Humanismo Cristiano frente al Feminismo

¿Es compatible un enfoque complementario entre el humanismo cristiano  y el feminismo? Se parte de una premisa, que el humanismo cristiano es una corriente filosófica que puede aportar mucho al feminismo, o a los feminismos, presente(s) en el debate actual de Chile y del mundo. Por lo anterior, se considera que el feminismo puede ser enriquecido con el diálogo y la mirada que proviene desde el humanismo cristiano, y que este pensamiento político puede profundizar sus contenidos, en complementación con el feminismo, en el proceso de construcción de una sociedad más justa y equitativa en el siglo XXI.

Hagamos el ejercicio del pensamiento político que está presente en Chile con el humanismo cristiano. Podemos utilizar la matriz planteada en el libro “Las Fuentes de la Democracia Cristiana” (Jaime Castillo Velasco, 1963) que nos señalaba tres fuentes: la filosofía cristiana, el conflicto social contemporáneo y la doctrina social del catolicismo. Veamos qué sucede con dichas fuentes al cruzarlas con el feminismo.

La filosofía cristiana, expresada en los autores que influyeron el pensamiento político en Chile, es exigua en su relación con el feminismo, lo cual obedece a un contexto de la cultura machista y patriarcal propia del siglo XX y de la Europa pos Segunda Guerra Mundial. Con aspectos hasta antagónicos, como el desarrollo de la bioética planteada por autores de inspiración cristiana, frente a las reivindicaciones de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres señaladas por las distintas corrientes feministas (interrupción voluntaria del embarazo, esterilizaciones masivas, entre otras) se puede pasar a un diálogo constructivo a partir de la filosofía personalista (Maritain, Mounier) que supera la mirada de la antropología individualista y la sociología colectivista, centrándose en la persona en cuanto sujeto que manifiesta la dignidad humana y reconoce derecho a las exigencias integrales de las personas.

Por otro lado, el conflicto social contemporáneo puede ser la fuente más fecunda del pensamiento humanista cristiano en su diálogo con las corrientes feministas, por cuanto son cientos de mujeres de inspiración cristiana que tienen un fuerte compromiso con el movimiento feminista.

Lo anterior tiene una vigorosa tradición histórica, que se puede ejemplarizar en el aporte de sor Juana Inés de la Cruz o de Gabriela Mistral, ambas de formación católica, pero con un fuerte compromiso en la lucha por las mujeres y la causa feminista, en sus respectivos contextos históricos, donde ambas tuvieron que pagar con altos costos personales, sufriendo la discriminación machista de sus respectivas épocas.

En cuanto a la doctrina social que emana del catolicismo institucional, sin duda tiene en la crisis actual de la Iglesia Católica, cuya jerarquía ha sido contraria a los movimientos feministas y cuya institución eclesial es una de las causas de la opresión de la mujer, una enorme oportunidad que implica reconocer una riqueza doctrinal que recogen algunas teólogos, principalmente vinculados al movimiento teológico de la liberación.

Reconozcamos que en sus inicios la Teología de la Liberación también invisibilizó los temas de género y se centró en lo que se denominaba  “la experiencia de Dios en el pobre y el oprimido”, pero ya a fines del siglo pasado, impulsado por el movimiento feminista, tomado en un sentido amplio como movimiento social que lucha por todos los derechos de las mujeres, implicó la incursión de las mujeres en la reflexión de la teología de la liberación, así se fueron abriendo caminos de inclusión de la mujer hasta llegar a formular tal teología como “teología feminista latinoamericana” (Consuelo Vélez, 2013).

En todo este debate se debe reconocer que, más allá del contexto histórico del surgimiento de los evangelios y las epístolas del Nuevo Testamento, existe una marcada tendencia machista y patriarcal de algunos textos, por ejemplo, la visión jerárquica de Pablo Cristo es la cabeza del hombre; la cabeza de la mujer es el hombre y la cabeza de Cristo es Dios” (1° Cor. 11:3) o del rol de las mujeres al interior de la iglesia “que  permanezcan calladas durante las asambleas: a ellas no les está permitido hablar” (1° Cor. 14:34), pero que contrastan con la misma representación de Jesús de Nazareth y el predominante y destacado rol que le dio a las mujeres que lo acompañaban, bastando la imagen de María Magdalena, la mujer más citada en los evangelios, que la propia Iglesia Católica tuvo que reivindicarla como apostola apostolurum “la apóstol de los apóstoles” (Congregación para el Culto Divino, 2016).

Se podría señalar que los textos evangélicos pueden ser releídos a la luz del filtro feminista y “descubrir” un potente mensaje del propio Jesús que dice relación con las mujeres en particular, con costumbres radicalmente inclusivas para la época, y con la persona humana en general, donde resaltaba la dignidad humana y rechazaba la violencia y la subordinación de una persona hacia otra, propia de una cultura patriarcal.

Sin duda el humanismo cristiano tiene el gran desafío de visibilizar el aporte que ha realizado a los procesos de liberación femenina, ocultados o ignorados por una institucionalidad religiosa fuertemente machista y patriarcal que ha imperado en el desarrollo histórico del cristianismo.

La invitación es a continuar el debate recogiendo los aportes del feminismo en la visión integral de la persona humana propia del humanismo cristiano, reconociendo los errores y horrores cometidos contra las mujeres a nombre de un cristianismo sesgado y abrir las mentes y los espíritus al diálogo colaborativo, constructivo y enriquecedor del humanismo cristiano y de los distintos feminismos desarrollados en la actualidad.

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