La de este domingo en Brasil no es una elección más, no una elección presidencial cualquiera. Sin duda alguna la importancia de Brasil en el concierto latinoamericano es importante, su PIB nominal supera con creces el de cualquier otro país de la región y su influencia política y económica no es menor. Brasil en sí mismo es un continente, su autosuficiencia es tal que desde dentro pareciera que el resto de Sudamérica no existe, pero no es así, sus relaciones colaborativas, en particular con Chile -que junto a Ecuador, son los únicos países del subcontinente que no tienen fronteras con el gigante de habla portuguesa- son intensas y muy activas, por eso no puede ser indiferente para nosotros el balotaje entre Jair Bolsonaro y Luiz Inácio Lula da Silva.
Si bien las encuestas dan una leve ventaja al candidato del PT, salvo sorpresas se prevé una elección que bordeará el empate técnico, lo que pone en duda el resultado de la contienda. Pero el resultado no es la única incertidumbre que se instala en Brasil, el clima de crispación, los anuncios populistas y la posibilidad cierta de que Bolsonaro desconozca la derrota en el caso de que pierda con resultados muy ajustados son temas que hoy están en la discusión política y mediática a pocas horas del balotaje.
No puede ser más parecido el escenario previo al vivido hace justo dos años en EE.UU., cuando el derrotado candidato incumbente Donald Trump desconoció los resultados generando en forma inédita en la democracia más grande del mundo un clima de inestabilidad que incluso significó el asalto de sus partidarios al edificio del Congreso y la posición ambigua de un candidato que mantuvo en ascuas al mundo entero con sus declaraciones, denuncias falsas y políticas populistas, y que de volver al poder -como se ha anunciado- constituiría una verdadera amenaza internacional.
Los parecidos son evidentes, no se trata de pugnas entre proyectos políticos de izquierda o derecha, entre candidaturas que puedan presentar matices, de hecho Lula ha insistido en la urgencia que tendría su gobierno, en caso de ser electo, de concentrarse en el crecimiento de la economía y en la creación de empleo, como señal a un sector empresarial que sin gustarle demasiado ven en Bolsonaro el candidato natural por el cual deben inclinarse. Pero los empresarios no son los únicos que apoyan al ex militar del Partido Liberal, sectores evangélicos y las Fuerzas Armadas han sido claves en los sorprendentes resultados de la primera vuelta, que podrían inclinar la balanza a última hora precisamente en beneficio del actual presidente.
Sin embargo, pesa sobre Bolsonaro una serie de acusaciones que amenazan su impronta democrática y la de sus partidarios, como por ejemplo la declaración del diputado estatal de Goiás Amauri Ribeiro, quien llamó a los votantes del presidente Jair Bolsonaro a tomar las armas y participar en un golpe de Estado en el caso de que expresidente Lula ganara las elecciones este domingo, o la acusación que ha recibido de distintos sectores por los anuncios de acelerar los pagos de asistencia social de este mes en una semana clave de las elecciones con la excusa del propio presidente de que "los que tienen hambre no pueden esperar".
Casi 160 millones de brasileños podrían sufragar para elegir al presidente de la democracia más grande de América Latina, los restantes países de la región veremos con distancia aunque con preocupación lo que pueda ocurrir, los tiempos han estado demasiado revueltos en el mundo como para instalar aún más incertidumbre, y Latinoamérica necesita interlocutores reconocidos y respetados para trabajar por el desarrollo común, y no más populismos de uno u otro sector que lo único que dejan es aún más pobreza, autoritarismos vestidos de seda, estados de derecho amenazados e instituciones democráticas debilitadas por su propia ineficacia.
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