A propósito de campañas del terror

Con virulencia el candidato de la UDI y RN, con un discurso de corte ultra mercadista, Sebastián Piñera, se ha lanzado contra quienes piensan distinto y denuncian sus conflictos de interés acusándoles de "mafia", de "campaña del terror", e incluso de vagos que no han trabajado "nunca".

La meta de este diseño mediático ha sido victimizarse, arguyendo que si  "repartiera el dinero en la plaza pública me seguirían atacando". Esa es una habilidosa manera de presentarse como una blanca paloma en peligro por la ferocidad de "entes", quienes piensan distinto a él, dispuestos a desgarrar su frágil y vulnerable anatomía.

Lo que pretende el piñerismo es suprimir el debate, sofocar el intercambio de opiniones y anular el ejercicio de la crítica política en el punto más sensible de la actual inquietud ciudadana, cual es saber cuánto beneficio personal puede significar para las candidaturas a la Presidencia llegar a ese cargo.

Piñera quiere que no haya crítica, que no se le impugne y se diga lo que es él, auténticamente, un financista a gran escala; por eso, su empeño en retomar el poder lo simula con la coraza de derechista duro y resuelto, un karateca de oficio y no un simple ganador de dinero, intenta intimidar para que no haya análisis ni debate, de modo especial, cuando desde el gobierno se le formula una crítica política, que el propio Piñera provoca con sus lapidarios juicios.

Sus infinitas auto alabanzas lo hacen sentirse poseedor de una condición de gestión de excelencia, de la que hará brotar, supuestamente, las ilimitadas capacidades del mercado, aquel que la izquierda, según su opinión, solo quiere acabar y que ahora desde el gobierno, maquiavélicamente, estaría tratando de destruir. En el fondo, es la idea de un Mesías, y el Mesías no puede ser criticado, el "ungido" es infalible.

Esta subjetividad piñerista, la de sentirse por encima de los demás, se refleja nítidamente en la discusión acerca de los presos por graves y reiterados crímenes en Derechos Humanos que hoy vive el país.

En ese debate, como respuesta al subsecretario del Interior, Mahmud Aleuy, en relación a la situación de los reos condenados por crímenes de lesa humanidad, que están afectados por enfermedades terminales, Piñera dijo: "yo voy a promulgar una ley", la misma  sería para cambiar cárcel por arresto domiciliario; o sea, vuelve a atribuirse funciones que van mucho "más allá" de su eventual condición de Presidente de la Republica, en este caso, asignándose el poder de trámite legislativo que corresponde al Congreso Nacional.

Es una obsesión del financista y presidenciable considerarse figura superior, pero no puede separarse de lo que es realmente, uno de los hombres más ricos de Chile, esto es un hacedor de negocios, cuyo criterio esta enfocado al propósito de ganar dinero en abundancia.

Al proponerse volver a la Presidencia del país, Piñera trata de impedir que esta reflexión se realice, que no se piense quien es el empresario Sebastian Piñera, que se olvide esa que es su naturaleza esencial, la de ganar plata; por eso posee una retórica descalificatoria de quienes no se someten a su criterio tan utilitario y nocivo de la ética del servicio público. Pensar distinto a él es razón suficiente para ser denostado como "mafioso".

Quiere tratar a los demás como si fuera patrón de fundo, y pretende como buen jerarca acostumbrado a mandar que los ofendidos no reclamen.

Este enfoque es de clara connotación   autoritaria al intentar impedir la crítica a un personero que tiene la arrogancia de auto designarse como el llamado a tomar la Presidencia de la Republica para detener la "destrucción" que está sufriendo el país gobernado por "la izquierda".

Se trata de la reiteración de las excusas inaceptables con que la derecha civil justificó el apoyo a la dictadura. Por eso, no se puede guardar silencio.

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