Co-escrita con Misael Cuevas, presidente de la Federación Red Apícola Nacional
El pasado 20 de mayo se celebró el Día Mundial de las Abejas, instancia que estuvo marcada por un llamado a la acción global, con miras a apoyar la producción agrícola sostenible y poner de relieve la importancia de proteger las abejas y otros polinizadores, considerando el rol que cumplen para la salud de los ecosistemas y nuestra seguridad alimentaria.
La gran mayoría de los polinizadores son silvestres, incluyendo más de 20.000 especies de abejas y muchos tipos de mariposas, aves, murciélagos y otros insectos. Sólo en Chile se han registrado 463 especies de abejas, siendo 70% de ellas endémicas, y otras 90 especies de polinizadores. Estos seres polinizan 90% de las plantas silvestres en flor en todo el mundo, facilitando tanto la regeneración forestal como la provisión de diversos servicios ecosistémicos esenciales para biodiversidad y la especie humana.
Además, cerca del 75% de los cultivos mundiales que producen frutas y semillas para uso humano dependen, al menos en parte, de los polinizadores; contribuyendo así al 35% del total de la producción agrícola.
Sin embargo, en muchas zonas, la abundancia y diversidad de las abejas, los polinizadores y muchos otros insectos están en peligro. La mayoría de los factores responsables de esta situación son provocados por el ser humano. El monocultivo intensivo, el uso inapropiado de plaguicidas, el cambio en el uso de suelo y los incendios forestales, entre otros, plantean graves amenazas al reducir sus alimentos y sitios de nido, exponerlos a sustancias químicas nocivas y debilitar sus sistemas inmunitario.
Como prueba de aquello, los incendios forestales ocurridos en Chile durante el verano afectaron gravemente el rubro apícola. De acuerdo con cifras de Indap, al mes de marzo se catastraron un total de 67.863 colmenas pertenecientes a 1.005 apicultores entre las regiones del Maule a La Araucanía, siendo afectadas por el incendio 56.976 lo que representa 84% del total.
A causa del cambio climático, los escenarios variables y extremos serán cada vez más frecuentes y, por ende, urge la necesidad de avanzar hacia la transformación de sistemas productivos más resilientes que puedan garantizar no sólo la sobrevivencia de las abejas y polinizadores, sino que también resguardar el papel que cumplen para los medios de vida de las poblaciones rurales.
Las abejas y la apicultura nacional están fuertemente ligada a la agricultura familiar campesina e indígena, y tienen un rol fundamental en sus medios de vida, en la creación de empleos y la nutrición. Los apicultores ofrecen diversos productos que tienen por destino al mercado nacional e internacional. De todos estos productos, sin duda el más reconocido es la miel. Debido a su diversidad floral, sus cualidades organolépticas y sus propiedades medicinales, la miel chilena es reconocida por sus características únicas a nivel global, siendo exportada a países de Europa, Asia y Norteamérica.
El sector apícola chileno posee un enorme potencial que requiere del apoyo del sector público y del privado, especialmente para su fortalecimiento y recuperación tras la catástrofe originada por los incendios forestales.
En esta línea, se valoran instrumentos y políticas como el Plan Estratégico de Desarrollo Apícola 2030, la creación de la Ley Apícola Chilena y la movilización de recursos del Gobierno destinados a la reconstrucción. Asimismo, la realización del 48° Congreso Mundial de Apicultura Apimondia en septiembre de 2023, el cual tendrá su sede en Santiago, reunirá a científicos y apicultores de todo el mundo en miras de establecer un encuentro de diálogo y trabajo colaborativo para una apicultura sostenible. La FAO también está trabajando con el Ministerio de Agricultura y con el sector apícola para fortalecer este importante rubro, a través de la iniciativa global "Un País, Un Producto prioritario".
Dentro de los desafíos que se plantean para el sector está la necesidad de avanzar hacia una planificación sostenible de los territorios, fortalecer la asociatividad, buscar una mayor profesionalización del rubro, integrando capacidades, tecnología e innovación.
Asimismo, desarrollar estrategias que viabilicen la diferenciación por calidad de los productos de la colmena a nivel internacional y su posicionamiento en el mercado interno y por, sobre todo, relevar la apicultura como factor productivo clave en los sistemas silvoagropecuarios vía polinización y por su impacto en mejorar la disponibilidad de alimentos para el país.
Por último, se requiere una mayor protección y conservación de las especies polinizadoras nativas, resguardando su entorno natural, y promoviendo la restauración de paisajes que permitan su conservación.
La invitación es a repensar nuestra relación con la naturaleza, trabajar conjuntamente para resguardar la biodiversidad y apoyar a los agricultores familiares, y promover una producción agrícola respetuosa y sostenible para proteger a los polinizadores y a los medios de vida que respaldan.
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