Cuando recién se empezó a discutir la posibilidad de que un 10% del ahorro previsional se pudiese retirar de las AFP, me pareció una mala idea.
Había que pensar en el futuro sobre la base de la lógica que se nos enseñaba en la Escuela de Economía de la Universidad de Chile: Ahorro presente para el bienestar futuro. Sin embargo, a medida que fueron pasando los días y al constatar los estragos que la pandemia ha generado en la clase media y en los estratos más vulnerables de la población, ha quedado claramente de manifiesto la incapacidad política del Gobierno de liderar con eficacia su deber de gobernar, he cambiado de opinión.
Tal como se han dado los hechos de angustia y terrible necesidad de millones de chilenos se cumplen a cabalidad las enseñanzas del querido y recordado Cardenal Silva cuando nos predicaba que "los pobres no pueden esperar".
El Gobierno no fue capaz de generar condiciones humanas y sociales de resolver con eficacia y en la oportunidad requerida el drama de los más pobres. Era más importante mantener el dogmatismo de un modelo de pensiones fracasado que la miseria en que se debaten tantos chilenos desamparados. Sí, efectivamente como nos enseñaba el Cardenal Silva, los pobres no pueden esperar.
Cuando en un hogar se producen situaciones de emergencia, toda la familia se une solidariamente y utiliza todos los recursos a que pueda echar mano para enfrentar la emergencia. No hacerlo significa traicionar y dar la espalda a quien está sufriendo las consecuencias de una desgracia. Es seguro que los más ricos y que los propios parlamentarios no retiren sus recursos ahorrados.
Ellos no están pasando hambre ni frío, y el bienestar que han logrado se debe precisamente por el esfuerzo de aquellos que hoy sufren una situación que hiere el alma. Los chilenos más pobres destinarán esos recursos ahorrados a aminorar los efectos catastróficos de una pandemia que a la clase política no los perjudica.
Cuando destinen esos recursos a la adquisición de bienes necesarios para vivir, le estarán al mismo tiempo pagando al Estado el 19% de esos recursos por concepto de IVA, el que en parte se usará en pagar los altos sueldos de la clase política, que ha demostrado que ha sido incapaces de encontrar y liderar una solución a un drama humano imposible de soslayar.
El desprestigio de la clase gobernante es una consecuencia de que tanto el Ejecutivo como el Parlamento han demostrado su ineficacia y su absoluta falta de capacidad para compenetrarse con las necesidades de un pueblo que requiere líderes capaces de interpretar al alma nacional.
El dilema de aprobar o rechazar el 10% por parte del Senado, con la amenaza de un nuevo estallido social, no es un chantaje.
El caos, el vandalismo, los saqueos, el pillaje y la destrucción será el precio que pagaremos todos los chilenos como consecuencia de haber elegido un gobierno que ha demostrado su incapacidad de gobernar y sin solucionar el problema que aqueja hoy a los más pobres y desamparados
Tanto por razones morales, éticas, como también políticas y de solidaridad humana los senadores tienen en sus manos el poder mitigar las necesidades impostergables de miles de chilenos.
Dios quiera que ellos no sucumban ante el dogmatismo de intentar mantener un sistema fracasado y así no seguir privilegiando a los más ricos.
Superada la crisis ya encontraremos mecanismos justos y razonables para que preocupándonos de los más necesitados seamos capaces de generar un sistema de pensiones que permita a los chilenos mirar el futuro con fe y optimismo.
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