La elección de los "hijos de"

Hace exactamente cuatro años escribí sobre lo mismo. Pero parece que la historia no cambia.

Si han estado atentos a las campañas parlamentarias y de CORES no se preocupe, no tiene problemas visuales ni auditivos.Tampoco déficit atencional. Lo que ocurre es que muchos postulantes al Congreso, también ahora a los CORE o Consejos Regionales tienen el mismo apellido, y no porque se trate de nombres de familia frecuentes.

Hijos, hermanos, quizás hasta primos y sobrinos, de algún político conocido destacan, lamentablemente una vez más, en el listado de candidatos para la próxima elección. Solamente que esta vez el hecho es menos notorio debido a la regulación de la propaganda electoral en las calles.

Ya hace tiempo, un sociólogo alemán llamado Robert Mitchels formuló una teoría que denominó “La Ley de Hierro de la Oligarquía”. Con ella expresa que en las democracias existe la tendencia a que minorías, las oligarquías, orienten el sistema de forma tal en que el poder sea distribuido o alternado entre unos pocos.

Pereciera ser que en esta elección, bajo el lema de la renovación, inclusive de “los tiempos mejores”, se pretende esconder la herencia y la distribución de las posiciones de poder entre algunas familias. La renovación de la política no pasa por el legado de cargos públicos de padres a hijos.

La dificultad para revitalizar la política no proviene de la falta de personas interesadas en los asuntos públicos, estriba en hallar la forma de suprimir las barreras de entrada que los partidos políticos han instalado para que los comunes y corrientes ingresen al sistema.

Escollos que, lamentablemente, se han instalado en partidos, frentes y movimientos que prometían desterrar las malas prácticas de la política. Confío en que el nuevo sistema electoral podrá corregir esto de alguna manera.

Alguien podría sostener que la vocación, el interés por el servicio público, se puede heredar y cultivar en el seno de familias históricamente dedicadas a ello. Y  es cierto.

Lo falso es que ese capital, la agregación de la vocación de servicio público y las capacidades para dedicarse a ello, sean patrimonio endémico o monopólico de algunos clanes.

¿O acaso no es extraño que en un distrito partidos aliados postulen a los hijos de dos personas que han sido alcaldes? ¿O que candidatos derrotados en las elecciones municipales hoy se reconviertan para postular a otro cargo?

Pero, no seamos injustos. Esta situación no se origina en los partidos políticos ni en los clanes que desean asegurar sus espacios de poder o influencia. Eso es completamente legítimo. Toda persona que participa en la política posee y debe poseer una afición por el poder. La verdadera causa de este problema consiste  en que nosotros, los votantes, somos los mejores avales de la Ley de Hierro de la Oligarquía.

En efecto, al optar por no votar, al no informarnos adecuadamente por las distintas alternativas existentes, al preferir sin mayor reflexión al conocido por sobre el desconocido (aunque tal conocimiento derive de su parentesco con alguien) o al descartar de plano a los nuevos candidatos, estamos fortaleciendo el metal de la Ley de Hierro de la Oligarquía.

Por lo tanto, si a usted le incomoda tanto como a mi esta elección colmada de “hijos y parientes de”, no se quede en su casa el día de la votación y sufrague informado, sin dejarse llevar por la falacia de que el talento político se lleva en la sangre.

Exija pronunciamientos sobre los temas relevantes, especialmente respecto de aquéllos que son cruciales para mejorar la vida de los más desfavorecidos y de las nuevas generaciones.

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