Resulta alentador y positivo el anuncio hecho ante la Asamblea General de las Naciones Unidas por la Presidenta Michelle Bachelet de un proyecto de ley que busca prohibir el uso de bolsas plásticas en ciudades costeras del país y que ingresará en octubre próximo al Congreso.
La iniciativa ha sido expuesta por el gobierno como un “legado de conservación oceánica”, la cual, desde Greenpeace, felicitamos por tratarse de una materia especialmente significativa en un país como Chile, donde se consumen más de 3.400 millones de bolsas plásticas al año. En otras palabras, los chilenos usamos unas 386.000 bolsas plásticas por hora y cada habitante ocupa, como promedio, unas 200 bolsas al año, cifra que se eleva de manera significativa en comunas de más altos ingresos, donde el promedio se dispara a unas 700.
Lo más preocupante es que se trata de un producto cuya “vida útil” que va apenas de 15 a 30 minutos, pero con efectos tan severos como prolongados para los océanos, donde el plástico representa el 90% de la basura que está en ellos.
El problema es que el plástico que termina en el mar tiene muchos rostros y formas. Y las bolsas plásticas que desea eliminar la presidenta es apenas una de esas caras.
La Jefa de Estado hace bien por buscar prohibir las bolsas plásticas, pero el problema es que mantiene un silencio preocupante respecto de la invasión de plástico que enfrentan hoy, y enfrentarán a futuro, extensas zonas de los parques nacionales en Magallanes debido al uso intensivo de este material por parte de las salmoneras que ya se han instalado y las que buscan operar en esas aguas.
En este sentido, lo que las salmoneras están haciendo es invadir de manera directa con plástico, y no con bolsas que se lleva el viento, las aguas más limpias del planeta. Es, a fin de cuentas, solo otra cara de la tradicional bolsa del supermercado.
Para tener una idea de lo complejo del tema en Magallanes es necesario considerar que si se toman en cuenta las mallas de las salmoneras que buscan operar en nuestros mares del fin del mundo, se trata de una cifra que equivale más o menos al plástico que utilizarían todos los habitantes de la Región de Valparaíso cada año.
Por eso es que la iniciativa de la presidenta es contradictoria, pretende sacar bolsas plásticas de ciudades costeras del país, pero su gobierno no dice nada de las toneladas de plástico que sirven para formar los verdaderos “guetos verticales” salmoneros que se están encargando de invadir Magallanes.
Por eso el llamado que hacemos a la Presidenta Michelle Bachelet, si quiere dejar un legado de verdadera conservación oceánica, entregue una señal potente y no permita que la invasión plástica de la industria salmonera se apodere de los mares de Magallanes y sus parques nacionales.
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