La urgencia de la preparación comunitaria frente a las emergencias

Cuando las sirenas de emergencia suenan, y el humo oscurece el cielo, ya es demasiado tarde para planificar. Las cifras nos confrontan con una realidad innegable. En los últimos 15 años, siete temporadas han quedado marcadas dentro de las 10 más catastróficas en nuestra historia, devastando cerca de 2 millones de hectáreas. Pero, lo más importante, costando la vida de cerca de 200 seres humanos, sin mencionar el daño en bienes, infraestructura y economía.

La tragedia de Viña del Mar en febrero de 2024 nos mostró el rostro más cruel de esta nueva realidad. En cerca de 8 horas, el fuego provocó la pérdida de 138 vidas. El impacto regional sumó la destrucción de alrededor de 9 mil viviendas y consumió más de 11 mil hectáreas, dejando cicatrices profundas en la comunidad de la región de Valparaíso. Lo más alarmante es que este tipo de eventos ya no requieren condiciones extremadamente inusuales para desencadenarse. Temperaturas elevadas, baja humedad y vientos moderados son suficientes para crear el escenario perfecto para una catástrofe. Pero lo que antes exigía semanas de condiciones adversas, hoy puede materializarse en pocos días.

Frente a este escenario, la preparación comunitaria se presenta como un elemento clave para mitigar el impacto de los incendios forestales. Cuando estos alcanzan un comportamiento extremo, ni la mejor brigada forestal o cuerpo de bomberos puede contenerlas sin una comunidad organizada, consciente y preparada. Más aún, cuando el incendio simplemente requiere evacuación, la organización y entrenamiento comunitario, y debida acción con los diferentes actores en el nivel local, resulta crítico al momento de desplazarse hacia una zona segura. Una operación cuyo único objetivo es salvar vidas.

Al igual que la humanidad, las emergencias han evolucionado, y aquellas a las que nos enfrentamos hoy requieren de una robusta integración horizontal. Es decir, que exista una corresponsabilidad social entre la comunidad, el gobierno local, y las empresas. Estas últimas a la hora de enfrentar contingencias son un aliado estratégico.

Un ejemplo de esto es la colaboración entre Entel y Desafío Levantemos Chile, quienes lanzaron el primer Centro de Operaciones para Emergencias (COE) móvil con conexión satelital. El proyecto se materializa en un camión diseñado para desplazarse a zonas afectadas con el fin de entregar conectividad a organismos estratégicos. De esta manera, podrán coordinar la logística en la entrega de ayuda. Esta alianza también fortalecerá un enfoque preventivo, de involucramiento y fortalecimiento de red preventiva mediante seminarios gratuitos dirigidos a comunidades en momentos en que no haya emergencias, entregando no solo tecnología, sino también compartiendo conocimiento sobre cómo actuar y organizarse ante una catástrofe.

El próximo incendio forestal de comportamiento extremo no es una posibilidad remota; es una certeza estadística que solo espera las condiciones adecuadas para manifestarse. Estas semanas hemos sido testigos de temperaturas sobre los 30° grados. Las olas de calor no tardarán en hacerse presente, y cuando lo hagan, la diferencia entre una tragedia y una emergencia controlada dependerá, en gran medida, de qué tan preparados estemos.

Chile necesita con urgencia una cultura de anticipación que fortalezca la mitigación, prevención y preparación, que trascienda la respuesta reactiva. No necesitamos solo participantes, sino que comunidades, instituciones gubernamentales, ONG y empresas que se involucren para crear y fortalecer una red integral, eficiente y efectiva en el nivel local.

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