En cualquiera de los resultados que se produjeran el 4 de setiembre próximo -se aprueba o rechaza el texto constitucional propuesto, no hay otra posibilidad- nada impide que, aprobándose, éste se pueda modificar. Lo mismo ocurriría con la Constitución actualmente vigente si se rechazara.
Como se gusta decir actualmente, ninguno de estos textos está escrito en piedra y entonces podremos mejorarlos en los términos que democráticamente la ciudadanía decida. En estas condiciones, enfrentados a esta disyuntiva binaria, necesariamente debemos tener en cuenta por qué hubo que hacer esta propuesta, por qué se llegó a la redacción de este proyecto de Constitución que da origen a la consulta.
Para este efecto es conveniente recordar que el objetivo de los millones de chilenos que participamos en el estallido social no era una nueva Constitución -ese es uno de los caminos que habría que transitar-, lo que pretendíamos era el cambio del modelo social, político y económico que está impuesto en Chile. Percibíamos que surgía una esperanza de que se podía empezar ese derrotero. Por eso se produjo la rebelión, en contra de la enorme injusticia que tenemos, manifestada en todos los ámbitos.
Queríamos que se produjera un muy fuerte remezón en el país, la sociedad y el Estado, para que los desposeídos, discriminados, ignorados, utilizados, que son la inmensa mayoría, salieran de esa postergación y pudieran acceder a los beneficios que la condición macroeconómica del país puede y debe entregar.
Lograr el cambio de la Constitución existente, guardiana del modelo que es indispensable cambiar, es un primer paso indispensable, por eso la propuesta que se nos hace es global y entrega directrices y compromisos para que el Estado de Chile, de manera responsable, se libere de su identificación con la economía de mercado impregnada en el vigente texto y se proyecte para que la equidad y el bienestar efectivamente lleguen a todos los chilenos.
Ese es el contenido de la Constitución que ahora se plebiscita y corresponde a lo que el 80% de la población instruyó que los constituyentes hicieran: dar las bases de un país más justo, equitativo y paritario; por eso la Carta Magna debe contener esos principios y entregar las directrices orientadoras fundamentales para conseguirlos.
Eso es lo que se nos propone. Sin duda es un avance respecto de lo que tenemos y traza los caminos para que llegue el mejor Chile que queremos.
Como siempre, está la tarea permanente de seguir mejorando y a eso nadie renuncia. Por eso, y de acuerdo a decisiones democráticamente expresadas, haremos las enmiendas y agregaciones que fueren necesarias. Nadie pretende la inmovilidad, sino, por el contrario, siempre seguir avanzando y mientras mejor sea la base desde la que partamos, evidentemente tendremos mejor resultado. Precisamente por eso este proyecto debe ser aprobado, porque además de ser una buena proposición global, permitirá, tan rápido como la ciudadanía decida, hacer las intervenciones que democráticamente se acuerden.
Lo fundamental es atenerse al texto, ahí está expuesto lo que nos regirá y se proyecta, no caer en la provocación de las anécdotas, gafes y torpezas que ocurrieron durante la discusión. Nada de lo que haya ocurrido quita legitimidad a este proceso, con 80% de la ciudadanía instando para que hubiera una nueva Constitución.
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