Asombro es la palabra que mejor define los resultados de las elecciones generales celebradas en España. La segunda convocatoria en seis meses.
El triunfo , no absoluto eso sí, del Partido Popular ha cogido de sorpresa. Incluso a los dirigentes de esa colectividad que temían que la avalancha de casos de corrupción ,a la que se añade un espionaje del que aún no se precisa su alcance, podían dejar en las cuerdas a Mariano Rajoy.
Los socialistas, que esperaban que “el sorpasso” de la coalición Podemos-Izquierda Unida les relegaría a una tercera posición, están aliviados pero no contentos de los resultados. El candidato Pedro Sánchez tiene una dura papeleta ante su gente para mantener en pie su candidatura a la Secretaría General del PSOE. No es para menos. La pérdida de votos que se traduce en menos diputados no es aval para sentirse en la gloria.
El fracaso de la unión de Podemos con Izquierda Unida, heredera del comunismo español, ha representado en tan solo sólo seis meses la pérdida de un millón de votos. Un duro golpe para quienes pretendían e imagino pretenden liderar un cambio sustancial en un país con una crisis que se niega a ser derrotada. Pablo Iglesias y Alberto Garzón reflexionan sobre un matrimonio de conveniencia que a todas luces no fue aprobado por sus seguidores.
Tampoco puede cantar victoria Ciudadanos, el partido que surgió en Cataluña por iniciativa de Albert Rivera para responder a la fiebre independentista y malos manejos del Partido Popular.
Las preguntas aún sin respuestas del resultado de estos comicios que dejan a Mariano Rajoy la tarea de buscar apoyo para su investidura son muchas.
¿Cómo es posible que un partido político investigado por financiamiento irregular, con un tesorero procesado por pagar con dinero negro reformas de la sede de la agrupación en Madrid y estar vinculado a tramas de corrupción y con dirigentes encarcelados no sea castigado por los ciudadanos?
El Partido Popular, lejos de recibir un castigo es premiado con suficientes votos para aumentar sus diputados y senadores. Incluso en la Comunidad de Valencia, donde los trapicheos y oscuras maniobras para desviar fondos pueden dar lugar a libros de muchas páginas.
Ni por esas. Mariano Rajoy , el líder sin carisma, sin “llegada” a las masas, ninguneado por su promotor, el ex presiente José María Aznar, recibió la noche del domingo de elecciones, aplausos y vítores.
Los psicoanalistas tienen a partir de ahora trabajo para revelarnos el misterio: cómo millones de ciudadanos son capaces de no pararle los pies a la corrupción ni a los que la encubren.
Si la inmunidad por esos delitos se ha instalado en la conciencia de tantas personas es un asunto más que grave. Gravísimo.
El otro damnificado de estas elecciones son las instituciones que se encargan de encuestar a los ciudadanos con derecho a voto.
Horas antes todos los sondeos confirmaban el triunfo, lejos de la mayoría absoluta, del Partido Popular. El resultado obtenido superó en escaños lo que las encuestas habían pronosticado.
El resbalón de adjudicar a la coalición Podemos –Izquierda Unida el segundo lugar, desbancando a los socialistas obliga a un análisis profundo. Desde el 20 de diciembre, cuando se celebró la anterior elección, la agrupación progresista perdió un millón de votos. Se han quedado con 71 diputados. Los mismos que tenía.
Los líderes de Podemos debaten a puerta cerrada el “fracaso” de sus expectativas. El estancamiento en que se encuentran tiene de cabeza a sus dirigentes.
¿Resultaban muy audaces sus propuestas?
¿Hablar de “República” sigue siendo en España un asunto complicado de digerir?
¿Apoyar una consulta en las comunidades, una osadía, teniendo en cuenta lo ocurrido en el Reino Unido?
La crisis y sus consecuencias, caballo de batalla del programa de la izquierda, no han calado tampoco en el electorado más progresista, pese a ser los más perjudicados por los recorte sociales y la pérdida de puestos de trabajo.
Hay que recordar que Pablo Iglesias, que surgió como un toro miura en la plaza política española, fue moderando el lenguaje a medida que se acercaba el 26 de junio. De ser comunista convencido se transformó en socialdemócrata. Reconoció haber asumido ideas del peronismo y no dudó en calificar al socialista Rodríguez Zapatero…”como el mejor presidente de gobierno que ha tenido España” tras la muerte de Franco.
Estas confesiones provocaron desconcierto, en algunos, incredulidad en otros. En política hay que saber medir las palabras. Una lección que se obtiene con los años.
Muchas preguntas dejan estos resultados electorales.
Para el Presidente en funciones, ganador de esta segunda convocatoria, una dura tarea le espera. Convencer a algunos de sus adversarios que lo apoyen en los próximos cuatro años de legislatura.
Ni socialistas, ni el centro derecha Ciudadanos manifiestan deseo alguno de apoyo a Mariano Rajoy. Nacionalistas vascos y otros podrían hacerle el favor. Pero para formar un Gobierno estable se necesitan más aliados.
Ya se verá quién se rinde a los cantos de sirena.
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