La crisis ambiental y la pandemia son un enorme desafío para las ciencias y el conocimiento. Estas son, sin duda, temáticas de mucha relevancia para la nueva Constitución que se está redactando. El gran impulso a las ciencias, las tecnologías y la innovación que requiere nuestro país se hará en los próximos años, en una época post pandemia, donde se deberá hacer frente a sus consecuencias sanitarias y socioeconómicas. Y todo ello en un contexto de agravamiento de impactos negativos provocados por el calentamiento global.
Avanzar hacia una sociedad sustentable, equitativa y resiliente son objetivos relevantes. Chile tiene enormes potencialidades para hacer frente al cambio climático, entre otras, por medio de la industria del hidrógeno verde, el litio, la eficiencia energética y las energías renovables. Se requiere un marco legal adecuado, respaldado desde la nueva Constitución, para que la producción de conocimiento e innovación rinda sus frutos en estos y otros ámbitos del desarrollo sustentable.
El presente artículo recoge algunas de las ideas principales expuestas en el seminario web "Conocimiento, emergencia climática y nueva Constitución", organizado por las Vicerrectorías de Postgrado e Investigación Desarrollo e Innovación, de la Universidad de Santiago de Chile, en el marco de la iniciativa Usach Constituyente, donde se discutió la relevancia del conocimiento en los desafíos futuros del país y cómo debe estar incorporado en la redacción de la nueva Carta Magna.
La importancia de las universidades en el conocimiento, de la institucionalidad científica, de la orientación democrática y sustentable en el desarrollo del conocimiento y el marco en que se debaten estas cuestiones en la Convención Constitucional, fueron parte de las tesis abordadas.
Para el Dr. Juan Manuel Zolezzi, rector de la Usach, hay que destacar el rol histórico que tienen las universidades en la producción y reproducción del conocimiento. Desde el siglo XIII hasta la actualidad, las universidades han sido cuna del saber, produciendo y divulgando el conocimiento. Esta dedicación ha permitido, en el último siglo, una evolución científica y tecnológica que se ha ido transformando con una rapidez inusitada. Ciertamente, este progreso involucra cambios a nivel político, económico y social, tal como señaló Claus Schwab, fundador del Foro Económico Mundial en su libro La cuarta revolución industrial: "este proceso no solo cambiará lo que hacemos sino también lo que somos".
La universidad del siglo XXI, además de formar a las nuevas generaciones, con las competencias necesarias para enfrentar los requerimientos futuros, ampliar los campos de investigación y responder a los nuevos desafíos, tiene el reto de saber adaptarse a esas tendencias, reafirmando su fundamental rol para aportar al desarrollo del país, sus territorios y sus habitantes.
Efectivamente, la principal institución en que se trabaja en torno al conocimiento en el país es la universidad, especialmente las universidades completas y complejas, que realizan investigación y tienen sólidos postgrados. El aporte de las universidades a la productividad científica de Chile es enorme. El 82% de las publicaciones científicas del país se produce en las universidades, a su vez estas instituciones participan con 58% de los subsidios a la innovación y emprendimiento Corfo. A pesar de ello, estamos en deuda con la inversión en ciencia y tecnología. Chile destina sólo el 0,35% de su PIB a esta área, en tanto el promedio de los países de la OCDE es de 2,42%, es decir, 7 veces más que nuestro país.
Sin ciencia, sin tecnología y sin innovación no podremos llegar a ser desarrollados, por lo tanto, es algo que debiera contar con un marco normativo robusto desde la nueva constitución.
Para el Dr. Servet Martinez, matemático y Premio Nacional de Ciencias (1993) la pregunta es: ¿Dónde estamos y dónde deberíamos ir en materia de ciencias y conocimiento?
Hoy enfrentamos problemas y desafíos a niveles planetarios que son enormes y que tienen fuertes repercusiones locales. Por otra parte, disponemos de herramientas científicas y tecnológicas que son colosales, y muchas de ellas se fueron realizando con el mismo espíritu que llevó al desarrollo industrial de estos últimos siglos, vale decir, con lo mismo que, quizás, creó muchos de estos problemas.
