Un verdadero balde de agua fría cayó en medio del triunfalismo de los diversos sectores y grupos de izquierda y centroizquierda protagonistas de las elecciones presidenciales en primera vuelta, realizadas este domingo 21 de noviembre.
En efecto, con un vértigo irrefrenable fue creciendo la idea de un gran triunfo de las fuerzas agrupadas en torno a la candidatura de Boric, llegando incluso algunos de sus partidarios a descalificar a las otras opciones progresistas al obstaculizar, según esas opiniones, una rutilante victoria en primera vuelta del diputado por Magallanes.
Otras opiniones, también triunfalistas, vaticinaban el paso a segunda vuelta de las alternativas de la senadora Provoste y del diputado Boric, considerando totalmente minoritarias las opciones de derecha y ultraderecha.
Esos errados pronósticos se sumaron al gravísimo subjetivismo existente en los partidos o grupos de opinión progresistas y/o democráticos que, en ningún caso, pensaron que sumadas, las 3 opciones de derecha y centroderecha, tendrían un caudal por encima del 50%.
Hay un grave problema de comprensión de la situación nacional que determina este retroceso democrático. No hay "revuelta", estallido o levantamiento popular que no tenga fin, es decir, es imposible que un estado de inestabilidad general de una nación se pueda mantener indefinidamente en el tiempo.
Los sectores populares que la izquierda aspira a representar no son los dueños de la fortuna, no disponen de cuentas bancarias con ahorros considerables que les permitan sostenerse sin trabajo, sufriendo asaltos y abusos, sin que el país reponga condiciones de estabilidad que les permitan asegurar la sobrevivencia del grupo familiar con un mínimo de seguridad y dignidad.
Los grupos dirigentes de clase media acomodada que lideran el radicalismo de izquierda ignoran esa realidad y alargaron indefinidamente el discurso maximalista y voluntarista que surge en el "peak" de la movilización social, pero que con el curso de los meses, incluso años, queda totalmente desfasado y se torna insostenible.
Así, sectores populares, aún más dañados y empobrecidos por la crisis, se trasladan desde la opción de cambio estructural de la izquierda y la centroizquierda hacia el discurso populista de mano dura que responde a sus requerimientos inmediatos. Es decir, el ideologismo de izquierda, de manera involuntaria e indirecta, genera un espacio propicio para el establecimiento del mensaje odioso, pero también radicalizado y agresivo de las fuerzas ultra conservadoras.
La competencia no es por la retórica más confrontacional, se trata de unir los más amplios sectores populares, políticos y sociales, culturales y ambientalistas. Ello significa que el patrimonio histórico de los partidos históricos no se puede despreciar y que menos aún se debe intentar dividirlos o escindirlos. La soberbia alimenta el sectarismo que ha sido fatal innumerables veces.
En definitiva, lo que está planteado es una profunda y auténtica reevaluación del mensaje, propuesta y programa del proyecto democrático de izquierda y centroizquierda para derrotar el crecimiento de la opción regresiva de la ultraderecha en Chile.
La unidad debe practicarse con autenticidad y hay que saber aceptar que nadie es dueño de la verdad absoluta. Hoy, esas cuestiones básicas son esenciales para derrotar la regresión de ultraderecha en Chile.
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