La partida de Fidel hacia la eternidad ha remecido profundamente a quienes fuimos jóvenes en la generación de los 60, dejando honda huella aún entre quienes lo rechazan. Es el líder indiscutido que con su pensamiento y su acción provocó y acompañó más impulsos de cambio en América Latina y en África. Y quien más impactó en la reflexión y en el corazón de cada uno de nosotros.
Fidel nos conquistó cuando desde su pequeña isla enfrentó al imperio del Norte que lo subyugaba en lo económico y lo escarnecía en lo moral, rescatando la dignidad del pueblo cubano.
Cuba era la casa de remolienda de los gringos, donde se transaban cuerpos en el mayor burdel latino y dinero en mesas de juego controladas por la mafia “Y en eso llegó Fidel…” - como dice la canción de Carlos Puebla - combatiendo la corrupción de una dictadura consentida por el imperio y un modelo capitalista abundante en oropeles producto de la explotación de las riquezas de los países pobres, en nombre de la democracia y la libertad de comercio.
Fidel la liberó de ese yugo y plantó la bandera del “primer territorio libre de América” donde desarrolló un modelo socialista que en plena Guerra Fría debió esquivar intentos de magnicidio y amenazas de invasión territorial.
Interpretó así a tantos pueblos latinos que sueñan con independizarse de la lacra colonialista. Encarnó nuestro descontento y nos mostró un camino.
“Fidel, Fidel, los pueblos te agradecen/ palabras en acción y hechos que cantan” recitó Neruda en 1960 en su canción de gesta “A Fidel”. Le ofrece en esos versos una copa de vino chileno. “Está llena de tantas esperanzas/ que al beberla sabrás que tu victoria/ es como el viejo vino de mi patria: /no lo hace un hombre sino muchos hombres/ y no una uva sino muchas plantas;/ no es una gota sino muchos ríos;/ no un capitán sino muchas batallas”.
En un comienzo de su triunfo, algunos fuimos reticentes, enceguecidos por el fanal de la democracia estilo occidental, un sistema que hoy, con la corrupción que lo invade globalmente, deja al descubierto su incapacidad de funcionar como ordenan sus principios.Manipulado por quienes siempre ponen mayor énfasis en la libertad personal para acumular bienes que en la igualdad y justicia de compartirlos.Como la practicamos hasta ahora, es la cancha de los futbolistas estrella que deja a muchos esperando en la banca y a la mayoría, mirando desde las graderías.
Sin embargo, con el amargo aprendizaje de quienes hemos vivido en dictadura, seguimos idolatrándola y prefiriéndola a cualquier otro sistema. Y entonces los enemigos de Fidel nos interpelan, “ese líder cuya partida lloras, ¿fue un dictador o un demócrata?”
Los que amamos a Fidel nos negamos a pronunciar junto a su nombre esa palabra odiosa aunque en su patria haya partido único, prensa única, barreras para disentir.Por los enormes sacrificios que ha significado a su pueblo mantener el socialismo por casi sesenta años con el enemigo a las puertas de su casa, nos conforma que su Democracia Popular tenga un parlamento elegido desde las bases municipalesy permita crítica, como se ve en el premiado documental “El telón de azúcar”, de Camila Guzmán o en los textos de un Leonardo Padura.
¿Alguno acusa de dictador al Presidente de China, nuestro mayor comprador de cobre ? Desde que su país abrazó el “socialismo de mercado” es un aliado intocable aunque su administración luzca similares características y con mucho menos autocrítica. Se rechaza un país socialista pobre, pero se acepta uno rico emergente, integrado a la competencia capitalista mundial.
¡Ah! es que hay dictaduras y dictaduras, diremos. Quienes amamos a Fidel y su revolución, aclaramos, depende qué las originó, qué proyecto social las impulsa, qué las motiva. Es un insulto comparar a Pinochet con Castro. Aquel destruyó un proyecto de inclusión social y levantó uno para ricos (y para enriquecerse a sí mismo). Fidel nos hizo soñar con uno para todos.
La Cuba que deja Fidel tal vez no sea el sueño hecho realidad aún. Los humanos somos débiles y cuando contamos con derechos básicos y esenciales, como educación y salud, queremos más: esos bienes suntuarios que nos muestran las pantallas del mundo. Pero la democracia en labios de tantos vendedores de luces tampoco es la panacea, aunque sigamos creyéndole a Churchill cuando decía que “es el peor de todos los sistemas políticos, con excepción de todos los restantes”.
Y el socialismo conocido hasta ahora está atrapado entre la maraña administrativa y las fallas humanas, esperando también un perfeccionamiento.Por ahora, es difícil que reemplace al capitalismo porque es el egoísmo y no la generosidad lo que está en nuestro ADN. Como lo reveló el Che Guevara, es necesario que nazca “el hombre nuevo”, un hombre y una mujer que levanten la vista y piensen más allá de su ombligo.Tras tantos siglos de cristianismo, ¿por qué parece tan difícil de lograr?
Fidel ha partido dejándonos como ejemplo un camino trazado, la gran épica que escribió para su país y para el mundo durante seis décadas. Una obra comenzada cuyo desarrollo debe continuar para demostrar que un mundo mejor es posible.
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