La meta esencial de cerrar el 2022 con una nueva Constitución se frustró. El plebiscito del 4 de septiembre dio un categórico resultado, desfavorable a la aspiración de sustituir definitivamente la del '80 por una Carta Fundamental nacida en democracia.
Lamentablemente, conductas fuera de lugar, posiciones sin objetivos políticos de carácter nacional, recluidos en anhelos mesiánicos y auto referentes, pretendieron vanamente que la Convención Constitucional transitara por una vía fuera de la realidad institucional, social y cultural del país, idea que terminó en un retroceso de alcances estratégicos.
El socialismo chileno tuvo una sola opción, bregar por el fin de la Constitución de Pinochet impuesta a Chile mediante el terrorismo de Estado, que masacró a innumerables militantes que se resistieron a vivir bajo la opresión. La tenaz movilización de millones de personas por una nueva Constitución en el estallido social indicó que no bastaba la inyección de reformas, aunque fuesen importantes. La democracia chilena requiere que la Carta Fundamental nazca en libertad. Hay hechos históricos que excluyen las medias tintas. Naturalmente no todos tienen ese carácter, pero está brega por una nueva Constitución si es uno de ellos.
Finalmente, no se logró que el compromiso de reformas posteriores al plebiscito, suscrito en agosto por los partidos de gobierno, así como los esfuerzos del colectivo socialista y otros actores en el debate y redacción del texto que pudiera reencauzar el proceso. Así se perdió la amplia mayoría que hubo en el plebiscito de octubre de 2020.
La derecha -a la defensiva desde el estallido social de octubre-noviembre de 2019- con el último plebiscito tuvo un avance inesperado, se recompuso y retomó la iniciativa política, el 62% versus 38% le dio un rol que no había pensado ni en sus vaticinios más optimistas. De inmediato, presionó duramente aprovechando las circunstancias y ahora reponer el proceso constituyente incluye concesiones a cerrojos autoritarios propios de Jaime Guzmán y la "democracia protegida". Se comprobó que la derecha en su mentalidad minimiza el ejercicio de la voluntad soberana y si puede la amputa. Esa es la lección para las fuerzas del progreso social. Hay que luchar por extender y afianzar la democracia cada día.
La derecha ve el régimen democrático en contraposición al mercado al que rinde culto sin pudor. Los negocios le importan más que los derechos fundamentales. Por eso impuso el Estado subsidiario. Lograr que la democracia sea una conquista sólida y fuera de peligro necesita la lucha constante de las fuerzas con vocación popular y voluntad de cambio. En los años '70, en Chile y América Latina la derecha recurrió a la dictadura terrorista como dura coraza a fin de deshacer la institucionalidad democrática, entonces las fuerzas políticas no tomaron conciencia a tiempo de la gravedad de la amenaza y se precipitó la peor tragedia de nuestra historia.
La democracia no se resguardó como se debió hacer. Por eso, no se debe olvidar que en las diversas circunstancias históricas se articulan grupos de oligarcas y extremistas ávidos de riqueza, dispuestos a quebrar y/o socavar la estabilidad democrática con fines mezquinos, al servicio de intereses espurios.
Ahora bien, hay que asumir que en el reciente proceso constituyente no se logró la conducción política necesaria, así, sin la mirada estratégica que se requería para alcanzar el objetivo, se pagaron muy caro los gustitos que se dio la ultra izquierda y el sectarismo mesiánico que campeó en la Convención constitucional.
Se farreó una ocasión irrepetible, pero ahora hay una responsabilidad ineludible, hacer cuanto debamos para darle a Chile una Constitución sin la huella de dolor y sangre que mancha el texto constitucional de la dictadura, con la voluntad de lucha que mantuvimos en la campaña por el Apruebo, al desplegar una intensa movilización por el país, en un esfuerzo propio de las mejores tradiciones del socialismo chileno.
Asimismo, con la participación de las fuerzas del socialismo democrático, el Partido Socialista constituye, con el Frente Amplio y el Partido Comunista, un respaldo fundamental para que el gobierno del Presidente Boric lleve adelante sus enormes tareas en el ámbito económico y de seguridad pública, como también para abrir paso a las reformas tributaria, de pensiones y del sistema de salud, primordiales para la gobernabilidad democrática, propósitos que también comparte la Democracia Cristiana.
El socialismo chileno luchó por principios que lo revitalizaron. Ese es el reto a lograr en la bruma y dispersión que corroe la política: tener objetivos políticos que expresen sólidas convicciones. Ahora, hay que asumir el escenario tal cual es y con el mejor trabajo de las fuerzas de la alianza de gobierno realizar una acción política potente para que la izquierda y la centroizquierda tengan la mayor representación en esta nueva etapa del proceso constituyente.
Esa tarea fluye del compromiso socialista con su lucha histórica y la memoria de sus mártires. Luchamos por la justicia social en democracia, con ese fin el objetivo de una nueva Constitución es decisivo. No hay que rendirse, hay que luchar toda la vida.
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