El rating en TV importa pero no mide calidad

Los juicios emitidos en su entrevista a El Mercurio por el Presidente del Directorio de TVN Mikel Uriarte abren un debate sobre temas candentes de la TV chilena que es necesario abordar en medio del cambio de la industria televisiva y de las comunicaciones en general.

Valoro el compromiso expresado por Uriarte con la TV pública, su misión y su decisión de contribuir a mejorar su calidad y transparencia en su gestión.

Concuerdo con él en que mantener la línea editorial no puede implicar censuras periodísticas y de contenidos en ningún sentido ya que la libertad de creación es el alma de una TV pública de calidad que es capaz de contener una diversidad de visiones y temas.

Esto obliga a velar por la independencia y la diferenciación de roles. La Dirección Ejecutiva del Canal responde y tiene una “subordinación” al Directorio del Canal que es el que lo nomina y no sólo al Presidente del Directorio y ello es importante de tener en cuenta en una empresa que es especial, en cuanto a imagen, contenidos, información, formación de valores, cultura; que promueve  por su misión, el pluralismo, la democracia, la integración social, la identidad del país.

Por eso, resulta nefasto lo ocurrido estas semanas con los ataques al canal y a sus ejecutivos por parte de un sector de la derecha que protestaba porque un programa de TVN, creado para entrevistar por igual a todos los candidatos presidenciales que participan en primarias, había llevado a Michelle Bachelet en su primera versión.

Este ataque significa una agresión a la autonomía del canal y un esfuerzo por imponer en su conducción enfoques partidistas que nada tienen que ver con criterios comunicacionales, periodísticos , de interés de un público que no veía en TV a Bachelet desde hace tres años.

Debo decir con transparencia que tanto el Presidente del Directorio como el Directorio en su conjunto, que formuló observaciones críticas al programa, desechó las acusaciones por estimar que en el primer programa se llevó a quien más interés periodístico suscitaba y ratificó que tanto el formato como el entrevistador debía ser igual para todos los candidatos.

Cuando hablo de redefinir la TV pública en Chile, creo indispensable modificar la ley 19.132 en vigencia desde hace 20 años y que se revela insuficiente para normar y contener los cambios del mundo, de la industria televisiva y de la enorme revolución digital de las comunicaciones que modifica los códigos también de la TV.

Por ejemplo, el pluralismo como lo define la ley es el pluralismo del país de los años 90 que salía de una dictadura y vivía el inicio de una larga transición a la democracia. Hoy no basta el pluralismo de los partidos en la composición de su Directorio, ni en la diversidad de temas y sensibilidades que la TV debe acoger independientemente de si ellos son minoritarios o no.

El mundo global y las comunicaciones planetarizadas por la TV y las redes sociales, instala temas que pudiendo referir a un sector de la población se colocan como temas que manifiestan los grados de tolerancia y apertura cultural de una sociedad y ellos no pueden ser medidos en números para calificar la importancia que debe jugar en la programación de un canal.

La diversidad sexual, de género, los derechos étnicos, los temas medios ambientales, la denuncia de los abusos de las empresas contra los usuarios, la pedofilia esté donde esté, los temas llamados inmateriales o valóricos, la libertad para decidir personalmente sobre muchos aspectos de la vida son asuntos que cruzan la cultura y las sociedades transversalmente y deben estar en pantalla porque interpretan la inquietud de las audiencias.

Cuando he hablado de TV y financiamiento, me parece evidente que un canal público, que es el único al cual la ley le atribuye misión y rol diferenciador y que compite con canales privados de grandes grupos económicos nacionales y extranjeros, debe tener primero igualdad de condiciones legales para competir y segundo ciertos resguardos del Estado en cuanto al financiamiento de programas de calidad que no teniendo alto rating no tienen financiamiento publicitario pero que son importantes en el plano cultural, político y formativo de la sociedad.

No todo puede ser medido en TV por el rating dado que como dice el politólogo italiano Giovanni Sartori el rating no existe para medir la calidad del producto televisivo sino para fijar el precio de la publicidad, no sirve para determinar la calidad de los productos televisivos. La rentabilidad no es sólo financiera sino también social y cultural y esto tiene una escala de medición distinta al rating.

Por ello, sostengo que es necesario reforzar financieramente la actual señal de TVN para cumplir estos objetivos. Pero, a la vez, soy partidario que con motivo de las nuevas oportunidades que ofrecerá la TV digital, TVN tenga una señal dedicada a la cultura, a la ciencia y a la actualidad, que no dependa del rating, y que sea financiada por el Estado.

Querer que el Estado participe en el financiamiento de un canal segmentado no es sinónimo de una TV “de funcionarios” ni tener una visión estatista, como interpreta Uriarte, sino que es velar por una TV de calidad, que acoja un reclamo cultural de quienes rechazan la TV basura y se niegan a que la TV atraiga por la farándula, la cultura efímera, el voyerismo o la explotación exacerbada de crímenes y miserias, todo ello en busca de un rating construido para negar el papel de una TV que debe jugar un rol en mejorar la vida de la sociedad y no para ensombrecerla.

Esta reflexión es clave en un momento en que la TV dejó de dominar en términos absolutos el espectro comunicacional y donde la pantalla negra muere y se traslada a otros dispositivos. El futuro de la TV es internet en el mediano plazo y ello no puede ser ignorado por una visión democrática de las comunicaciones visuales.

Como bien señala el sociólogo Raul Zarzuri hay que preparar a la TV para este cambio, como a la mayor movilidad de las audiencias – a los nómades televisivos – al deseo del público de verse reflejado en la TV, a participar de la vida cotidiana que es muy diversa, a la interactividad con otras tecnologías las cuales pueden producir incluso TV y subirla a red para que eventualmente millones de personas en el mundo puedan verla.

Cuadrar el círculo de conjugar calidad, masividad, pluralidad y autofinanciamiento en lo que viene en TV es muy complejo y se requiere de ideas, normas y paradigmas nuevos para acceder a todas las oportunidades que la revolución digital de las comunicaciones nos brindan.

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