La respuesta al cambio climático

En el mes de enero, fueron voraces incendios que destruyeron casas y poblados, más de medio millón de hectáreas de bosque nativo y de plantaciones forestales; ahora en mayo, son lluvias que por la intensidad de sus precipitaciones, generan torrentes de agua y lodo que arrasan lo que encuentran a su paso.

Son los efectos del cambio climático, no hay descontextualizaciones en este caso, tampoco manipulación de la información. Aunque Chile está alejado del núcleo global de la toma de decisiones, recae sobre su territorio un impacto brutal, asolando y devastando, en cosa de minutos, la obra de miles de familias, alterando la geografía, destrozando la infraestructura y sembrando incertidumbre sobre el futuro.

Ante ello, hay que tener la altura de miras para no buscar ganancias de corto plazo, explotando la catástrofe en pos de ganancia electoral, como hiciera en Atacama, Sebastián Piñera. La tragedia exige menos oportunismo e implementar políticas públicas con visión de Estado, a largo plazo.

Tales metas resultan incompatibles con el oferton que ofrece Piñera, en que la institucionalidad es simple ayudante de los poderes económicos, que se agrupan tras la postulación piñerista.

A futuro las regiones debiesen tener una perspectiva nacida y creada por si mismas, sin paternalismo del centro y sin imposiciones burocráticas, que esté enfocada a su desarrollo, que dirija un plan regional formulado participativamente, que evite la proliferación irracional de los grandes actores económicos que llega a ser excluyente, ahogando a las fuerzas sociales pequeñas y medianas, y a las comunidades locales y rurales.

En el contexto que se dibuja a futuro, Chile debiese mantener su voluntad de alcanzar la condición de potencia alimentaria, incorporando nuevos actores a los frutos del crecimiento, resguardando espacio territorial a la agricultura y la ganadería, así como impulsando micro emprendimientos, tantos como alcancen los recursos de una política pública que se extienda al conjunto del territorio nacional, incorporando eficazmente sus regiones más alejadas.

Chile debe tener una institucionalidad regional que permita decidir sobre las grandes orientaciones en el ámbito de la economía, elevar la protección de sus ciudades y poblados, así como, la seguridad de sus habitantes con alimentación eficiente, fronteras seguras y abastecimiento adecuado de agua, luz y el ejercicio digno de los derechos a educación y salud.

Con vistas a ese objetivo, es un buen avance la elección directa de los Gobernadores Regionales, dotados de las atribuciones necesarias, con vistas a extender los cimientos de una economía sustentable, amistosa hacia el medio ambiente, capaz de reducir y limitar aquellas acciones productivas que depredan los recursos naturales, como el arrastre en el caso de la pesca industrial.

Hay una dimensión de soberanía que obliga que el Estado, a través del gobierno nacional, cuide a los más débiles y no nos veamos convertidos en una simple extensión de tierra, bajo el control de dos o tres mega conglomerados. Aquí no se trata de un anti centralismo vacío, de puro corte agitativo, está el interés-país en primerísimo lugar.

En suma, el territorio nacional no debe ser sometido a un agotamiento productivo, sino ser un centro de cooperación de comunidades y actores sociales que se movilizan y colaboran tras metas comunes de bienestar social, que aseguren el futuro del país en medio de las convulsiones generadas por el cambio climático a escala global.

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