A propósito de los recientes cortes de energía eléctrica y de la colaboración público-privada he tenido una nostalgia concertacionista. La primera, por los acuerdos, por la severidad en el modo de conversar y la celeridad para afrontar y resolver los temas relevantes para los ciudadanos y su cotidiano. Ahora, no lo veo.
Tengo nostalgia de la capacidad de llegar a acuerdos cuando se trata de apurar el proyecto de pensiones, mientras miles de pensionados esperan por años con pensiones que no alcanzan y el tiempo literalmente se acorta, como una regla de la vida que la política parece olvidar. El último intento -la PGU- no alcanza. Urge apurar el tranco
Otra de mis nostalgias es el crecimiento. Todos remando al mismo lado: Gobierno, empresarios y trabajadores. Todos por la generación de empleo y presentes en el diálogo tripartito generado para el gobierno del Presidente Eduardo Frei, mediante el Foro de Desarrollo Productivo. Y cómo no rememorar el gran acuerdo por la reforma judicial, en un tiempo en que el crimen organizado nos acecha y la seguridad se erige como la principal preocupación.
¿Que nos pasó? ¿Nos "achanchamos" los chilenos, la política se pasmó? No era todo perfecto, pero pucha que cambiaron las cosas. Qué nostalgia la emergencia de una gran clase media con acceso a la educación y a bienes públicos de calidad, en medio de un crecimiento económico que promediaba el 6%.Todo tiempo pasado fue mejor, así describo la nostalgia.
Como no recordar la reforma de salud del Presidente Ricardo Lagos, hace ya 20 años, el parto con analgesia, el Auge, las miles de operaciones de cataratas para adultos mayores y tantas patologías más; el esplendor de la "belle epoque" chilena. Con un innovador plan de concesiones que dio un gran impulso a las carreteras y hospitales entre otros. Obras son amores y no buenas razones.
En mi opinión, el balance arroja más luces que sombras y echa por tierra la odiosa consigna "no son 30 pesos. Son 30 años". Fueron los mejores. La porfía es una mala amiga. Expresión de ello es el reventón del 2019 y la fracasada reforma constitucional. La reforma quedó casi completada en el gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet, pero no se quiso avanzar. ¿La consecuencia? Un posterior gastadero de tiempo y recursos, un fracaso en dos tiempos para no olvidar lo que no se debe hacer.
Hoy por hoy, los desafíos son distintos. Tenemos problemas nuevos, prioridades diferentes, somos más ciudadanos y con mayor inmigración. El Estado cruje y la institucionalidad a ratos tambalea.
Los caminos de la política son conversar, concordar y también apurar. ¡No hay más! Se requiere encontrar puentes de encuentro para cambiar el estado de las cosas y mejorar el ánimo de nuestras conversaciones. Necesitamos más crecimiento y paz social para volver a mejorar la calidad de vida de todos.
Desde Facebook:
Guía de uso: Este es un espacio de libertad y por ello te pedimos aprovecharlo, para que tu opinión forme parte del debate público que día a día se da en la red. Esperamos que tus comentarios se den en un ánimo de sana convivencia y respeto, y nos reservamos el derecho de eliminar el contenido que consideremos no apropiado