DC, de la indignación al compromiso

El Partido Demócrata Cristiano lamentablemente es como una persona adicta. Lo digo porque hoy estamos enfermos, y nadie parece reconocerlo públicamente para diseñar un método que nos haga mejorar; más bien, buscamos soluciones rápidas e inmediatas. Estas soluciones, se han vuelto cada vez menos eficaces y hoy nos tiene en un estado terminal.

Todos consideran como la génesis de esto los resultados del 19/11/2017. Para mí lo sucedido ese día es un hito relevante de diferentes variables que han ido influyendo en la descomposición de las relaciones mínimas al interior de nuestro Partido. Los resultados deben ser mirados desde una perspectiva sociológica.

Primero, aunque a muchos nos incomode, una generación cumplió un ciclo y otros no lograron tomar “la posta” responsablemente. Es innegable reconocer los enormes avances realizados en los 90 y principios del 2000, se cambió a Chile exitosamente, pero hoy parece que debemos diseñar una nueva forma de relacionarnos con la ciudadanía, un Nuevo Trato.

Por otro lado, nuevos grupos empezaron a formarse para lograr esfuerzos mayoritarios, los cuales fracasaron y terminaron siendo esfuerzos personales para lograr objetivos cortoplacistas.

No creo que el Frente Amplio haya sabido interpretar a la sociedad, Chile de ninguna manera se “izquierdizó”. Esa es una postura autocomplaciente, disfrazada de propuestas poco responsables.

Hicieron un trabajo importante por las nuevas vías de comunicación, con figuras televisivas, y lo más importante siendo algo valorable, no tuvieron miedo.

Hoy, las juventudes de los partidos políticos de la centroizquierda se encuentran agotadas, y cooptadas por dinámicas en ningún caso atrayentes a las inquietudes de quienes desean representar. Más bien son grupos burocráticos, discutiendo espacios de poder no relevantes, olvidaron lo realizado por Frei Montalva o Bernardo Leighton.

Debe existir una generación que tome la responsabilidad de proponerle sueños a Chile, sin complejos de los esfuerzos que esto conlleva.

Una generación que se encuentra indignada con lo que ve, pero que tenga el valor de comprometerse para buscar las respuestas alternativas a las que proponen esta nueva élite política que surgió, y pareciera inmovilizarnos por su exitismo que bordea en la soberbia.

Que esto sea una construcción colectiva, sin temer a reconocer lo bien de lo realizado, pero dejando en claro que nuestra generación es la que debe discutir en los distintos espacios públicos a nivel real y virtual.

Hay mucho por hacer, y el PDC tiene la responsabilidad de actuar, o mejor asumamos que pereceremos en el corto plazo.

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