Hace algunos días comenzó a aparecer en diversos medios una noticia que llamó poderosamente la atención: Rusia habría descubierto enormes reservas de hidrocarburos en la zona del mar de Wedell, es decir, alrededor de la Antártica. Estas prospecciones arrojaron -según el parlamento británico- resultados prometedores, pues se estima que sería el doble de las reservas de petróleo que posee Arabia Saudita, pero con un gran problema, pues estaría en el área reclamada por Chile, Argentina y Gran Bretaña. La pregunta de toda esta encrucijada es ¿por qué Rusia se encuentra ahí y qué pretende hacer?
En primer lugar, debemos remontarnos al plano histórico. En 1959, mientras el mundo se encontraba en plena Guerra Fría, se desarrolló una reunión de alto nivel en Estados Unidos para tratar precisamente los temas concernientes a la Antártica, en donde 12 países (que habían tenido presencia histórica en sus costas, como Chile, o que habían desarrollado exploraciones en el siglo XIX y XX, como Estados Unidos o Gran Bretaña) se comprometieron y firmaron lo que hasta el día de hoy conocemos como Tratado Antártico.
Luego, dicho acuerdo evolucionó a una serie de reuniones y conversaciones que cimentaron la idea de que la Antártica es "un continente para la paz y la protección de sus recursos naturales", protegiéndolo de investigaciones que acarrearan un uso militar o de armas nucleares.
Bajo ese contexto, Chile siempre impulsó las ideas de conservación del medio ambiente antártico. Sin embargo, otros actores se caracterizaron por lo opuesto, como Rusia, que desde hace mucho tiempo veía al continente blanco como una oportunidad de extracción de recursos, pues se ha demostrado la existencia de minerales de todo tipo en el subsuelo, nodos de manganeso en el fondo marino e incluso de presencia de reservas de petróleo.
Obviamente que un descubrimiento de este tipo genera dudas sobre las intenciones de los rusos, que ya estaban trabajando en la búsqueda de nuevos yacimientos y que responde a sus acciones dentro del Sistema del Tratado Antártico, debido a que es de conocimiento público que su postura es de extracción, no de protección de los recursos naturales.
Otro factor fundamental a considerar es la ubicación de la reserva actualmente en cuestión, que se encuentra el mar de Wedell: zona de triple reclamación soberana entre Chile, Argentina y Gran Bretaña. Chile, por su parte, no abandonó sus intereses tras la firma del Tratado Antártico, pues señaló que mantenía esta área de reclamación (por ello, hasta el día de hoy tenemos integrado en los mapas nacionales el Territorio Chileno Antártico). Además, es necesario mencionar que la política de protección ambiental chilena en ese continente ha mantenido firme su curso, independiente del color político del gobierno de turno y eso ha sido reafirmado ante la noticia informada recientemente.
Considerando todas estas acciones, este potencial descubrimiento -en el que es probable que se realicen perforaciones, lo cual el acuerdo restringe completamente- pone en entredicho nuevamente la confianza de los 12 signatarios del Tratado Antártico: o la mayoría se sigue plegando a las materias de conservación de la Antártica o la actitud de Rusia -apoyada por otros estados como China, en cuanto a explotación, o Irán, en torno a la posibilidad de usos militares del continente-, comenzará a socavar los acuerdos del tratado de 1959.
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