Durante esta dura pandemia hemos visto la gran importancia que tiene el aparato estatal para con la ciudadanía, sobre todo para los más vulnerables que requieren de su asistencia para salir adelante o subsistir por sus propios medios.
Quedó demostrado que no sólo es fundamental contar con una red de salud que no deje a ningún habitante de nuestro país sin atención, también es clave que puedan recibir las respectivas subvenciones las familias más vulnerables, adultos mayores y personas con discapacidad.
A su vez las micro y pequeñas empresas, los pequeños emprendimientos, necesitarán de un salvavidas para mantenerse a flote en esta dura crisis económica que nos mantendrá en una gran incertidumbre.
Por todo lo anterior creo que deberíamos fijar como meta a mediano y largo plazo modernizar nuestro Estado para que sea más eficiente y pueda llegar efectivamente a donde más se le necesita.
Es clave profesionalizar a los funcionarios estatales en algo que el mundo privado comprendió hace mucho tiempo, crear una cultura de servicio.
Necesitamos un Estado que esté al servicio de las personas y no al revés. En la lógica de mercado actual una empresa que no atiende bien a su público, que no lo conoce, que no sabe lo que quiere, está destinada al fracaso.
Y lamentablemente hoy vemos como muchos servicios que ofrece el Estado son lentos, ineficientes y demasiado engorrosos. Realizar un trámite puede terminar en una lucha titánica de papeleos y documentos más que en la resolución de un problema.
Por ello creo que la carrera funcionaria no solo debería profesionalizarse si no que además debería dejar de politizarse. Debemos cambiar la mirada del Estado como un botín de los partidos.
No puede ser que cada vez que un Gobierno cambie de color político entren y salgan miles de personas. Cada cuatro años se pierde experiencia laboral, recursos en capacitación y gente que sabía hacer la pega.
Otro tema aparte son las evaluaciones de desempeño de los funcionarios del Estado que siempre son altísimas y exitosas, pero lamentable la ciudadanía no lo percibe así.
No creo en el prejuicio de que todos quienes cumplimos alguna función pública somos “flojos”, “apernados”, “operadores políticos”, sin embargo, es tiempo de que el Estado tenga mayor músculo para realizar sus funciones. Necesita mayor efectividad. Es una tarea titánica y de largo alcance pero que se puede lograr. Países como Nueva Zelanda son un ejemplo y es allá donde creo que deberíamos apuntar.
Me gustaría destacar avances que se han hecho por ejemplo en el presupuesto de la nación donde el ministro de Hacienda, Ignacio Briones implementó un “presupuesto Base Cero” que básicamente lo que busca es que repensemos como se realiza el gasto anual del fisco.
En estos dos años y fracción que llevo en la Cámara de Diputados me ha tocado aprobar en dos ocasiones cientos de partidas diferentes de presupuesto siempre aumentando o reduciendo el número de lo que ya está. Dentro de toda esa majamama de números hay programas estatales con bajísima eficacia, sin embargo, siguen ahí anquilosados en el presupuesto anual. Por eso celebro este paso.
En esa misma línea Hacienda lanzó recientemente un programa que informa a los contribuyentes en que se gastaron sus impuestos. Otro avance en lo que la gente espera del Estado.
Con esta pandemia ha quedado claro que el trabajo de distancia llegó para quedarse. En ese sentido vale la pena que nos cuestionemos como el Estado se prepara para esta revolución.
¿Están preparados los funcionarios para dar este salto? ¿Será necesario todavía mantener los miles de inmuebles y oficinas con las que cuenta el fisco o podremos migrar todo a la nube?
¿Es posible que ahora pueda realizar todos los trámites por Internet y ya no sea necesario acudir a las largas filas del servicio público X?
¡Hay mucho por hacer y es tiempo de que pensemos en soluciones!
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