A través de las enormes y masivas campañas comunicacionales de los centros dirigentes del capitalismo neoliberal, hace ya un buen tiempo recibimos un mensaje avasallador, explícito e implícito, que afirma que el destino de la humanidad avanza inevitablemente hacia el gobierno mundial de la derecha política y económica.
En los últimos años, esta imagen se ha trasmitido hasta el infinito por el aumento electoral de la derecha más extremista en varios países de Europa Occidental y América Latina, llegando al gobierno en naciones donde no se esperaba.
Es un hecho en distintas versiones, pero de carácter ultraconservador y reaccionario, pretende volver a un pasado imaginario, que nunca existió, manipulado y distorsionado: Sin crisis económicas ni conflictos sociales, sin oleadas de migrantes y sin derechos de las mujeres, sin formación educacional universal y con ciudades segregadas. En el fondo, un paraíso para minorías adineradas ilimitadamente, que sueñan con un sistema social en que hacen y deshacen a sus anchas.
Por eso la derecha sigue en lo mismo, su afán es mantener el incontrarrestable dominio del mercado, el libre intercambio de mercancías que unos cobran y otros pagan, el mercantilismo que se traduce en un "sueño": Comprar y vender, esa "utopía" pasa a ser, simplemente, un orden social en que unos pocos acumulan y las mayorías consumen, lo que puedan, según dicte su capacidad de adquirir con el dinero que dispongan.
Para la derecha, proyectos de sociedad que signifiquen bienestar social y dignidad para el ser humano son simples cuestiones agitativas, ocasionales, que se adaptan al día a día. Sus campañas demagógicas atacan al gobierno si son oposición y lo defienden si están en el poder, pero, carecen de un proyecto de sociedad que se convierta en un proceso de corto, mediano y largo plazo que vaya avanzando paulatina y consistentemente hacia una sociedad mejor.
La razón está en su naturaleza: Cada cual hace lo que quiere. Por tanto, hará más el que puede hacerlo, el que posea poder y fortuna. Como ya sabemos, hay algunos que tienen poder y fortuna desproporcionados, en consecuencia, podrán hacer lo que les venga en gana. Eso es lo que tratarán de conservar, la dominación de quienes son preponderantes.
No importa lo que prometan, desde el poder harán aquello que diga su afán conservador. Incluso, actúan eficazmente en el caso de una crisis que ponga en peligro lo que poseen. En ocasiones se inclinan por concesiones a las demandas sociales, en otros casos, imponen dictaduras brutales.
La izquierda, por el contrario, se impulsa con el ardor de avanzar en dignidad y justicia social, pero, le cuesta encontrar la vía que le permita materializar esos grandes objetivos. Hay casos en que se acomoda y no avanza y en otros se apresura y fracasa. El ritmo adecuado para las transformaciones sociales es el gran desafío. Lo primero es construir una fuerza política y una mayoría social para gobernar.
Esa es la situación que ha ocurrido en Francia y Reino Unido, ante la profundidad de la crisis estructural creada por la globalización neoliberal, se recomponen partidos y movimientos de gran tradición o irrumpen organizaciones de reciente formación. La respuesta estratégica a la crisis no estaba en la derecha, se radicó en las vertientes políticas y sociales de izquierda y centroizquierda.
También en España la gobernabilidad democrática se funde y conecta con la tradición de lucha del movimiento obrero y popular que ha representado durante décadas el Partido Socialista Obrero Español, junto a otras fuerzas de la misma tradición, en su época el PCE, también Podemos y ahora Sumar.
En América Latina, hoy se distingue México con el liderazgo de Andrés Manuel López Obrador que con el apoyo de una amplia mayoría ha entregado la bandera del cambio a Claudia Sheinbaum, como también Brasil que en una contienda durísima fue testigo de la victoria del presidente Lula da Silva por sobre la ultraderecha de Jair Bolsonaro.
En Chile, Gabriel Boric, un presidente de izquierda ha logrado estabilizar la situación nacional e impulsar el proceso de reformas que planteó al país, luego de las graves dificultades que heredó por las consecuencias del estallido social y la pandemia que fueron factores determinantes en el escenario con ingredientes de ingobernabilidad que dejó el gobierno de Sebastián Piñera. El hostigamiento de la derecha no ha mermado su voluntad democrática y de reformas.
El bienestar social, la participación ciudadana, el respeto a la dignidad de las personas y la promoción de los derechos humanos, un Estado activo y transformador y no solo espectador de las calamidades que sufre la población, en suma, políticas públicas efectivas y con justicia social es el patrimonio que ha defendido y reivindicará la lucha del progresismo y la izquierda chilena.
El porvenir es una brega por la libertad y la justicia que nunca se agota y que resurge de los propios abusos e inclemencias que padecen los pueblos y naciones. Ahora, la izquierda repone en el mundo una propuesta de futuro.
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