El país está feliz

La trabajadora de San Bernardo, Fabiola Campillai, que al ir a su jornada laboral sufrió el ataque terrorista de un oficial de carabineros quien lanzó a su rostro una bomba lacrimógena dejándole secuelas irreparables, con nobleza infinita, dijo sobre el inmenso triunfo del APRUEBO en el reciente Plebiscito constitucional, “todo el mundo está feliz”.

Esa grandeza en el alma no existe en voceros del “rechazo” que vaticinaron daños terribles para Chile si la opción APRUEBO, de avanzar a una nueva Constitución, tenía apoyo mayoritario en la voluntad ciudadana y que incluso mintieron con descaro en la franja televisiva que les correspondía. Aún más, en la “derecha del Rechazo” no ocultan sus ánimos revanchistas y pretenden seguir defendiendo lo indefendible.

Asimismo, conocido el inapelable resultado a favor de una nueva Constitución, salen jefes de mega conglomerados económicos a pronosticar una catástrofe para Chile, no porque sea real ese peligro sino debido a que sienten que no podrán seguir con utilidades ilimitadas a costa de las penurias y el desencanto de los trabajadores.

Esa voracidad viene hace rato y el rechazo a esa conducta elevó el margen a favor del APRUEBO, con una mayoría que no deja espacio a la duda ni a los cuestionamientos que la derecha tenía preparados. Chile inicia un nuevo camino. Se trata de un resultado definitivo, que permite concluir la tarea que comenzó el Plebiscito del 5 de Octubre del 88.

A veces cuesta aceptar que el histórico triunfo del NO, siendo una excepción notable en una larga lista de referéndums convocados por crueles tiranos para perpetuarse, abrió la ruta a la recuperación de la democracia pero no logró la caída de la dictadura, la que se mantuvo gracias al control de las Fuerzas Armadas, el apoyo empresarial y el respaldo cercano al 45%, ese conjunto de factores permitió a Pinochet refugiarse en el andamiaje institucional preparado por Jaime Guzmán.

Pero como la Constitución del 80 fue un traje a la medida del dictador, en algún momento tendría que ser necesariamente reemplazada por su carácter fraudulento y por imponer el interés de una ínfima minoría al país, su misión fue inequívoca: la perpetuación de Pinochet en el poder.

Se hizo para maquillar la dictadura aislada internacionalmente e “institucionalizarla”, con absolutas garantías a Pinochet que ese “ordenamiento” del régimen no pondría en duda el uso de la fuerza por el aparato represivo ni lo que la voluntad del dictador dictaminara como necesario, también le daba garantías a largo plazo que su seguridad estaba plenamente garantizada con la creación del esquema de la democracia protegida o bajo tutela.

Por ello, los artículos transitorios de la Constitución, en particular, el artículo 24 transitorio le otorgaban “legalmente” las atribuciones para los abusos, crímenes y acciones de terrorismo de Estado que caracterizaban al régimen.

La ideología ultraconservadora de Jaime Guzmán fue esencial para crear los artilugios autoritarios, “institucionales”, que dieron plena seguridad al dictador.

De su mano salió la redacción que camufló con falaces argumentos los peores instrumentos antidemocráticos para usurpar la voluntad ciudadana presentándolos como generados por el “interés superior” dando plena satisfacción a Pinochet. Así, ganó el rol clave que la derecha le otorgó como “ideólogo” del régimen.

De su invención o asesoría de sus cercanos fueron el Estado subsidiario, la inamovilidad de los Comandantes en Jefe, los senadores designados y vitalicios, el sistema electoral binominal, los inalcanzables súper quórums de reformas constitucionales y otros artilugios que prolongaron la transición democrática haciéndola interminable y que el sistema democrático pos Pinochet tuviera cercenamientos que contribuyeron en forma decisiva a la ilegitimidad del sistema político.

De ese modo, el triunfo del NO el 5 de octubre de 1988 generó la elección presidencial que sacó a Pinochet de la Presidencia de la República, pero los enclaves autoritarios le permitieron seguir como Comandante en Jefe e impidieron que fuera encarcelado por juicios de violaciones a los Derechos Humanos. Después de su detención en Londres se declaró “demente” y murió sin ser juzgado como los crímenes de lesa humanidad del régimen lo requerían.

Es decir, al dictador el afán antidemocrático de Guzmán le vino como anillo al dedo. Pero, para la democracia chilena fue nefasto. El laberinto de disposiciones autoritarias de la Constitución del 80, el autoritarismo de la derecha y el inmovilismo que afectó a la Concertación en el gobierno, acumularon rabia y descontento acumulándose las condiciones para la rebelión social que el 18 de octubre pasado sacudió el sistema político del país.

Ahora llegó el esperado momento, anhelado por millones de personas, tanto se aferró la derecha a la Constitución antidemocrática, que sufre una crisis de representatividad social y política, como no la vivían desde 1965, cuando su debacle electoral en las elecciones parlamentarias le obligó a la fusión de los viejos y enconados rivales, los Partidos Conservador y Liberal en una sola formación: el Partido Nacional.

Asimismo, el liderazgo ultraconservador del partido gobernante más preponderante es de una vulgaridad extrema en sus juicios y posiciones, Aferrada al legado autoritario la derecha no podrá reorientar sus debilitadas fuerzas con una propuesta de sociedad que dé respuesta a las diversas y complejas demandas sociales y culturales del período. Por eso, Lavín, su presidenciable más notorio trata de “vestirse con ropa ajena” y se declaró “socialdemócrata” causando estupor en su propia base de apoyo.

En consecuencia, hay una situación nacional favorable al cambio democrático, tanto económico como social, político e institucional. Se trata de sellar una etapa que ha parecido eterna: la consolidación de un Estado social y democrático de derechos que permita superar definitivamente el autoritarismo y la herencia de abusos e injusticias de la dictadura.

La oposición debe lograr que la diversidad sea un factor de fuerza y no de debilidad. La derecha autoritaria está atenta para presentar esas polémicas y diferencias como incapacidad de gobernar, especulando con el trastorno que eso significaría si lograra retomar la conducción del país. No hay que facilitarle la campaña del terror.

La derecha “fáctica” utiliza su poderío comunicacional para insistir una y otra vez que el problema es la política y los políticos y no el Estado subsidiario que lo hace impotente para enfrentar y resolver los problemas económicos y sociales de fondo, como las carencias de la Educación Pública, las debilidades y discriminaciones en el sistema de salud, la ausencia de solidaridad en las pensiones, el hacinamiento en las viviendas sociales y ahora en los llamados “guetos verticales”.

La ciudadanía requiere una nueva relación con el poder y ello hace esencial reemplazar el tipo de Estado “mínimo”, subsidiario y excluyente por un Estado social y democrático de derechos.

Además hay que decir francamente que hay otro peligro, que la ultraderecha vuelva a golpear la puerta de los cuarteles, en tal sentido, son señales preocupantes la activación de los servicios de inteligencia con Informes que son caricaturas de ultraderecha incitando a la represión o infiltrar agentes provocadores en organizaciones sociales o en disturbios alentando al asalto de cuarteles policiales o la quema de barricadas. Esas acciones de intromisión en la contingencia deben ser drásticamente erradicadas porque son caldo de cultivo del golpismo.

El pueblo chileno debe continuar avanzando cohesionado, desechando las provocaciones y sin desviarse del camino iniciado después de tantas batallas y sufrimientos.

La elección de los miembros de la Convención Constitucional es el próximo paso, que sea con unidad y lucha, mirando el futuro, con respeto a las víctimas y cariño a la memoria de los que cayeron en este largo proceso.

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