Son tiempos frágiles. El mundo, y particularmente Chile, se encuentra tan tenso como una cuerda de violín. Parece que todo va a explotar en cualquier momento y la lucha hoy es mantenerse en pie. La gente parece no verlo, pues los medios de comunicación lo muestran poco o nada, pero la inflación es de un 72% en Turquía, 71% en Argentina, 9,7% en Brasil, 8,8% en Gran Bretaña o 8,1% en Estados Unidos, sólo por mostrar algunos países. El mundo asiste a un proceso de estancamiento económico, inflación más o menos generalizada, así como también a una reestructuración de las fuerzas dominantes, cuyas cabezas son Estados Unidos y China. Vivimos una guerra con características geopolíticas cuya luz al final del túnel no se observa.
En este escenario de fragilidad generalizada hay que enmarcar el trabajo del gobierno de Boric. Este se muestra tan débil en la actualidad, que se revela -tal como se dijo en otra columna de este mismo medio- que la votación de la segunda vuelta presidencial fue sólo una ilusión. Los poderes políticos y fácticos se conjugan para hacer que este gobierno la pase muy mal durante su estadía. Lo están consiguiendo, y con la ayuda del propio gobierno. En tiempos finales de la Unidad Popular -y no quiero indicar que esto sea lo mismo- los eventos se sucedían a diario. Un tiempo acelerado políticamente. Lo que hoy es, en una semana cambia. Los medios, especialistas en cuidar sus intereses, creaban un ambiente de desastre inminente. Esos mismos medios eran parte de la guerra. Todo empujado por una polarización irreductible.
Pero ya es un tiempo prudente para realizar algunas evaluaciones. Para empezar una crítica a un gobierno que recién va a cumplir seis meses, hay que hacerlo con la perspectiva de que lleva ese tiempo y no como si llevase años en el ejercicio gubernamental. Hay que recordar que las bandas criminales internacionales, hoy presentes en Chile, están desde hace varios años. No llegaron hace unos meses. Operan, a lo menos, desde el gobierno de Sebastián Piñera. Cabe en esto la genial frase de Cantinflas: "Estamos peor, pero estamos mejor. Porque antes estábamos bien pero, era mentira. No como ahora que estamos mal, pero es verdad". Cuando se escucha a mucho comentarista altisonante se evidencia la tensión que se respira en el ambiente. La desesperación ante los cambios que propone la nueva Constitución lleva a que todo esté teñido por el plebiscito. Pero creo, sin importar que opción gane, que la actual Constitución está muerta y hoy se juegan énfasis en un texto de futuro. La derecha no está ganando nada, pues su modelo de sociedad está agotado y están metidos en la cancha de la diversidad, plurinacionalidad, equidad, ecología, etcétera. Aún están por verse sus fragmentos internos.
Pero si es necesario hacer una crítica, la primera que debemos hacer es el marcado carácter centralista que tienen los altos funcionarios de gobierno. Desde Siches, ariqueña de origen, pero capitalina de toda la vida, hasta la renunciada Jeanette Vega, 90% de los ministros y ministras son de Santiago y prácticamente el 100% ha vivido toda su vida adulta en la capital. Permanece una lógica completamente centralista en los cargos de gobierno. Santiago es Chile. Las funciones menores son para las regiones. No ha cambiado nada con respecto a gobiernos anteriores. Quizás por eso hay tanta dificultad para comprender los problemas de las regiones. Por eso la ministra del Interior fue a la Región de La Araucanía como quien va a salvar al mundo. Presidente: ¡necesita ampliar su base de apoyo, incluso en regiones! ¡Aquí no estamos únicamente para administrar las provincias! Eso también es entregarle importancia a los territorios. Lo mismo ocurre en el caso de la interculturalidad: es el paternalismo clásico. Lo indígena, para los indígenas.
Es necesario un cambio de gabinete luego del 4 de septiembre. Es lógico, además. No resultaría extraño. Pero no se trata sólo del juego de la silla musical, sino de armar un gobierno en tiempos de crisis, pues de ganar el apruebo, la estabilidad que hay que darle al país es tan importante que implica taponear los intentos golpistas que naturalmente surgirán de sectores de ultraderecha hoy activos. De ganar el Rechazo, por otro lado, se tratará de aplacar el volcán de descontento de amplios grupos, que tal como en tiempos de Allende, quieren empujar, más allá de los límites de lo posible (en este tiempo y momento), y sólo con su verborrea, los cambios que aún hoy se ven lejanos, pero que están más cerca que hace 5 años atrás.
La máxima para Boric es mantener el buque a flote. Navegar en un mar picado. Un juego de equilibrista.
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