Se trata de dualidades importantes, junto a otras que se han ido extremando. Una de ellas es que cada vez estamos, y hemos construido, en un mundo más virtual, gracias a las tecnologías. Y ese mundo cada vez más virtual es despertado y golpeado por catástrofes muy tangibles, por lo que la virtualidad y la realidad se encuentran en tensión permanente. Y la ciencia y las tecnologías, con el mundo industrial; las herramientas para resolver y las herramientas que promueven problemas, también se encuentran en una dualidad muy dinámica y juntas avanzan conjuntamente.
¿Qué podemos hacer frente a esto? Lo primero es comprender y reflexionar, con bases educacionales y culturales muy fuertes, ¿dónde estamos? Comprender bien estos desafíos y enfrentarlos con las mejores herramientas que podamos tener. No podemos desechar ninguna herramienta. Y en esto, por supuesto, la ciencia tiene mucho que decir, en términos de ciudadanía y de profesionalismo.
Los problemas exigen formar pensamiento científico, que pueda experimentar ampliamente, en todos los niveles y en todas las edades, con conocimiento científico que pueda ser guiado por un liderazgo profesional muy claro, muy profundo. El entusiasmo del conjunto de la población debe ser incitado y, al mismo tiempo, encauzado, de una manera que pueda ser fértil a largo plazo. ¿Y por qué tiene que ser encausado por cierto liderazgo con conocimiento científico profundo? ¿Por qué este profesionalismo tan exigente? Creo que la razón más importante es que quien no ha investigado no conoce la experiencia que produce el llegar a conocimiento nuevo, no conoce las dificultades, no conoce los errores que se producen, no conoce cómo enfrentar estos errores.
Y esto que es tan necesario para el conocimiento. El manejo de estos errores, el manejo de esta experiencia y de estas dificultades es lo que le da valor y permite construir conocimiento nuevo. Es por eso que se necesita un liderazgo científico muy práctico, muy profundo, de gente que haya hecho conocimiento nuevo. Y es por eso que junto al derecho al conocimiento, para mi es tan importante la calidad de la práctica científica y el manejo de los errores.
En este sentido, las agencias estatales como ANID, que depende del Ministerio de Ciencias, cumplen un rol, pues siempre se habla de hacer políticas de Estado, pero nunca se da valor y ni se fortalece a las instituciones que pueden hacer esto posible y sin las cuales esas políticas de Estado son solo palabras. Esas agencias técnicas y profesionales son las que permiten la política de Estado, permiten dimensionar tales políticas y darles estabilidad y muchas veces nada tienen que ver con los ministerios que las cobijan.
¿En qué ministerio están las investigaciones geológicas en EE.UU.? El Instituto de Investigación Geológica de Estados Unidos. ¿De quién depende el CNRS francés o la NCF en Estados Unidos o la National Health Service en Inglaterra? ¿De qué ministerio depende? En realidad, no se sabe bien. Los ministerios cambian, esas agencias profesionales se proyectan en el largo plazo, duran 50 o 100 años. Los ministerios en cambio pueden durar, cambiar, cada 5 o 10 años.
Esto es relevante porque las ciencias y la tecnología tienen dos características muy importantes:
a) Son intensivas en capital. Probablemente son riquísimas, en el sentido de capital nuevo
b) Necesitan masas críticas importantes, conectadas a la ciencia internacional y a los desafíos del país. Para darle dimensión se necesita inversión en ello
El problema es que en Chile ésta es bajísima: toda la investigación que se hace en el país, su producción, papers, es aproximadamente un tercio o la mitad de lo que se hace en un estado muy pequeño de Estados Unidos, en Iowa. Toda la investigación que se hace en Chile es el presupuesto de la principal universidad de Iowa. ¿Qué es lo que sacamos de ahí? Que la única manera que tiene el país para promover la ciencia y la tecnología, es la colaboración de las universidades y los institutos de investigación. Y construir de facto, de hecho, instituciones que tengan masas críticas importantes, que dispongan de capitales importantes y que tengan liderazgos y gobernabilidad claros. Es la única manera de crear instituciones que puedan producir conocimiento significativo en las áreas de los grandes desafíos.
