A propósito de la publicación y posterior retiro de un trascendido que afectaba a la Presidenta de la República, se ha puesto en el debate público la pregunta sobre cuál es la responsabilidad de la prensa. ¿Decir la verdad o no mentir? Enhorabuena.
Ciertamente el terreno en que la prensa se mueve puede llevar al extremo la ambigüedad entre mentir deliberadamente o decir la verdad. La zona gris está formada por declaraciones de personas que no necesariamente se ajustan a la verdad pero que la prensa reproduce por vocación amarillista o simplemente por falta de responsabilidad o de rigor en la obligación de verificar la información o las fuentes.
También lo hace por fallas de comprensión de los hechos o por interpretaciones antojadizas o interesadas o, como lo conocimos con exceso en Chile bajo la dictadura, por mentiras premeditadas y montajes de los servicios de seguridad que cierta prensa acogió entusiastamente, inclusive prestándose para ser parte de los montajes, como fue en el caso de la Operación Colombo, en que los diarios La Segunda y La Tercera informaron de la muerte en supuestos enfrentamientos de 119 chilenos, por quienes se habían presentado recursos de amparo por sus detenciones y desaparición forzada.
Como se sabe, la prensa constituye en verdadero cuarto poder en las sociedades contemporáneas, de lo que se coligen unas responsabilidades como son hacer efectivo el derecho de la sociedad a estar bien informada, pero también el deber de sopesar las consecuencias de lo que publica, lo que implica no sólo una carga que debe administrarse con sensatez, sino también informar con veracidad o al menos con objetividad, contrastando diversas fuentes y versiones sobre los hechos.
La libertad de expresión de los medios es sin duda un valor importante de la democracia, pero no absoluto. La publicación de caricaturas ofensivas a los judíos en la Alemania nazi o a los musulmanes en la prensa europea en la actualidad, preparan el terreno para el odio, la intolerancia y el populismo que terminan aplastando los valores democráticos. La libertad de expresión es muy valiosa como contrapoder para defender los derechos de ciudadanos enfrentados al abuso o la arbitrariedad, pero como cuarto poder debe conocer límites que deben ser idealmente auto impuestos por los propios profesionales de la prensa o bien por la ley.
En Chile, la defensa del derecho de los medios a decir lo que se les ocurra a sus propietarios, a convertir opiniones editoriales en noticias de portada, a realizar trascendidos sin sentido de la responsabilidad, a manipular e inventar historias, a convertir ficciones en noticias, no es una defensa de la libertad o de la democracia o de los derechos de los ciudadanos a la información, sino una evidente defensa de una posición privilegiada cuando no de un abuso de poder.
La tesis que sólo se le puede pedir a la prensa que no mienta deliberadamente rebaja sustancialmente los estándares éticos y políticos que la sociedad democrática tiene derecho a exigir, especialmente en un país en que la concentración de la propiedad de los medios resulta escandalosa.
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