Que la ambición no nuble la visión política

Las críticas hechas con descalificaciones y animosidad han oscurecido la política, los partidos viejos o nuevos, de raigambre popular o de grupos acomodados, laicos o religiosos; la política se ha visto opacada por desproporcionadas pugnas personalistas.

Más que ideas predominan enemistades y las opciones de país han devenido en caldo de cultivo de falacias sobre los auténticos propósitos de los actores políticos, las llamadas “fake news”, que expresan la intolerancia de la ultraderecha, pero no sólo de ese sector, ya que desfigurar al que piensa diferente expresa un vicio que afecta al sistema político en su conjunto.

En suma, sembrar animosidades genera las disputas que llevan a separarse, incluso dividirse, y desprestigiar aún más la política. Al respecto, las elecciones internas en varios casos no han terminado bien, los resultados se han cuestionado con rudeza y los involucrados se lanzan graves acusaciones de fraude y deshonestidad. Los amigos pasan a ser enemigos en cosa de minutos.

Además, cada figura quiere ser líder, no importa cómo, así los partidos se achican porque ya no se suma, se divide, para que cada “rostro” pueda tener su propio protagonismo personal. 

Al tratarse de propósitos individuales, no hay proyecto político a largo plazo y las intervenciones se adaptan al día a día, así pierden coherencia, en la tarde se puede decir una cosa y a la mañana siguiente otra distinta, por eso, la fisonomía de muchas conductas políticas es un perfil vacilante y sin coherencia.

Estos personalismos generan dispersión y atomización en el sistema político, donde las estrellas fugaces iluminan la escena algunos minutos, pero no construyen alternativas ni programas compartidos, solo figuración individual y no ideas-país. Ese tipo de protagonismo personalista ha sembrado la discordia y confusión en la lucha política.

Por su parte, la estrategia mediática del piñerismo está dedicada al ensalzamiento de la figura presidencial, como si dirigir el Estado fuera sólo un ejercicio del nocivo culto a la personalidad del jerarca de turno. Además, como el gobernante se siente “blindado” tras el poder que detenta, le es habitual denostar a la oposición, sin respeto a su propio cargo.

Esto viene a demostrar que hacer política para el interés del país no es cosa fácil y que atender la buena marcha del Estado requiere de políticos buenos y honestos ya que “otra cosa es con guitarra”, tal como señala el viejo y sabio refrán popular, en especial, por la saturación producida con una crítica interesada y sin contenido explícito, basada en la condena a la “vieja política”. 

Desde que apareció esa definición, la “vieja política” me pregunté cuál sería su definición y sus contenidos, más aún, cuando este eslogan surgió en lugar estelar de las campañas presidenciales recién pasadas, así el ataque a la “vieja política” fue un arma de ataque indiscriminado. Esa generalización válida la pregunta, ¿quienes serán? 

En efecto, ¿a qué etapa o momento de ese “pasado” se aludía? ¿Se refería a los líderes políticos, dirigentes sociales y de partidos, parlamentarios y académicos, que lucharon por la nacionalización del cobre?, ¿o que se movilizaron por la reforma agraria?

También podría haberse dirigido a los que bregaron en la defensa del Presidente Allende o que resistieron a la dictadura, pero no era lo que se insinuaba, entonces, ¿pueden  ser los que salieron a protestar o los que impulsaron la campaña del NO, cuando muchos no se atrevían y ponían como lo primero cuidar la pega para sobrevivir?

O pudo ser lo contrario, los atacados ¿son los que se movieron por el golpe de Estado, que se beneficiaron de la dictadura y luego protegieron a Pinochet para burlar la justicia?

En definitiva, desautorizar las opiniones distintas a la propia con el argumento de imputar al otro ser la “vieja política”, fue un puñal que se podía enterrar a cualquiera, y adjudicarse “lo novedoso” por el solo hecho de auto definirse de esa forma.

Y luego del uso esos recursos cuestionables en todo el escenario político, por grupos de opinión viejos y nuevos, quien ganó las elecciones presidenciales fue la derecha, como era evidente que iba a pasar. 

En definitiva, las descalificaciones “al voleo” son una práctica que corroe la democracia al sembrar una desconfianza generalizada que junto al desencanto fomenta la apatía y el desinterés en la participación social y el futuro del país.

Entre otros, el populismo autoritario de propuestas tipo Bolsonaro, y el neofascismo europeo viven de ese “caldo” de ambiciones y apetitos subalternos.

Por eso, que la ambición no nuble la política. Ahora muchos que se otorgaron a sí mismos la condición de buenos y grandes políticos y se topan con dificultades que existen en toda empresa humana, aprenden ya tarde que el canibalismo político no es buen camino, que destruir a los demás abre la puerta a los que creen en el uso brutal de la fuerza y no en la democracia.

Los personalismos desbocados al provocar ásperos debates e insolubles contradicciones, deben meditar que la ambición desmedida no conduce ni es la consejera adecuada para construir los cimientos de un proyecto a largo plazo. El que a si mismo se ve gigante debe pensar que más de una vez la ilusión óptica engaña y que el espejismo es eso, un espejismo.

Los egos desmesurados conducen al caudillismo que una vez constituido como tal  conlleva a consecuencias nefastas, entre otras razones, debido a que muy rápido el caudillo busca perpetuarse, lo que le exige financiar sus redes de operadores y alimentar sus adherentes o sostener el clientelismo que lo apoya, a veces antes que así lo decidan la ambición les amarra a malandrines, cuyas conexiones se ramifican incluso hasta el dinero sucio del narco.

Por otra parte, los que llegaron hace poco a la lucha social, y lo hacen descalificando, tienen que aprender que el proceso histórico se inició hace mucho y que la lucha de los partidos de izquierda requiere el respeto que ellos también esperarán para si mismos cuando enfrenten turbulencias que, tarde o temprano, aparecen en el camino. 

No hay que olvidar que los hombres pasan, por muy encumbrados que estén en cierto momento, en cambio las causas que unen, ennoblecen y mueven a pueblos y naciones permanecen a través de las generaciones. Esas son las que verdaderamente importan.

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