Finalmente, el desarrollo de la ciencia es variado. Por ejemplo, en Corea del Sur, que es uno de los ejemplos que se coloca, que tiene mayor porcentaje en PGB dedicado a la ciencia y tecnología, la mayor parte de la investigación se hace en las mismas empresas. No existen círculos virtuosos entre empresas y universidades. Hay otros países que también son líderes, con fuerte inversión en ciencia y tecnología, y la usan para el desarrollo de sofisticada ingeniería en temas de defensa. ¿Es eso lo que queremos? Chile tiene que resolver cómo quiere desarrollar su ciencia y su tecnología, donde va a colocar los énfasis.
Y la única manera de hacerlo es echando a andar las cosas, es echar a andar programas prácticos, bien dimensionados, bien financiados, con gran profesionalismo y que involucren probadamente al conjunto del país.
El conocimiento, la ciencia y la tecnología no son neutros, ya sea por el uso social o por los impactos, toda forma de conocimiento tiene implicancias éticas y políticas de acuerdo a la visión del Dr. en Sociología Cristián Parker G. A veces las consecuencias de la ciencia y la tecnología son involuntarias o no queridas, sin embargo, a veces son decisivas. Por ejemplo, la minería, que en Chile es tan relevante, tiene importantes impactos ambientales.
La idea sería buscar superar este modelo extractivista chileno lo cual requiere mucho conocimiento e inteligencia. Ellos nos permitirán avanzar en formas productivas más limpias en minería y recursos extractivos y, por otra parte, nos permitirán reinvertir esos ingresos y ganancias de esa minería y producción extractiva más limpia en mayor conocimiento, incrementando el valor agregado de las exportaciones.
La nueva Constitución debe poner a la ciencia y a la tecnología como algo fundamental para el desarrollo del país. Sin embargo, se debe hacer en su adecuada dimensión, con una concepción que supere el cientificismo, la tecnocracia y la mercantilización. Necesitamos más ciencia y más tecnología, pero no por sí mismas, sino para incrementar el desarrollo humano y la sustentabilidad. Actualmente, el sistema de productividad de ciencia y tecnología está capturado por una concepción mercantilizada, hay que superar esa perspectiva. Es urgente, como se ha dicho, enfrentar temáticas de impacto planetario, como el cambio climático, que también tienen un impacto tremendo a nivel local, pero la mitigación y adaptación requieren cambios no sólo tecnológicos sino también institucionales, de políticas públicas y cambios culturales.
Y allí el conocimiento, la ciencia y la tecnología tienen algo importante que decir, para avanzar hacia una sociedad más verde, sustentable, ecológica y solidaria con la humanidad y con la naturaleza. Necesitamos ciencia, tecnología e innovación pertinente, integral, que tome en consideración la complejidad, la multidimensionalidad de la realidad y también las necesidades de las mayorías y de la naturaleza. Necesitamos innovación que sea también social, que esa ciencia y tecnología vayan de la mano con el respeto de los derechos, el respeto a la dignidad y el respeto a la diversidad.
Pero no podemos seguir dependiendo exclusivamente de la tecnología que viene de afuera. Tenemos que generar nuestra propia innovación, nuestra propia tecnología. No podemos seguir exportando materias primas sin valor agregado. Todo el sistema de conocimiento e innovación, todo el sistema educativo y universitario, la institucionalidad pública y privada, deben ser reformadas, transformadas, para adecuarlas a estos requerimientos. Esto necesita un apoyo normativo y legal que provenga de la nueva Constitución.
Un ejemplo virtuoso de ciencia que no se hace siguiendo los dictados del mercado es la astronomía en Chile. Se han aprovechado las ventajas comparativas que tienen los cielos de Chile con gran inversión extranjera estatal y privada. Lentamente, recién ahora, se ha ido abriendo a la comunidad científica chilena, han ido surgiendo más investigadores, incluso carreras. Es decir, se ha ido gestando una masa crítica. Lo interesante es que allí han confluido esfuerzos internacionales y nacionales, inversiones y subsidios, no todo sometido a los concursos y a la oferta y demanda. El estímulo a la investigación no va principalmente a la competitividad de investigadores individuales o a financiamiento por concurso de becas doctorales u postdoctorales. En países desarrollados existen grandes programas de apoyo público a Centros de Investigación Avanzados. Entonces es otra concepción que, precisamente, no es está guiada por el mercado.
