Trump y sus primeros cien días

En un intento por adelantarse a los análisis políticos y periodísticos, el Presidente Donald Trump, siempre a través de su hiperactiva cuenta personal de Twitter, recientemente calificó como “ridículo” el plazo de cien días para medir la real capacidad de gestión de su gobierno. Y en muchos aspectos tiene razón, considerando el desempeño de presidencias anteriores, que lograron concretar sus principales objetivos ya entrado el mandato.

Sin embargo, este simbólico periodo sí ha servido para que Estados Unidos y el resto del mundo calibren con mayor precisión al nuevo Mandatario y la capacidad para cumplir sus promesas de campaña.

Tuvo un arranque cinematográfico con el retiro de EE.UU. del TPP, lo que causó un profundo impacto en el resto de los países asiáticos y americanos que apoyaban esta iniciativa de libre comercio. Pero fue el decreto que establece el inicio del proceso de construcción del muro fronterizo con México, lo que causó mayor impacto. Y aunque el Congreso acaba de rechazar incluir su costo en los próximos presupuestos federales, Trump no ha abandonado este proyecto y seguramente esperará hasta después del verano boreal para retomar las negociaciones con los legisladores demócratas y republicanos.

Asimismo, hemos visto dos importantes iniciativas que no logró concretar totalmente: la primera, el veto migratorio a siete países de mayoría religiosa musulmana, lo que le costó un duro enfrentamiento con los tribunales y segundo, el intento de eliminar por completo el llamado Obamacare, ya que en el Congreso no contó con los votos suficientes.

En este contexto, vale la pena no perder de vista que Trump sigue teniendo en mente las expectativas de los estadounidenses que votaron por él. Y por lo tanto, no sería esperable un cambio de rumbo significativo en torno al resto de sus principales promesas de campaña.

En el ámbito internacional, vimos que su postura inicial frente a la OTAN, en términos de llamarla públicamente una alianza obsoleta, cambió después de su encuentro con la Primera Ministra británica Theresa May, aunque ha insistido con el tema de que los países que integran la Alianza Atlántica deben repartir mejor la carga financiera.

Por otro lado, el hecho de que Trump haya ordenado bombardear Siria en represalia por el uso de armas químicas contra población civil, sin avisar ni pedir una autorización para el uso de la fuerza militar por parte del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, demuestra que para él este tipo de organismos no son relevantes. Y que, por el contrario, prefiere acciones más ejecutivas, en sintonía con su estilo empresarial.

El ataque a la base aérea siria y el uso de su mayor bomba no nuclear en Afganistán, más allá de los objetivos oficialmente declarados, se leen fácilmente como señales destinadas a países como Irán y Corea del Norte, aunque también Rusia y China han tomado nota.

De esta forma, estamos conociendo la nueva política exterior de EE.UU. a través de los hechos. Y al menos en primera instancia, deja entrever una suerte de “neounipolarismo” en términos de política exterior, más que una estrategia orientada a trabajar de manera conjunta con sus aliados.

Y si hablamos de Latinoamérica, claramente México ha sido el país que más ha concentrado la atención del gobierno de Trump. A lo que se suma, a cierta distancia, la situación en Venezuela, sobre todo tras el intento del gobierno de Maduro de despojar de sus atribuciones a la Asamblea Nacional. También es bueno recordar que Trump y el Vicepresidente Pence recibieron a Lilian Tintori, esposa de Leopoldo López, en la Casa Blanca, un claro espaldarazo a la oposición venezolana.

Brasil, Argentina o Colombia, hasta el momento, no parecen estar dentro de sus prioridades. Tampoco Chile, salvo el llamado telefónico que hizo a la Presidenta Bachelet para hablar de la crisis venezolana e invitarla a Washington.

De esta forma, a lo largo de estos meses hemos visto como Donald Trump se ha ido adaptando a nuevos escenarios. El Trump candidato, o incluso como Presidente electo, no es el mismo que el Trump ya instalado en la Casa Blanca. De una u otra manera, se ha ido adecuando a la realidad política interna y externa del país que dirige, enfrentando muchas veces el rechazo de las propias filas republicanas.

A pesar de lo anterior, él tiene claras sus ideas y trabajará por ellas. La pregunta es cuánta resistencia ofrecerán sus rivales en el ámbito político interno y de qué manera mantendrá en pie los vínculos con sus aliados.

“Hacer a Estados Unidos grande de nuevo”, tal como Trump lo ha explicitado, también tiene costos que deberá estar dispuesto a asumir hasta 2020.

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