Hace ya dos años escribí un texto sobre la situación del incendio forestal que afectó a Valparaíso en el año 2014, que tuvo sus inicios en el sector rural y que se propagó ampliamente hacia el área urbana, dejando un saldo dramático de destrucción. En ese texto se exponían ideas sobre como ampliar la separación entre vegetación y límite urbano, como se manejaba la vegetación de las quebradas minimizando su riesgo de incendios, entre otras sugerencias.
Esas ideas y propuestas se hicieron llegar directamente a varias autoridades de la región de Valparaíso con el fin de sensibilizarlos y darles elementos que pudiesen originar medidas concretas para minimizar riesgos y amenazas ante este peligro latente que persiste sobre los cerros de la ciudad puerto. Todo indica, que de esa experiencia pasada, nada o muy poco se aprendió o hizo para cambiar las condiciones de peligro ante la ocurrencia de incendios en la zona alta del puerto.
Hoy, una vez más somos testigo de la catástrofe originada por el incendio forestal que ha afectado varias poblaciones de los cerros de Valparaíso, dejando más de un centenar de viviendas quemadas, cientos de damnificados, quienes lo perdieron todo y, lo más difícil, es constatar el sentimiento de miedo creciente en los porteños ante la fragilidad y vulnerabilidad que esta situación se puede repetir una y otra vez.
Esto nos debe llevar a una reflexión mayor sobre como conviven armónicamente los recursos naturales, en especial los recursos forestales, ya sean bosques nativos, matorralesy plantaciones,con el desarrollo urbano de nuestras ciudades, como en el caso de los centros urbanos de Valparaíso, Viña del Mar, Concepción y tantos otros en la zona centro sur de Chile, donde sus poblaciones se localizan en medio de cerros, sobre pendientes y entre quebradas con amplia vegetación.
Hay ciertas normas, principios y premisas que deben conocerse, respetarse y aplicarse, sobre la forma como la vegetación se inserta en el ámbito urbano y se logra una convivencia virtuosa. Al mirar desde la altura la zona de los cerros de Valparaíso y Viña del Mar, se observa una amplia área urbana, rodeada por una vegetación continua, que penetra hacia el plan a través de las quebradas. Situación que se repite en otras ciudades y áreas urbanas a lo largo y ancho de Chile.
La vegetación de las afueras de la ciudad cumple valiosas funciones productivas, sociales y ambientales, la que cuenta con un marco regulatorio afín y donde existen instituciones que operan, fiscalizan y controlan.
De igual modo, la vegetación que se ubica al interior de Valparaíso, localizada a lo largo de las pendientes y quebradas, tiene también un rol importante por las funciones que juega en el paisaje, en la amortiguación de las aguas y protección del suelo ante procesos torrenciales y de inundaciones que para esta ciudad son aún más relevantes.
Lamentablemente, esta vegetación no está sometida a regulación y no hay institucionalidad que vele estrictamente por su adecuada mantención y desarrollo. Más aún, en un contexto de cambio climático, donde los períodos secos son cada vez más frecuentes y más extremos, generando volúmenes de material vegetal altamente combustible, los que se van acumulando y se suman a improvisados basurales y vertederos en las quebradas de los cerros de Valparaíso, transformándose en peligrosos focos potenciales de incendios.
Hoy debería ser el primer día para tomar decisiones definitivas, que ataquen la raíz de las causas y factores que originan los incendios y sobre todo facilitan su propagación hacia las poblaciones en los cerros.
Para ello se debería implementar a la brevedad una serie de prácticas que permitan eliminar o al menos minimizar fuertemente los riesgos ante la ocurrencia de incendios forestales.
En relación a los recursos forestales del sector rural que rodean la ciudad de Valparaíso, debería existir una clara y consolidada barrera cortafuego, a modo de cinturón aislante, con una amplia zona libre de vegetación, de un ancho efectivo que de cuenta del relieve y de los vientos presentes en la zona, que permita contener cualquier amenaza de incendio. Esta zona de seguridad debe establecer con claridad un límite que excluye lo urbano de la zona de vegetación continua, para detener la propagación de los incendios forestales que se originan en esta zona posterior y alta de los cerros.
Por su parte, la vegetación que se ubica en las pendientes y quebradas de los cerros de Valparaíso, al interior del área urbana de la ciudad puerto, debería estar sometida a un plan maestro de manejo forestal de carácter permanente, cuyos objetivos apunten a potenciar en estos espacios públicos sus funciones ecológicas y de paisaje, en conjunto con poner control al material combustible, minimizando riesgos de incendio y de su propagación.
Un aspecto relevante es la composición de las especies vegetales, donde el eucaliptus es reconocido como altamente combustible y por ello de mayor riesgo, por lo que se debería excluir y promover forestación con otras especies, idealmente nativas originarias de la zona.
La silvicultura urbana es la técnica forestal que aplicada correctamente potenciaría el rol de los árboles y de la vegetación en el paisaje de Valparaíso, mejorando la calidad de vida de los porteños y de sus cerros, permitiendo a su vez dar protección minimizando y acotando los riesgos ante catástrofes, como los dramáticos incendios vividos, ya sea el de hace dos años atrás, o el de estos días. Terminar con este flagelo en los cerros de Valparaíso es posible.
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