Finalmente, como lo ha estudiado muy bien la Ciencia Política y la Sociología del Conocimiento, todo conocimiento es poder. Necesitamos una perspectiva que promueva el conocimiento democratizador, con una perspectiva inclusiva, transparente, crítica, liberadora. Que el conocimiento no sea apropiado por unos pocos, para dominar a las mayorías. Hay que respetar todas las formas de conocimiento, hay que generar un diálogo de conocimientos, hay que reconocer otras formas de conocimiento: el conocimiento tradicional, la sabiduría de los pueblos indígenas, etc. Todo esto se da también en el marco de esta sociedad intercultural, que es una sociedad a la que también debemos apuntar a construir. Todo ello debe ser reconocido, de alguna manera, en la nueva carta fundamental.
Para enfrentar la crisis climática, el conocimiento es fundamental. Por ello, para la Dra. Cristina Dorador, convencional constituyente, ha sido clave que en la Convención se haya instalado la Comisión de Sistemas de Conocimiento, porque se ha considerado muy importante abrir un espacio para hablar abiertamente y de forma profunda sobre cómo repensar Chile, desde el conocimiento y desde la evidencia.
A la idea inicial se le unieron Cultura, Artes, Humanidades, Patrimonios, Ciencia y Tecnología. De esta manera se cuenta con un espacio único que nunca se había tenido en nuestra historia a nivel constitucional, para tratar estos temas.
Los principales tópicos en esta materia, que deberán quedar reflejados en la redacción de la nueva carta Magna, tienen que ver con Institucionalidad, Gasto Fiscal, Presupuesto, Fomento y Políticas Públicas de largo plazo en Conocimiento, Cultura, Ciencia, Tecnología, Comunicaciones, Artes, Patrimonios y Humanidades. Junto a ello, el rol del Estado en estas áreas y la necesidad de establecer el derecho a participar en la vida cultural, en el desarrollo del conocimiento y sus aplicaciones y a gozar de sus beneficios. Todo lo cual arrana de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
En el debate constitucional también se incluye la democratización y acceso al conocimiento, la libertad de investigación científica y de toda creación artística y creativa; el derecho a la protección contra los usos indebidos de la ciencia y la tecnología, y el derecho a la protección de intereses morales y materiales de las producciones científicas, literarias, artísticas y culturales, todo lo cual es clave para tener una sociedad mucho más formada y que desarrolle su pensamiento crítico.
En ese sentido, y a propósito de una indicación elaborada junto a constituyentes de Escaños Reservados, se incluyó en el trabajo de la comisión la protección de saberes colectivos, populares, territoriales y comunitarios, y su reconocimiento e inclusión en los Sistemas de Conocimiento. También los derechos de los Pueblos Indígenas en relación a su patrimonio cultural, conocimientos tradicionales, expresiones culturales tradicionales y las manifestaciones de sus ciencias, tecnologías y culturas, y de su propiedad intelectual sobre ellos.
En el marco de la crisis climática, es relevante anotar que se discute sobre cómo garantizar conocimiento, autonomía tecnológica, modelos de desarrollo e innovación frente a los cambios globales y climáticos, incluyendo los tópicos de bioética, y también de televisión pública, espectro radioeléctrico, el Consejo Nacional de Televisión y Regulación Cinematográfica. Esto es importante porque nos pone en un espacio muy innovador en la discusión, respeto a los derechos a la comunicación y los derechos digitales.
Las temáticas mencionadas deben ciertamente trabajarse sobre una institucionalidad de la bioética, para promover valores, normas y políticas sustentadas en valores éticos, tales como la dignidad humana, la libertad, la igualdad de las personas, la integridad y la justicia, cuestión que también ha sido recogida por los convencionales en el trabajo de esta comisión.
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