Bendito teletrabajo

Algo que algunos pedíamos a gritos, ha emergido como una excelente alternativa para enfrentar el coronavirus.

Algunas labores pueden realizarse perfectamente desde casa, y lo sabemos desde antes de esta pandemia.

El año pasado el presidente Piñera anunciaba su interés en el tema y hace muy poco promulgó Ley que lo regula. Sin embargo, permítanme un paréntesis.

El anuncio de que los funcionarios públicos deben regresar a sus puestos oscurece ese ímpetu (al igual que el muy discutido regreso a clases), pues las autoridades y expertos aseguran que el peak de la enfermedad será principios de mayo, mientras la Organización Mundial de la Salud declaró que lo peor “está por venir”.

Un buen contrapunto al llamado del Ejecutivo es el Poder Judicial, que anunció que no volverá al trabajo presencial por ahora. Los privados han sido también mucho más cautelosos.

Pero volvamos al punto central, el bendito teletrabajo.

No se trata solo de un grado importante de libertad para el trabajador, sino que se asocia a otras externalidades positivas como ampliar el campo laboral a jóvenes y mujeres. Esto además del “efecto verde” que generan menos personas trasladándose en una ciudad como Santiago, absolutamente sobrepoblada y desproporcionada, producto de la falta de planificación.

A ese traslado hoy se suma la posibilidad de contagio. 

Me parece que, aunque la ley va en la dirección correcta, es necesario que ahora las organizaciones comprendan la importancia de este formato, más allá de la contingencia.

Me refiero a entender que el teletrabajo no significa que una persona esté conectada desde su computador en casa, sino que se requiere una política y una infraestructura tecnológica.

Trabajando en el Banco Interamericano de Desarrollo, BID, en Washington, entendí qué es realmente una plataforma de teletrabajo. Allí es muy común que las personas hagan uso de esta fórmula al menos un día a la semana.

Para ello hay una política de recursos humanos que permite que los empleados puedan trabajar a distancia, para lo cual se dispone de una serie de elementos.

Por una parte, el hardware, laptop y teléfono. Por otra, el software para conexión a escritorio remoto: Cisco AnyConnect Secure Mobility Client y un pinpass. Son varias claves y pasos, para dar plena seguridad de las operaciones. El teléfono de casa pasa a ser el mismo anexo que funciona en la oficina.

Se suman algunas licencias que permiten videoconferencias con gran cantidad de participantes y sin límite de tiempo, lo que viene a completar el cuadro.

Eso le permitió al BID tener una máquina aceitada para lo que estaba ocurriendo. De ese modo, desde el 16 de marzo, ordenó teletrabajo obligatorio en su sede y todas sus representaciones.

Estaban preparados, su política de RR.HH. y los adecuados sistemas e infraestructura tecnológica permitió que los empleados estuvieran al otro día en sus casas, siguiendo con su trabajo.

Está claro que el teletrabajo tiene hoy enormes posibilidades de crecer e instalarse en nuestro país como una forma, tan buena o mejor que el formato presencial con horario rígido, que es absolutamente innecesario para una cantidad importante de personas que pueden cumplir con su labor desde casa.

Yo, cruzo los dedos.

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