Urgencia a la emergencia

Los efectos de la acción de la naturaleza en nuestro continente han dejado en claro que las medidas de contención, recuperación y de reconstrucción están sobrepasando las fronteras y su capacidad autónoma de respuesta.

Lo hemos visto en estas semanas con la destrucción generada por los huracanes que azotaron el Caribe y los dos terremotos que golpearon el corazón del territorio mexicano de manera terrible.  Un tema que conocemos de cerca.

Consecuencias devastadoras para la vida de las personas, los pueblos y las economías locales, al tratar de recuperar lo perdido. Y es que cuando el fenómeno es de tal escala y con resultados así de globales, entonces también debe haber una respuesta coordinada y contundente para prevenir los desastres y luego  trabajar en la reconstrucción.

Se insiste en que hablar de desastres naturales no es correcto. Claro que no, se trata de la evidencia y estragos por el descuido y daño con que hemos tratado nuestro planeta. 

Esto se ha debatido las distintas instancias internacionales. Sin ir más lejos,  en el último encuentro del Parlatino, que reúne a congresistas de Latinoamérica y el Caribe, trabajamos en acuerdos transversales para precisamente adoptar medidas que ayuden a enfrentar las emergencias a nivel regional.

Y en nuestro último encuentro de Eurolat, en San Salvador, los legisladores insistimos en la importancia de mantener el compromiso con la lucha contra el cambio climático y con el Acuerdo de París. Ante la autoexclusión de EEUU en esta materia, Europa y América Latina tienen que incrementar sus esfuerzos frente al calentamiento global.

Eso es lo  relevante, lograr coherencia en el resto de la región para generar mecanismos que permitan una adecuada acción en la emergencia.

Pero el trabajo no es sólo en la urgencia. En ello, la legislación es clave para generar reglas que promuevan buenas normas preventivas en materia de construcción, planificación urbana, dotación de recursos para equipos de rescate y una serie de otras áreas en donde se requiere que el Estado esté preparado y sepa cómo actuar.

Ello es particularmente relevante para un país como el nuestro, que en apenas unos años ha debido hacer frente a 24 catástrofes de este tipo.

Chile y otros países han impulsado leyes especiales en este campo, como es el caso del proyecto que crea la nueva Onemi o el que reemplaza a la Conaf, pero a la luz de los hechos de estos días, queda claro que nunca se está actuando con la velocidad y agilidad necesaria.

Hay que poner énfasis que esto no es catastrofismo ni sensacionalismo. Es simplemente aprender de los errores, de la experiencia y actuar con la mente puesta en salvar vidas. 

Solo poniendo estas cartas sobre la mesa, podremos sortear de manera exitosa estas manifestaciones de la naturaleza, que ya no son extraordinarias. 

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