La UDI se quiere aprovechar

Utilizando los graves errores del diputado Gabriel Boric, la UDI ha levantado una fuerte campaña, más allá de la aflicción que pueden sentir por que esos hechos se vinculan con el crimen de Jaime Guzmán, su inspirador y líder, es notorio que su propósito es anotarse un punto a favor en el debate político sobre el tema de los Derechos Humanos.

Ahora bien, el auténtico e inamovible escollo que tiene la UDI está en su inmutable negacionismo, que trata de ignorar lo acontecido en Chile durante la dictadura y su cinismo ante su propio pasado, que nunca han tenido el valor de enfrentar.

En efecto, representan la “generación de Chacarillas”, la que constituyó el soporte civil, político e ideológico del régimen de Pinochet, el mayor criminal de Estado de nuestra historia al construir el sistema estatal que ejecutó el terrorismo de Estado, y que denigró a las instituciones castrenses al dar las órdenes para ejecutar el horror que costó la vida de miles de personas indefensas y la aplicación de la tortura y de las prácticas más aberrantes para humillar y violar la dignidad de la persona humana.

Esa responsabilidad política incluye, hay que decirlo, a Jaime Guzmán, que fue el tenaz ideólogo de la dictadura, en particular, en la redacción e imposición fraudulenta y antidemocrática de la Constitución de 1980. Ello no excusa ni justifica su asesinato, una acción realizada con saña y salvajismo impropios de quienes se consideran luchadores, humanistas y de izquierda.

Ese fue un crimen contra la democracia, con todas las dificultades que en ese momento enfrentaba, era débil y tenía frente a sí al ex dictador, todavía en la Comandancia en Jefe del Ejército, que mantenía en el generalato a varios de los más crueles criminales de la DINA y la CNI, ahora en su mayoría presos en Puntapeuco, porque la justicia avanzó a pesar de la incredulidad de algunos.

El impacto político inmediato del homicidio de Jaime Guzmán fortaleció a Pinochet en su intento de conservar los enclaves autoritarios y su proyecto institucional de una democracia protegida. Asimismo, paralizó los efectos del Informe Rettig, sobre las crueles y sistemáticas violaciones a los Derechos Humanos, que poco antes se habían puesto en conocimiento del país.

La reelecta Presidenta de la UDI se ha permitido visitar en Puntapeuco al grupo de reclusos, terroristas de Estado, autores de crímenes atroces, intentando facilitar su lavado de imagen, dañando en el alma a las familias de las víctimas y a millones de personas que se sienten violentadas ante ese desparpajo y una conducta insensible y de justificación del horror.

Así también, han sido baluarte de la defensa de los enclaves autoritarios que se prolongaron hasta el año 2005, incluso ahora han cuestionado a su propio gobierno, cuando anunció la reforma constitucional que permita al Presidente de la República cursar el retiro de los jefes castrenses en desacato, sin tener que esperar el trámite del decreto fundado que necesita ser conocido por ambas Cámaras del Congreso Nacional y de la toma de razón por la Contraloría General de la República.

Ahora la UDI agudizó el debate en un diseño a propósito, Guzmán versus Boric. Ese falso dilema es una manera de dar respuesta a la ofensiva de J.A. Kast que está complicando sus proyecciones con vista a las próximas elecciones presidenciales. El plan intenta volver a ser “duros”, por la fuga qué hay en su extremo derecho. Pero, en ese diseño solo gana Kast, que crece polarizando.

Este requerimiento de auto afirmación de la UDI es el reflejo de la crónica debilidad de sus valores democráticos por la nostalgia autoritaria, debido a que han permanecido guarecidos todo el tiempo bajo el árbol pinochetista.

Ahora le mueven unas cuantas ramas y se ven amenazados de perder el apoyo de una base social ultraconservadora que se les entusiasma y motiva con un exponente más radical de sus ideas intolerantes, refractarias del cambio epocal que vive la humanidad.

El futuro de Chile requiere una mayor perspectiva, un auténtico convencimiento que tanto el terrorismo de Estado como el crimen político a nada conducen, que las heridas y el dolor pueden enceguecer y dañar realimentando la belicosidad del neofascismo y de otros odios extremos contra el ser humano, del más diverso tipo y naturaleza enquistados en la sociedad.

La responsabilidad de quienes asumen el liderazgo de un sector de opinión del país, exige mayor altura de miras y el compromiso de respetar la vida y la dignidad del ser humano como el principio esencial del régimen democrático.

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