En un contexto de inestabilidad nacional, regional y global, el 1 de noviembre de 2022 se celebraron nuevas elecciones en Israel. Escrutado más del 90% de los votos todo pareciera indicar que, luego de un año y medio, Benjamín Netanyahu volverá a ser primer ministro. Su partido –Likud- obtiene 32 asientos, en tanto que entre sus aliados el Sionismo Religioso tiene 14 y la ultra ortodoxia judía -representada por Shas y Judaísmo Unido de la Torá- suma 19. Todo da una ligera mayoría de 65 asientos en un parlamento que tiene 120 escaños.
Estos resultados constituyen una contundente derrota para las fuerzas centristas del país, representadas por el Partido Yesh Atid (Hay un futuro) del actual primer ministro Yair Lapid, que obtiene 24 escaños y se convierte en la segunda fuerza política, pero no alcanza a formar una coalición. Del mismo modo, el otrora glorioso Partido Laborista viene con una caída continua, alcanzando en estas elecciones solo cuatro diputados. Más desastroso es el panorama para la izquierda israelí, representada en Meretz, que en esta oportunidad no alcanzaría la votación mínima para ingresar a la Knesset o parlamento israelí.
De este modo, el giro hacia la derecha nacionalista y hacia la ortodoxia judía es evidente en Israel. El regreso de Netanyahu -en el poder por última vez de 2009 a 2021-, quien además está siendo investigado por casos de corrupción, muestra que existirá una creciente dificultad para abordar el problema palestino. Por su parte, estas elecciones consagran la victoria del sionismo religioso y de la ultra ortodoxia judía.
El primero con propuestas como instaurar la pena de muerte para terroristas, inmunidad para los soldados israelíes que cometen actos de servicio, anular los derechos del colectivo LGBTQ+, plena soberanía israelí en Judea y Samaria, esto es territorios de la Cisjordania que claman los palestinos para la postergada construcción del Estado palestino.
La ultra ortodoxia judía, en tanto, busca consolidar las leyes religiosas, lo que incluye el cierre de los espacios laborales y recreativos durante el shabat; la exclusión de hacer el servicio militar para sus hijos; la mantención de condiciones privilegiadas para las yeshivot o centros de estudios de la Torá.
El regreso de Netanyahu se da en contexto nacional marcado por las acusaciones de cohecho, fraude y abuso de poder en su contra, con el temor de que el nuevo primer ministro quiera fortalecer su liderazgo, limitando el rol de los otros poderes del Estado. A ello se suma el irresoluto conflicto con los palestinos, lo que muy probablemente llevará a crecientes situaciones de violencia en Jerusalén oriental y la Cisjordania, en parte como resultado de una ampliación de la política de asentamienos judíos en los territorios ocupados por Israel.
En el ámbito regional, hay que mencionar el conflicto con Irán, que parece agravarse día a día. En el mes de octubre, en un hecho que puede ser caracterizado como inédito e histórico, los Emiratos Árabes Unidos desplegaron un sistema de defensa aérea de fabricación israelí, mostrando la alianza militar entre Jerusalén/Tel Aiv y Abu Dhabi frente a las amenazas que representa Irán. Arabia Saudita, por su parte, ha advertido a Estados Unidos que el territorio saudita puede ser objetivo de misiles iraníes. Esto podría tener como consecuencia la adhesión de Riad a los Acuerdos de Abraham, esto es al reconocimiento oficial a Israel, como ya lo han hecho Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Marruecos y Sudán.
El nuevo premier tendrá que hacer frente a esta situación y a la amenaza regional que representa Irán, un tema prioritario para el Estado judío. Dados los vínculos pasados de Netanyahu con Putin, resulta difícil que apoye las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea. Sin embargo, en el contexto de un creciente involucramiento de Irán en la guerra en Ucrania, todo puede cambiar.
El líder del Likud ha señalado ya su disposición a suministrar armas a Kiev, al tiempo que ha criticado al presidente Putin, al que consideraba como un amigo y aliado. Además, deberá resolver sobre la petición de Kiev de transferir el sistema antimisiles a territorio ucraniano.
En suma, el regreso de Netanyahu como primer ministro de Israel se da en un contexto de cruciales desafíos nacionales, regionales y globales, que hacen presagiar una difícl gobernanza. Su coalición con la ultra ortodoxia judía y el sionismo religioso conformará un eje que dará prioridad a los temas nacionalistas y religiosos, postergando una vez más cualquier resolución del conflicto israelí-palestino.
Desde Facebook:
Guía de uso: Este es un espacio de libertad y por ello te pedimos aprovecharlo, para que tu opinión forme parte del debate público que día a día se da en la red. Esperamos que tus comentarios se den en un ánimo de sana convivencia y respeto, y nos reservamos el derecho de eliminar el contenido que consideremos no apropiado