Lo perverso de la adopción como eslogan político

Un ex Presidente de la República, en el año 2009, mostró durante su campaña electoral a personas homosexuales. Quiso dar la impresión de qué algunas cuestiones no importarían en el diseño de políticas públicas en su mandato o en los proyectos de ley que impulsaría, pero la praxis - ese término erróneamente endosado al marxismo - reveló lo contrario.

Un claro ejemplo de ello, fue el “Bono Bodas de Oro”, conferido a parejas heterosexuales casadas con 50 años de matrimonio, en razón de su contribución al país. Como si las otras uniones estables o transitorias entre personas no constituyesen un aporte al desarrollo al progreso de las civilizaciones.

Hace unas semanas, la misma persona expresó: (en nuestro futuro Gobierno) "no vamos a discriminar ni por sexo, ni por edad, ni por orientación sexual", declaración que anunciaba ese necesario reconocimiento de una realidad, pero que se coronaba con el hecho de haber sido pronunciada por un (pre) candidato presidencial representante de un segmento conservador.

Sin embargo - quien sabe la razón, electoral, política, religiosa u otra - el mismo aspirante a la Presidencia de la República, días después reculó en sus dichos, con poca elegancia y evidenciando un deficitario conocimiento de los conceptos básicos en torno a los Derechos Fundamentales.

Pero, previo a eso y tal vez con mayor gravedad, su jefe político en lugar de explicarlo lo rectificó, apelando a un concepto tradicionalmente denostado por su sector político, el interés superior del niño, señalando que, "no hay una apertura, porque aquí no es que se establezca un derecho especial para determinadas personas, no. El interés superior del niño que es como está hoy día establecido. No hay una modificación en ese sentido".

Con todo, lo más preocupante ha sido la forma en que el ex Presidente o sus asesores han intentado eludir esta incomodidad. "Las personas no tienen derecho a adoptar, el derecho lo tiene el niño a ser adoptado (…) "hay muchas opciones, después de una pareja que existe la figura del padre y la madre que creo que es lo natural, pueden haber madres solas, padres solos u otro tipo de parejas. Pero aquí todo el debate se centra en el tema de los homosexuales, para mí está centrado en qué es lo mejor para el niño (…) encontrar para cada niño la mejor familia posible que lo adopte y quién va a tener que resolver en cada caso particular es el juez de familia", así se dijo.

En el plano jurídico las inquietudes surgen desde el Lenguaje de los Derechos. Pues sostener que son los ninos quienes tienen un “Derecho a ser adoptados” constituye un engaño. Tener un derecho significa que usted puede exigirlo y que alguien debe satisfacer tal exigencia

¿Pueden los niños exigir salir de los centros de cuidado dependientes del Estado para integrarse a una familia? ¿Puede el Estado asegurar eso? Claramente no. Hablar de un Derecho a ser adoptado no implica solamente un yerro jurídico cometido por el candidato o sus asesores, sino una burla para tanto ser humano vulnerado que anhela dejar atrás su biografía.

La adopción es un proceso que evalúa la idoneidad de personas para asumir la responsabilidad de formar a un ser humano. Luego, ¿por qué, con que evidencia, con qué razones, entre múltiples candidatos alguien puede sostener anticipadamente y con seriedad que una pareja, un hombre o una mujer tienen mayores capacidades que las personas homosexuales para dicha tarea?

¿O es que acaso hacemos ojos ciegos ante la evidencia de que la mayor proporción de abusos sexuales contra niños ocurren en el seno de familias heterosexuales?

Marginar a un grupo de un proceso, sin evaluar sus méritos, tiene un solo nombre, discriminación. Y eso está prohibido por la actual Constitución, esa misma que los opositores a la adopción homoparental pretenden convertir en intocable.

Pero en el plano de las cosmovisiones surge la cuestión más inquietante. Confundir las aspiraciones con “lo natural” es severamente errado. En este mundo todos tenemos un papá y una mamá. Otra cosa es que ellos sean nuestros padres y madres.

Es de una retórica superficial sostener que lo ideal es que los niños tengan un papá y una mamá, porque siempre los tienen, aunque los abandonen, abusen o vulneren sus derechos.

El problema es otro. ¿Qué hacer cuando el papá o la mamá (o ambos) no quieren o no pueden hacerse cargo de lo que han concebido? ¿Dejarlos en manos del Estado?

No imagino a un liberal dotando de tanto poder al Leviatán. ¿Aguardar, cuál Penélope, la solución perfecta? No concibo a ninguna persona de Buena Voluntad, como dicen los evangelios, que mientras eso ocurre, prefiera la soledad que experimentan los niños institucionalizados.

En fin, para no aburrir más, les invito a pensar que prefieren ¿pensar que los ideales son normas o buscar la realización de los ideales a través de las normas?

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