¡Aguante, Presidenta!

O el arte de esquivar misiles.

La divulgación hostigosa y masiva de los resultados de la última encuesta del centro de estudios de derecha CEP,  con la más baja popularidad de la Presidenta Bachelet en su actual período, es uno más de los tantos misiles que desde distintos lados se le arrojan permanentemente. Desde hace meses escuchamos descalificaciones como “le falta liderazgo”, hace un “mal gobierno” o cínicamente, “las reformas están mal hechas“… como si alguna vez hubieran estado por ellas.

Es tanto el machismo que se percibe en las insolencias que la Jefa de Estado constantemente debe soportar, que solo falta que digan que debió haberse quedado en la ONU gobernando a las mujeres, lo que a ella le habría encantado si no fuera por su responsabilidad cívica y política. Estamos ante una nueva racha de femicidio presidencial, o asesinato de imagen, como ocurrió a fines de su primer mandato y del cual se levantó con un mentís aplastante: su regreso al país con más del 80 por ciento de apoyo y su reelección con más del 60. ¿Quién de los Presidentes de Chile puede igualar este record?

De su primer período egresó con nota sobresaliente. Pero Chile maduró y quería más, hincarle el diente de una vez a los cambios estructurales necesarios para reemplazar definitivamente el Chile de la dictadura y los Chicago Boys, por un nuevo modelo de desarrollo. Uno que acabe con la maldita ventaja que tiene el 0,4 por ciento de los chilenos (sectores A y B) que acapara las rentas más altas  y  todos tengamos igualdad de oportunidades para crecer.

La piedra de tope es justamente el programa de reformas por el cual  Bachelet fue electa por mayoría más que absoluta en las urnas, que la oposición rechaza y que ahora algunos de sus compañeros de ruta quieren suavizar.

El inicio del cambio de la Constitución pinochetista, la reforma tributaria, el nuevo sistema electoral proporcional, el fin del negocio en la educación y el fortalecimiento de una buena educación pública gratuita, la justa cuota de mujeres en las papeletas electorales, la despenalización del aborto y el refuerzo a la organización sindical, pese a que no han salido del Congreso tal como se las concibió, han sido huesos demasiado duros de roer para quienes durante siglos se han creído lo dueños de Chile. Y Bachelet dijo que las realizaría aún a costa de su popularidad, que es lo que hoy presenciamos.

Y faltan otras, como el fin de las AFP que no estaba en la primera línea de las reformas- y ahora es urgencia nacional -,  justamente para no apurar demasiado el tranco y agitar menos las aguas.

Michelle y quienes la acompañan en el gobierno tienen muy presente la experiencia de hace cuatro decenios. Si las reformas estructurales no se hacen con el apoyo de una buena mayoría, que es lo que hoy está fallando en los círculos políticos (desprestigiados y todo, ladran),  las consecuencias pueden ser desastrosas. Cierto que las circunstancias son distintas y algunos dicen que la Historia no se repite (yo creo que  sí, porque a todos nos gusta aprender de nuestros propios costalazos). Pero tratar de salirse del esquema neoliberal y sus reglas es todavía un pecado mortal.

Curiosamente, Dilma Rousseff y Cristina Fernández, hermanas vecinas que en un momento gobernaban simultáneamente con Michelle nuestros tres países sudamericanos, también hicieron o trataron de hacer reformas que se salían del marco con que nos aprietan desde el Hemisferio Norte.

Eran molestas, había que sacarlas del espacio público. Tantos proyectiles les lanzaron que han ido cayendo. El candidato Kirchnerista que debía seguir la ruta de Cristina, perdió por pocos votos frente a hoy gobierna el retorno al neoliberalismo con creciente descontento de los argentinos.

Rousseff ha sido reemplazada por un personaje que fue repudiado por las multitudes que presenciamos los Juegos Olímpicos de Río, y se equilibra al borde del abismo por un golpe de Estado blanco, acusada de cualquier cosa por quienes realmente tienen sucias las manos.

Michelle seguramente completará su período y continuará esquivando misiles hasta las elecciones del próximo año.“¡Aguante, Presidenta!”, escuché gritar a un participante del Cabildo Regional Metropolitano hace unos días.

Más preocupante es el futuro próximo. A este paso, puede pasarle lo que a Cristina. Se ve difícil que su sucesor o sucesora pueda seguir avanzando en el programa que los ciudadanos votamos en aplastante mayoría en 2013. Quienes lo apoyaron entonces hoy están divididos y desorientados, dejándose apabullar por las campañas que en su contra, como en el caso de Dilma y Cristina, lanzan los medios masivos. Tiran para cualquier lado con afanes electorales egoístas o porque nunca estuvieron por reformas de verdad.

Hace falta que el país se dé cuenta cabal de lo que está en juego. De lo mucho que arriesgamos perder.Por ejemplo, que venga un próximo Primer Mandatario que como en la Argentina, deshaga todo el camino que tanto ha costado andar. 

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