Campeones en la batalla medioambiental

En medio de tanto desastre con que la naturaleza nos castiga con frecuencia, ha pasado casi inadvertida una excelente noticia ecológica: el agujero en la capa de Ozono dejó de crecer. Según han revelado científicos preocupados del fenómeno, en septiembre de 2015, el agujero se redujo aproximadamente 4 millones de kilómetros cuadrados comparado con su tamaño del 2000.

Para quienes vivimos en el Hemisferio Sur, y en especial, en el Cono Sur, esto significa que ha disminuido el peligro de radiaciones solares ultravioleta que nos atacan desde hace más de treinta años, cuando se descubrió este fenómeno justo en el lugar de la atmósfera ubicado sobre la Antártica. Es decir, a las puertas de casa. Hoyo que deja pasar libremente radiaciones que pueden producir cáncer y dañar todos los tejidos celulares de seres vivos vegetales, animales y humanos.

Antes de saberlo, nosotras, las jóvenes de entonces, íbamos a la piscina o a la playa no sólo a bañarnos o nadar, sino también a ponernos de cara al sol para adquirir ese “tono fascinante” de la tez mate. Y como en aquel tiempo nadie sabía de los peligros de tanto soleamiento, no había protectores solares, nos tostábamos con aceite de coco (con lo cual nuestra sufrida piel literalmente se freía) y hasta con Coca-Cola… por su color café.

Apenas nos alertaron en 1987, dejamos de ponernos de cara al sol. Hoy cada vez son menos los jóvenes que se “tuestan” bajo sus rayos, o al menos no lo hacen sin embetunarse previamente de un protector solar de buen factor.

El gas Ozono nos provee del oxígeno indispensable para la vida en el planeta mediante una capa que cubre la atmósfera que respiramos y así nos protege de los rayos ultravioletas que emite el sol. Protección gravemente dañada  por sustancias destructoras del Ozono que el hombre ha puesto ahí con algunos de sus inventos tecnológicos: refrigeradores, aparatos de aire acondicionado, aerosoles de algunos desodorantes, lacas o insecticidas.

El mismo año 1987 en que se detectó esta falla varios países, incluido el nuestro, suscribieron el Protocolo de Montreal (equivalente al actual Acuerdo de París), lo cumplieron y hoy se ven sus resultados: disminuyó la emisión de las radiaciaciones ultravioletas del sol que dañan al Ozono y el agujero dejó de crecer.

Sin embargo, el investigador chileno Raúl Cordero, que desde hace cinco años lidera en la Universidad de Santiago (USACH) un equipo que monitorea este fenómeno, advierte que todavía falta mucho para que se detenga totalmente.

Pero es una buena lección para aquellas cabezas cuadradas como Donald Trump que hoy no suscriben el Acuerdo de París para limitar las emisiones que dañan el planeta. Chile destaca entre los países en desarrollo que más se han adaptado a los protocolos para detener el cambio climático.

Así lo presenta Al Gore, Premio Nobel de la Paz, ex Vicepresidente y ex candidato a Presidente de Estados Unidos, en su nuevo documental “Una verdad incómoda 2”. En el destaca la incorporación de Chile a los sistemas de energías renovables - principalmente la solar - como ejemplo de país en desarrollo.

El gobierno de Michelle Bachelet también demostró la firme decisión de defender el medioambiente cuando, pese a la renuncia de todo su equipo económico, apoyó al comité de Ministros  encabezados por Marcelo Mena, titular del Ministerio del ramo, que canceló un proyecto minero que ponía en riesgo la biodiversidad en nuestro Océano Pacífico. Y seguiremos haciéndolo: en su reciente discurso en la ONU, la Presidenta anunció que eliminaríamos las bolsas de plásticos en los sectores costeros para defender la fauna marina.

El cambio climático acelera los desastres naturales. Sus consecuencias las estamos viviendo aquí y en todos los puntos del planeta con sorpresivos aludes, inundaciones, sequías, huracanes e incendios.

Sin embargo, algunos empresarios codiciosos prefieren que el barco humano se hunda a invertir más para hacer sus proyectos sustentables, en concordancia con un desarrollo económico respetuoso y armónico con todos los seres que habitamos el planeta: vegetales, animales y humanos.

Cuatro años es un período presidencial muy breve para realizar las imprescindibles reformas al modelo que necesitamos. Quien suceda a Bachelet el próximo año debe ser alguien que continúe y profundice éste y todos los cambios ya iniciados y los que faltan para tener un país amigable con el medioambiente y socialmente justo con todos los ciudadanos.

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