"La evidencia científica acumulada es inequívoca: El cambio climático es una amenaza para el bienestar humano y la salud del planeta". Esta frase que, para los que nos movemos en el mundo de la ciencia, parece de perogrullo y que fue expresada en el seno del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), ha sido atacada por ciertos círculos dogmáticos.
No se trata de personas sin poder alguno o que su voz no sea ampliamente difundida desde una tribuna de las comunicaciones o la política. Sin embargo, dudo que sea su labor la que retrasa la necesaria acción mundial concertada y anticipatoria para la adaptación y la mitigación, acción mundial que juega con el punto de no retorno de una manera casi suicida.
El filósofo francés Bruno Latour, recientemente fallecido, llama en su libro "Dónde aterrizar" (2019) "quietistas climáticos" a los que "están confiados en que sin hacer nada, todo terminará por arreglarse". Y es que existe una culpabilidad íntima que nos afecta como sociedad, que nos termina volviendo indolentes. Latour realiza una radiografía de medio siglo y hace una descarnada caracterización de los ingredientes del panorama político: primero, una desatada explosión de las desigualdades; segundo, la casi total ausencia de regulaciones, y, finalmente, la planificada maniobra de negación del cambio climático.
Según el estudio Ipsos Global Advisor, que entrevistó a habitantes de 31 países a comienzos de 2022, el 68 % de los encuestados dijo estar preocupado por los impactos del cambio climático que ya se estaban viendo en su país. Sin embargo, Chile se eleva como el país de Latinoamérica con mayor preocupación (80%), en contraste de las consideradas economías del primer mundo, con porcentajes que en promedio oscilan en torno al 50%.
Profundizando más en la encuesta, a los habitantes del planeta hoy les preocupa mucho más la inmediatez de la economía (inflación, pobreza, desempleo, violencia, corrupción), relegando al cambio climático a un triste octavo lugar. Desafortunado, si pensamos que el 97 % de los científicos del mundo está convencido de la veracidad del cambio climático y que este ha sido producido por las actividades humanas.
En efecto, la evidencia científica apunta a que debido a la curva creciente de las emisiones de CO₂ y otros gases de efecto invernadero, la atmósfera y el océano seguirán calentándose, los mares del mundo seguirán acidificándose, los patrones de circulación atmosférica y oceánica global continuarán alterándose, la criósfera seguirá perdiendo hielo en todas sus formas y el nivel del mar seguirá aumentando. Las tendencias, basadas en observaciones y confirmadas por los modelos, se acelerarán si continúan las altas tasas de emisiones de CO₂ y otros gases de efecto invernadero.
La influencia humana en el clima es evidente y los cambios observados en este y en las concentraciones de gases de efecto invernadero son inequívocos. El cambio climático inducido por el ser humano ha provocado amplios impactos negativos, incluyendo pérdidas para las comunidades y la naturaleza, algunas de ellas irreversibles, como la extinción de especies.
Inevitablemente, debo dirigir la mirada desde Chile continental sudamericano a la Antártica. Las observaciones, los modelos y las evaluaciones globales describen cambios significativos en las dimensiones físicas y biológicas de la Antártica, tanto marinas como terrestres.
La influencia potencial más significativa de los cambios de la Antártica se producirá en la variación del nivel medio del mar y su influencia sobre las sociedades y la naturaleza en todas las regiones costeras.
Chile, la nación de mayor proximidad y directamente bajo la influencia de la Antártica, no puede decaer en sus esfuerzos por entenderla, modelar su comportamiento futuro y predecir su impacto en Chile sudamericano y el mundo. Bajo la lógica del electrochoque, debería movilizarnos el hecho de que, de acuerdo a datos del Centro Nacional de Datos de Hielo y Nieve de Estados Unidos (NSIDC), en febrero de 2023 la cobertura de hielo marino que circunda a la Antártica alcanzó el mínimo histórico de los últimos 45 años de registro satelital.
El famoso historiador alemán Philipp Blom señala en su libro "Lo que está en juego" (2021) que "el cambio climático es un proceso que solo llama la atención mediática por acumulación cada vez mayor de catástrofes espectaculares como marejadas, huracanes, sequías o diluvios". Blom profundiza su sombría visión de nuestra generación de Homo sapiens en una entrevista dada a revistasantiago.cl, donde dice textualmente: "Los cambios culturales ocurren a lo largo de generaciones, pero si las proyecciones científicas son correctas, solo tenemos unas pocas décadas para prevenir lo peor de una catástrofe que ya está sucediendo y que va a cambiar nuestras vidas profundamente. ¿Por qué es diferente esta vez? Porque nuestras tecnologías se han vuelto tan poderosas, que la presencia humana puede cambiar los sistemas naturales globales y porque este cambio es muy rápido. Ya no somos un niño de tres años con una pala de plástico, ahora somos un niño de tres años con una Kalashnikov; no más sabio, pero sí mucho más peligroso".
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