta incertidumbre).
Esto permite, por ejemplo, proyectar el número de casos críticos, el requerimiento de camas, el número de ventiladores, etc., para que la autoridad pueda tomar decisiones semanalmente.
Sin estas proyecciones, sería muy difícil ir anticiparse adecuadamente al requerimiento de recursos.
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