De vuelta al Colegio (profesional)

Durante el mes de mayo de este año en plena pandemia, la Asamblea General del Colegio Médico decidió postergar sus elecciones internas. Llamó la atención que en esos días el contrincante de la doctora Izkia Siches para ocupar el cargo de presidente del gremio, el doctor Renato Acuña, señalara que había que recuperar el club de campo del Colegio Médico, indicando que, si la directiva pusiera el mismo empeño que puso en DDHH, tendrían un club de lujo. 

El pasado 4 de agosto se celebró el día del Arquitecto, día en que se conmemora la promulgación de la Ley 7.211 de 1942 que creara el Colegio de Arquitectos, esta celebración junto con las palabras del doctor Acuña, hizo que como arquitecto me preguntara, ¿cuál es el fin de un colegio profesional?

¿Velar por la buena práctica de la profesión o preocuparse de tener buena infraestructura para sus colegiados? 

Originalmente, la Ley que creaba el Colegio de Arquitectos, señalaba en su primer artículo que “El ejercicio de la profesión de arquitecto se regirá por las disposiciones de la presente ley”, solo sus miembros podían ejercer la profesión de arquitecto, tenía la facultad de suspender el ejercicio profesional por 6 meses o cancelar el título de arquitecto como medidas disciplinarias. 

El día de hoy si un arquitecto no se colegia, no lo afecta en lo más mínimo en su desempeño profesional, ¿qué ocurrió en estos años? 

En primer lugar, luego del golpe de Estado en el año 1973, la dictadura militar prorrogó los períodos de los organismos directivos de los Colegios Profesionales, permitiéndole nombrar reemplazantes; durante los años siguiente emitieron decretos que les quitaba atribuciones, llegando el año 1979 a despojarlo  de los aranceles de honorarios, permitiendo que desempeñaran cargos públicos profesionales no colegiados. 

Finalmente, en la Constitución de 1980 los Colegios Profesionales se asimilaron a las asociaciones gremiales (A.G.) que se crearon en 1979 y básicamente se establecen como organizaciones que reúnen personas con el objeto de promover el desarrollo de las actividades que les son comunes en razón de su profesión, perdiendo así la tuición sobre el desempeño profesional y el control de la ética de sus colegiados. 

Eso explica la sigla A.G. al final de cada colegio profesional hoy en día, básicamente sucesores legales sin ninguna de las facultades de los colegios de antaño.  

¿Es posible volver atrás? 

No, dada las trabas que puso la Constitución de 1980 que consagra la libertad de asociación, por lo que inscribirse en un colegio como requisito para poder ejercer la profesión es actualmente inconstitucional. 

En el año 2009 se ingresó un proyecto de ley sobre los colegios profesionales, que deja claro que pertenecer al Colegio Profesional sigue siendo voluntario y, 11 años después, permanece en su primer trámite constitucional. 

Quizás en nuestro país suene raro este poder que sostenían los Colegios Profesionales y sea inaplicable en el mundo de hoy, pero somos una excepción, ya que es lo normal en muchos países. 

En Francia y España, el registro de arquitectos es obligatorio para ejercer la profesión.

En Estados Unidos no existen los Colegios Profesionales como tales, sino que son asociaciones profesionales que cuentan con una junta estatal examinadora que otorga una licencia para ejercer como arquitecto y que tiene la facultad de revocarla o suspenderla como medida disciplinaria. 

Incluso la Corte Interamericana de Derechos Humanos señala que la organización de las profesiones en Colegios Profesionales constituyen un medio de regulación y de control de la fe pública y de la ética a través de la actuación de los colegas de profesión, por lo que pensar en un Colegio Profesional fuerte, que pueda proponer modificaciones a leyes o proyectos de leyes, sancionar a los profesionales que actúan contrario a la ética o resolver problemas entre colegas no es tan descabellado. 

Hemos visto los pocos dientes que tienen los colegios profesionales para sancionar a los profesionales que actúan mal, ya que ellos simplemente renuncian al Colegio y siguen ejerciendo su profesión, llegando incluso a asumir cargos públicos de importancia, por lo que la oportunidad de tener una nueva Constitución que nos permita ser un poco como España, Francia o Estados Unidos en lo referido a los Colegios Profesionales, es algo que no hay que dejar pasar.

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