Las víctimas de Colonia Dignidad

La hoy denominada Villa Baviera, es una realidad muy desconocida para el país. Nos hemos quedado marcados por su cruel pasado histórico. Sin embargo, al visitarlos hoy se descubre una comunidad  que ha sido la gran víctima de todo lo sucedido, que ha quedado marcada para siempre y con poco apoyo.

De 300 miembros hoy solo quedan alrededor de 90 de los cuales aproximadamente 20 están en plena etapa productiva, el resto son niños y ancianos. Esta notable baja en el número de colonos, se debe a que algunos se fueron más al sur a las zonas habitadas por alemanes y también a Santiago y al resto del país. Otros regresaron a Alemania y algunos fallecieron.

La causa por la que algunos migraron, está marcada por el dolor que les significaba permanecer en el lugar y el peso que significaba sostener esta tremenda empresa cargada de deudas.

Han sido las principales víctimas de Paul Schäefer. Además de lo ya por todos conocido, cuando abandonó la Colonia huyendo de la justicia, se llevó una alta suma de dinero pedida a los bancos, para así poder comprar propiedades, a nombre de otros, donde poder permanecer como prófugo. Esa plata y las propiedades nunca se recuperaron. Así entonces la herencia de Schäefer no está solo marcada por los horrores vividos por ellos, sino también por una gran mochila que los que quedan tienen que asumir.

Han sido víctima del Estado chileno. Es sabido que fueron usados por la Dina, en el museo histórico aparece una foto de Contreras con Schäefer al interior de la Colonia, practicándose torturas y muertes, violándose de manera descomunal los derechos humanos. Al respecto nos  contaban, que ellos no sabían absolutamente nada de lo que sucedía. Solo Schäefer y la cúpula  lo conocían. La propiedad donde se realizaban estas prácticas inhumanas estaba distante de donde vivía la población y cuando la Dina necesitaba ingresar a nuevos detenidos, Schäefer llamaba a una reunión general para concentrarlos y sacarlos del espacio donde circularían estos detenidos.

Los colonos se sienten usados, pero con consecuencias para su vida presente. Hoy están obligados a cancelar importantes sumas de dinero a causa de justas demandas de quienes padecieron torturas o de familiares de personas que murieron en su territorio. Nuevamente tienen que pagar las otras deudas que dejó Schäefer. Todo esto hace difícil la tarea económica  de los colonos que la sostienen.

Nuestro país tiene responsabilidad también por haber permitido que se diera y mantuviera este tipo de esclavitud en pleno siglo veinte. También por no haber indagado suficientemente cuando era de conocimiento público que algo raro pasaba en Colonia Dignidad. Basta recordar que un matrimonio se fuga el año 1964, en pleno gobierno de Eduardo Frei Montalva, y no se les creyó. Se le entregó a la embajada alemana, que los devolvió a la colonia, siendo posteriormente torturados por la cúpula.

Además de ser víctimas de Schäefer y del Estado chileno, son también víctimas del Estado alemán. Primero porque su embajada no escuchó y devolvió al matrimonio que huyó, sino también porque se sabía en Alemania de atrocidades que se vivían en la colonia y nada hicieron al respecto. Basta recordar que Schäefer, antes de salir de este país, ya tenía una denuncia por abuso de menores.

Al visitarlos y compartir con ellos a través del buen servicio turístico que ofrecen, uno se da cuenta que ellos tienen el deseo de contar su historia, de transmitirla no solo como una necesidad de liberarse de una presión que castró la vida a varias generaciones, sino porque desean integrarse y formar realmente parte de este país.

Es cierto, su idioma es el alemán y aún en los hijos de nuestra tierra adoptados por ellos, se capta ese castellano germanizado que a veces hace difícil entender. Sin embargo, se descubre a gente sencilla, transparente y muy cercana, dispuesta a compartir su experiencia y su mundo con nosotros.

Un gran museo que muestra toda su historia desde 1962, cuando llegó esta secta protestante desde Alemania conducida por el señalado pastor Schäfer, hasta nuestros días. Un cepillo de dientes y un vaso, nos muestran, era la única propiedad privada que tenían. Todo lo demás, incluso su ropa no les pertenecía. No recibían salario alguno y conocieron el dinero solo el 2004 cuando recibieron su primer sueldo, ya libres de la opresión de sus antiguos líderes.

Nos cuentan que ellos no conocían a su familia. Jurgen el guía que nos llevó a recorrer este museo y el sector, nos señalaba que un día vio correr una niña que pasó frente a él y al reconocerse igual, supo que era su hermana. Las historias que nos cuentan son duras, incluso alguno reconoce haber sido violentado sexualmente por Schäefer. Otro que vivía solo, se lamenta por no tener familia, nos señala que a sus más de 50 años ya no será posible.

Un maravilloso paisaje conformado por más de 7 mil hectáreas, esconde en su interior mucho dolor y el profundo sacrificio de su gente que lucha por ser feliz, siendo en definitiva las mayores víctimas de un líder demente que utilizaba la sagrada Biblia para usar y abusar de su gente.

Hoy con sus empresas del rubro agrícola, forestal, avícola, turística y productiva (pan, pasteles, cecinas, quesos) donde dan trabajo a más de 300 chilenos, que provienen diariamente de sectores colindantes de la séptima y octava región, luchan con esmero por salir adelante. Algunos se notan cansados y desesperanzados, pero siguen poniéndole el hombro.

Es hora que nuestro país los acoja y los apoye también como víctimas y junto al Estado alemán asuman su parte de responsabilidad en todo esto.

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